CUANDO EL ODIO SUSTITUYE LAS IDEAS.
Hace algunos años una noticia como la
generada en EE. UU declarando delincuentes y ofreciendo recompensas por la
plana mayor del régimen de Maduro hubiese producido un terremoto político. En
el año 1945 un error ortográfico cometido en una felicitación navideña, por el
Dr. Ángel Biaggini, quien era candidato presidencial del medinismo, fue una de
las razones para que se diera el golpe de Estado del 18 de octubre de
1945. Antes no había internet, ni
globalización, ni redes, las noticias muchas veces rodaban por pasquines
clandestinos multigrafiados, por pintas en las paredes, por el boca a boca, por
la prensa escrita o la radio. En aquellos años los ciudadanos les daban más
importancia a los hechos y generaban consecuencias. Hoy no hay noticia que
mueva la historia, todo está inmerso en eso que los marinos llamaban “la calma chicha”
y los sociólogos estado anómico.
Es muy fácil mentir cuando lo que se dice no
interesa, porque saben que se miente o por muy grave que sea no trae
consecuencias es la tragedia de lo que hoy llaman posverdad.
No interesa si en la Fiscalía de EE. UU
tiene un expediente de 800 páginas de pruebas que evidencian como se conspiró a
partir del año 2008, desde el gobierno venezolano, para inundar a los EE. UU de
drogas. Ese argumento contundente se puede tumbar con un Twitter. Hay una
confusión tan profunda que muchos creen que la realidad comienza y termina en
el número de caracteres de un Twitter A mayor número de seguidores, mayor
verdad. No importa lo que se diga o se argumente, lo importante es la
tendencia, marcar millones de seguidores que confunden estar informados con el
entendimiento de las cosas, la verdad verdadera depende los seguidores. Vivimos
en un mundo donde las cosas más graves generan una noticia que no soporta 48
horas de vigencia, estamos en el reino del olvido y la razón es muy simple:
Nadie quiere profundizar los conceptos que llevan a las ideas, porque muy pocos
leen, bien sea por falta de tiempo o por desinterés. A lo sumo, los más preocupados
por la información dan muestra de una dosis de indignación, al comprobar que
las cosas van en dirección contraria a la lógica. Hasta allí llega el proceso y
se vuelve a repetir el ciclo, sin mayores consecuencias.
Para que un hecho tenga consecuencias hace
falta entender el hecho, lo cual implica
vincular conceptos y tener noción de causalidad. La carencia de contexto y de
causalidad de lo que llamamos información, es lo que permite que las derechas
parezcan izquierdas; los ladrones sean vean como honrados, los corruptos como
honestos, las izquierdas se vean como derechas, que el populismo parezca justicia
social; que la inmoralidad se presente como avance y progreso, que la
estupidez se encubra de inteligencia y que la mentira se acepte como verdad.
Esta merengada de idioteces rige el mundo globalizado y simplemente se acepta.
Entender es un acto
complejo que necesita un uso correcto del lenguaje, hablar con propiedad y concisión
y tener capacidad para interpretar esas palabras en su contenido semàtico; eso
ya casi no se enseña en la escuela, la Tablet y el celular no permiten
desarrollar el instrumento básico de la comunicación que es idioma.
Para entender hay que analizar y no simplemente dejar
que los prejuicios y los lugares comunes hagan la tarea de pensar por nosotros.
Entender está lleno de libros, esas cosas gruesas que sirven para adornar
las estanterías. Libros de historia: donde queda lo que trasciende, lo
relevante. De teorías: eso que la gente práctica detesta pero que constituye el
cimiento de todo. Pocos están dispuestos a pagar el precio de pensar y
argumentar ideas. Se ofende con adjetivos calificativos, se descalifica, se
atropella con un lenguaje soez, no se argumenta. Prefieren aquel viejo slogan
de una agencia de publicidad que decía:” Permítanos pensar por usted· (Ars).
Usar el cerebro adecuadamente canso.
Las ideas que son poderosas son teóricas e
ideológicas. Prácticos y coyunturales son los lugares comunes y los prejuicios.
Estos últimos se usan en las campañas para ganar elecciones, por ejemplo, la
xenofobia y aún más grave, se usan como programa para gobernar el país. Para
gobernar todavía no se ha inventado nada diferente a las ideas. En todas partes
es así, menos aquí. A nosotros nos domina la demagogia y el populismo.
Disfrutamos mintiendo, pero gozamos más cuando nos mienten.
Los nuevos héroes del país son quienes violan las
leyes y los principios, quienes destruyen, quienes dilapidan y roban
desaforadamente. Los traficantes gobiernan y esto ocurre cuando la anomia
domina escena. ¿Quién mejor que estas alimañas para mandar un país cuyo
sentimiento principal es el odio? Odio cultivado, odio sembrado a falta de maíz
y caraotas, por todo y por todos. Odio entre las pocas instituciones que quedan.
Odio entre políticos. Odio entre uno y el otro. Odio entre lo público y lo
privado. Odio entre el patrón y el trabajador, odio entre arrendador y el
inquilino. El vacío que ha dejado la casi total ausencia de ideas ha sido
llenado por odios y por aquellos que mejor los ejercen: Los que usurpan el
poder como filibusteros. Los eficaces gerentes del odio ¿Dónde quedaron quienes
estudian, quienes piensan, quienes proponen? Hoy pensar es casi un delito,
mejor dicho, un crimen, además no hace falta de filósofos en la sociedad de los
mediocres. El mundo, al contrario, en una nación que tiene un profundo olor a
fracaso.
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