VENEZUELA Y EL SUPLICIO DE TÀNTALO.

 

EL SUPLICIO DE TÀNTALO Y EL PUEBLO VENEZOLANO.



Los venezolanos tenemos años acumulando fracasos, estamos padeciendo el suplicio de Tántalo. Estuvimos tan cerca de despegar como un país del primer mundo, tuvimos toda la potencialidad y los recursos, vivimos la paradoja de la abundancia, mientras mayores eran los ingresos de la renta petrolera y las expectativas, más lejos se nos presentaban los resultados positivos para el arranque definitivo como un país desarrollado que lograba doblegar la pobreza y la corrupción. Nos encontramos como esa maldición de la mitología griega. Tántalo hijo de Zeus, había sido favorecido por los dioses. Y lo fue hasta el día en que su arrogancia lo llevó a creerse más sabio que ellos y para probar su sapiencia divina quiso someterlos a una prueba muy dura. Los dioses que sabían lo que ocurría, lo castigaron. “Tántalo, no se conformó con ser príncipe de la divina beatitud. En su altanería y arrogancia deseo apropiarse de lo que solo podía disfrutar como un don.

El castigo fue cruel y rápido. Zeus condenó a Tántalo a sufrir sed y hambre perenne en medio de la abundancia. Cuando bajaba la cabeza para tomar agua para calmar la sed el nivel del agua descendía.  Y cuando quería calmar el hambre, levantaba la mano para alcanzar una fruta que colgaba en un racimo, sobre su cabeza, el viento soplaba fuerte alejando el racimo.

 El suplicio de Tántalo nos sirve para demostrar la paradoja de haberlo tenido todo y no haberlo aprovechado para sustentar una riqueza duradera y ahora tener que soportar tantas penurias y miserias teniendo bajo tierra las mayores reservas petroleras sin poder explotarlas.

 La desmesura de la corrupción cegó a gobernantes y al pueblo, se ignoró en don de la justicia y del trabajo productivo, se creyó en una riqueza no trabajada y sin dolientes, cuando se buscó un camino como solución, se cometió el más grande de los errores, al potenciar hasta el infinito los culpas, al entregar el poder a los peores hijos que prometieron un cambio. La maldición de Tántalo nos lleva a vivir en una paradoja permanente y un espejismo de armonía, cuando creemos que ya tenemos la solución, la realidad no las coloca lo más lejos posible.



 El suplicio de Tántalo nos sirve para mostrar como los gobiernos y los pueblos a veces tienden a desperdiciar las oportunidades que Dios o la naturaleza nos ha regalado. Esa riqueza entregada como un don privilegiado sirvió para enriquecer y satisfacer las ambiciones de unos pocos. Lo lamentable es que el castigo de los dioses no llega a los culpables, quien lo viene pagando con dolor es el pueblo venezolano.

 Quizás lo que nos dice el suplicio de Tántalo es que el verdadero culpable de los males es el pueblo que siempre ha escogido lo peor para que lo gobierne. El populismo se convirtió en un cáncer y la ignorancia es un libro sagrado.

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