VIVIR EN SOCIALISMO ES PADECER DE ESTRÈS CRÒNICO.

 





                       GENOCIDIO POR ESTRÈS.



La gran solución a los problemas venezolanos es la salida definitiva del régimen de Maduro. La salida menos costosa son las elecciones presidenciales. El problema está en que el régimen acepte un adelanto de esas elecciones y permita unas votaciones transparentes y creíbles.



 Mientras llega ese sueño o utopía el venezolano se debe acostumbrar a vivir bajo unas condiciones generalizadas de estrés crónico que agota y produce enfermedades también crónicas, puede llevar a un agotamiento físico e incluso a patologías cardíacas. Quien puede lidiar sin sufrir de estrés con la ausencia total de agua potable en las tuberías, sin poder realizar lo más elemental de la higiene hogareña. Cómo se puede lidiar sin estar a punto de un infarto con la intermitencia crónica de la energía eléctrica, de los picos de amperaje y voltaje que queman los pocos aparatos electrodomésticos. Quien tiene pulmones de acero y ojos biónicos para soportar por meses y años el tener que cocinar con la leña, porque no hay gas. Quien tiene la voluntad de hierro para soportar, sin estallar, en una cola para surtir gasolina y comprobar en directo el descaro y la corrupción de las autoridades encargadas de mantener el “desorden”. Cómo se hace para poder estirar la quincena en bolívares y tener que comprar todo en dólares.



 El venezolano que vive bajo la “felicidad” del socialismo del siglo XXI, padece de un estado de estrés crónico, se vive en “modo de supervivencia” y en un parmente curso de emergencia. Llega un momento de agotamiento en que el cuerpo no tiene recursos y el tiempo necesario para regenerarse. Es una experiencia de estrés al máximo para enfrentar diversas situaciones muy duras a la vez. La mente está secuestrada por la búsqueda de soluciones a los problemas. El sistema nervioso automáticamente envía información a través de la médula espinal y los nervios espinales a los nervios periféricos que están conectados con las glándulas suprarrenales. Se produce un exceso de adrenalina, listos para enfrentar cualquier cosa. Al mismo tiempo el cerebro se concentra en el sistema límbico, en nuestro cerebro emocional y la mayor alegría y paz se siente cuando llega la luz eléctrica, aparece el agua o el gas. Cuando llega la escuálida bolsa Clap. A eso se reduce la felicidad. Es una programación perversa de la vida que agota y mata a quien no se deja amaestrar.



La amígdala toma el control, lo que significa que las otras partes del cerebro están privadas de energía. Si el estrés por  carencias es prolongado en el tiempo y  sin solución, se termina afectando nuestra capacidad de pensar, de  analizar, de memorizar, de planear y de resolver los problemas, entramos en un estado de caos emocional que a su vez  genera la  hormona cortisol, conocida como como la hormona del estrés, la cual, en cantidades afecta el sistema inmunitario, perjudica el cerebro, la capacidad de aprendizaje, la memoria, destruye las células cerebrales y poco a poco lleva a una muerte prematura por infarto, paro respiratorio o un cáncer. El régimen está matando a los venezolanos por estrés crónico y los controla obligándolos a vivir en el infierno. Cuantos jóvenes que usted conoce se han muerto, no por efecto del virus, sino a consecuencia del estrés, cuantos se han quitado la vida, al no poder soportar esa presión y no encontrar salida a los problemas.

 Cómo hace el venezolano para romper los patrones de pensamiento negativo, para controlar la incertidumbre frente a un futuro nada prometedor. Con sus hijos y nietos muy lejos de su vida, en un exilio de desplazados. Cómo puede hacer para llenar su espíritu de esperanzas, de mucha gratitud, de calma y paz. Como hace para cambiar un estilo de vida que impuso el socialismo del siglo XXI. Solo extirpando el origen del problema y haciendo un giro de 180 grados a la vida que elimine todas las fuentes generadoras del estrés crónico. En pocas palabras, sin un cambio de gobierno no hay salida.

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