200 años de la Batalla de Carabobo
La Constitución de Angostura recoge en la mayoría de su texto
un proyecto de Bolívar, quien desde Haití había escrito a Madariaga y a Roscio
para elegir un Congreso y Constituir un gobierno: “En vano las armas destruirían a los
tiranos si no establecemos un orden político capaz de reparar los estragos de
la revolución. El Sistema Militar es el de la fuerza, y la fuerza no es
gobierno.” Esta actitud y estas palabras de
Bolívar ratifican la tesis que sostiene que los venezolanos buscaron la
libertad a través del Derecho y no de la guerra, acuden a esta última como un
recurso indispensable para obtener el don de la libertad.
Las batallas sin el
establecimiento de un orden político y social, solo contribuyeron a constituir
el modelo militarista de caudillos que ha dominado el panorama nacional en
estos doscientos años. Mas importante que un Show con desfiles militares y
sainetes con un soldadito corriendo a imitar al Negro Primero, es que algún día
tengamos gobiernos serios (orden político) que garantice a todos los
venezolanos una cosa tan elemental como el derecho al acceso al agua potable, a
tener un buen servicio eléctrico, por lo menos que las alcaldías se ocupen de
recoger las basuras en las calles, que coloquen los bombillos del alumbrado público.
Que las FF. AA se ocupen de preservar la soberanía nacional, para que el
territorio venezolano esté libre de las incursiones de grupos armados,
dedicados a la minería, al contrabando y al narcotráfico. Tendría sentido una conmemoración
el día que tengamos un gobierno serio que empiece a reconstruir todo lo que ha
demolido el socialismo del siglo XXI, empezando por la educación, el sistema de
salud, la seguridad social, la economía. El rescate de los valores cívicos y éticos
perdidos en medio de este océano de corrupción en que estamos extraviados.
Para hacer honor a nuestros Libertadores,
quienes lucharon en Carabobo hace 200 años, es más importante que los soldados
de hoy estén Apure, en la Cota 905, en el Sur de Aragua, en los cacaotales de
Barlovento, al Sur en el arco minero que, en un show, pintado de gris, con ambientación
de un aquelarre de ignorancias.
Cómo se puede conmemorar la batalla de la
libertad con 300 presos políticos, haciendo una cola para para poner gasolina
importada de Irán, cuando fuimos los mayores productores de petróleo. Cual es
el orgullo nacional cuando estamos invadidos por cubanos, chinos y rusos.
La historiografía oficial pretende solapar la
verdad de una realidad trágica que nos acompaña desde hace largo rato, hemos
perdido nuestra soberanía, quizás lo único que habíamos ganado con la
Independencia. Pues las guerras nos impusieron caudillos tropicales, que se
robaron hasta la limosna del cura, los herederos de independencia fracasaron en
la construcción de un sistema político serio, liberal, democrático. Cuando se logró
llevar adelante el proyecto democrático apareció la izquierda radical socializante
para destruir lo poco que la civilidad había logrado en 40 años.
Hoy a doscientos años de la Batalla de
Carabobo el panorama es desolador y se encuentra uno con una frase del Dr.
Arturo Uslar Pietri, con un balance pesimista hecho antes de la llegada del
socialismo. “Yo
digo, yo estoy en un estado de ánimo muy malo, no tengo esperanzas, estoy como
en el infierno de Dante. Aquí no hay de donde agarrarse” Hoy estamos peor. Si el régimen es un desastre,
la oposición le sigue los pasos. De nada sirvió una montaña de recursos petroleros
que nos dio la naturaleza, los cuales fueron dilapidados y robados. Con una
cuarta parte de esos recursos perdidos se reconstruyó Europa, de construyeron
las ciudades mágicas de los Emiratos Árabes, se hicieron países civilizados
como Noruega y Suecia. Nosotros estamos en la peor ruina de la humanidad, los únicos
responsables somos nosotros, cuyo afán colectivo es convertir en un Show barato
las cosas más serias de nuestra historia.
Quizás la lección necesaria del hecho histórico es catalizar
la conciencia del venezolano de hoy para encauzar su energía en busca de la
libertad perdida. La vitalidad de los grandes acontecimientos históricos no está
en la simple remembranza de un pasado heroico, sino sacar la fuerza vital del
acontecimiento y convertirlo en un elemento determinante para motivar el cambio
que necesita hoy Venezuela.
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