EL RETORNO DE LOS IMBÈCILES.
EL CIBER-DEPENDIENTE.
La imbecilidad se deposita en el alma como un sedimento de los años.
Los seres humanos vivimos en una sociedad del cansancio, presos de un
enjambre global, atrofiados por la dictadura digital de la red. Amarrados a un
celular, si se cae la red, como ocurrió ayer, sentimos que nos quitan el piso,
la desesperación es evidente, nos estamos convirtiendo en ciber-dependientes.
Hoy el ser humano no es menos
imbécil que ayer y la técnica no causa imbecilidad, ni la red ha convertido al
hombre en imbécil. Lo que sucede es que la técnica y la red le han dado voz a
los imbéciles y expuesto al mundo la estulticia. Actualmente, cualquier imbécil
hace de sus opiniones noticia.
Antes era necesario saber algo de gramática y ortografía para escribir,
saber hablar con claridad para tertuliar, saber teoría musical para componer,
etc. Pero los imbéciles empobrecieron la cultura (especialmente la cultura
humanística) y, al hacerlo, barbarizaron el mundo. Para comprobar la bárbara
decadencia basta prender la televisión, para ver esos malos programas de
concurso, de estúpidas peleas familiares montadas como show de pura demencia. “Cosa
juzgada”, eso vende, la gente se "ilustra" con esos programas sobre
la estulticia humana. Basta seguir la letra de un reggaetonero para comprobar
que el cerebro de muchos compositores dejó de funcionar y el baile es solo
procacidad y bajezas que "ilustran" a los niños sobre los movimientos
lúbricos, primitivos en un estado de barbarie colectiva que ahora se aprende en
la casa, se exhibe en la escuela. se vive
en la red, cualquiera se hace millonario como “influenciador” de estupideces.
Eso es lo que gusta, lo trivial, lo grotesco, la ausencia de principios. Es la resurrección
de la barbarie con pantalones, mientras mas rotos, más caros.
El modelo es el baile procaz, el habla primitiva, la expresión marginal en un
pobre lenguaje, que no usa el idioma, sino que machaca las palabras. La
vestimenta, la moda de la idiotez colectiva se impone con un sello que nos
viene de muy abajo. No es negar que cada quien tenga el sagrado derecho de
hablar, escribir, bailar, comer y entretenerse como le dé la gana, lo que no se
puede aceptar es que esa decadencia sea el gran modelo a seguir. Tal como está
ocurriendo hoy. Donde parece que el decoro estorba.
Basta que cualquier imbécil encienda su magnífico teléfono de última generación
o su computadora y empiece a mascullar la red para que se crea un genio, un
"influenciador de opinión" Es aquello del permanente retorno de los
brujos, pero ahora es el retorno del imbécil y lo más grave en algunos casos,
con gran poder político para convertir un canal del Estado o un tradicional
medio de comunicación en un eco de la imbecilidad oficial, la cual puede ser
civil o uniformada. Imbecilidad transmitida en cadena nacional y repetida
durante las 24 horas del día hasta que sea digerida y convertida en parte del
cerebro nacional. La imbecilidad política la comparten el régimen y la oposición.
El híper consumo de basura cultural produce deterioro cerebral, eso está
suficientemente demostrado.
Quizás ayer un genio en el manejo y manipulación
de la red mundial, le dio al mundo un mensaje: “Paren por favor, usen el
cerebro”.
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