El COLABORACIONISMO.
El colaboracionismo se pierde en los años y el
tiempo, Grecia, Roma, la famosa Malinche que colaboró con Hernán Cortez en la
conquista de México. La definición que nos trae el DRAE: “Colaboración con los
invasores de un país o con un régimen establecido ilegalmente en Wikipedia es
un poco más específica: “Actitud o ideología de quien apoya o colabora con un
régimen que la mayoría considera opresivo, en especial con las fuerzas enemigas
que han ocupado su país”.
Quizá los casos más paradigmáticos
de colaboracionismo fueron los del mariscal francés Philipe Pétain y del
noruego Vidkun Quisling. El primero, cuando Francia fue invadida por las tropas
alemanas, siendo mariscal y miembro importante del gobierno, se entrevistó con
Hitler y aceptó ser la cabeza de una república francesa de parapeto que estableció
su capital en Vichy. Desde allí, dirigió un régimen autoritario y racista que
entregó franceses —por razones de antagonismo político o por origen étnico— a
los alemanes hasta que los esfuerzos conjuntos de los invasores aliados y los
grupos de maquisards que formaban parte de la
resistencia francesa lograron su caída, en 1944, cuando Francia fue liberada.
Petain fue juzgado y declarado culpable de realizar actividades de inteligencia
con el enemigo y por alta traición. Fue condenado a muerte, a la “degradación
nacional” y a la confiscación de sus bienes. Debido a su avanzada edad, la pena
de muerte fue conmutada por cadena perpetua.
En Venezuela
alguien desenterró esta palabra y algunos se la endosan a quienes se dicen de
oposición, pero que se sospecha, con razón o sin ella, que directa o
indirectamente apoyan a Maduro. Acusar sin pruebas se ha convertido en el
deporte principal en nuestras redes sociales. Se ha abusado de ese epíteto.
Sin duda que
hay colaboracionistas, pero a veces se comete la injusticia de aplicarlo
indiscriminadamente.
Son demasiados los momentos de frustración que los venezolanos hemos venido
acumulando durante 21 años de chavismo-madurísimo en el poder. No es
una locura preguntarse ¿Acaso es imposible desalojarlos? Pensemos un poco sobre
esto. La llegada del chavismo a Miraflores pudo ser evitada por las “élites”
del momento que tenían el poder y los medios para hacerlo. Pero esas elites económicas
los acogieron, lo financiaron y lo llevaron a la presidencia. La lista de
colaboracionistas empieza por El Nacional, Avensa, Globovisión, El Universal, Venevisión
y las elites políticas los toleraron, quizás por miedo, por los rabos de paja
que deja la corrupción. No hubo una oposición firme a las locuras del chavismo
y después del 2002 desapareció casi por completo la oposición. No hay duda que
colaboracionismo con el chavismo-madurismo no es reciente, con los llamados
alacranes, es muy anterior a ciudadanos como Bernabé Gutiérrez, a José Brito, a Luis Parra,
Gregorio Noriega, Miguel Salazar, Pedro Veliz, Jesús Gabriel Peña, Adolfo
Superlano, a Negal Morales, a Luis Florido entre otros. También es anterior
a Enrique Ochoa Antich, ahora es un madurista fanático. El colaboracionismo es anterior a un traidor
como Ricardo Sánchez, a un buey cansado como Claudio Fermín. Timoteo Zambrano
Felipe Mujica y Henry Falcón corresponden los tres a la primera horneada de
colaboradores incondicionales, mejor dicho, servidores del régimen, desde hace
muchos años. Así mismo tenemos colaboradores anónimos en los funcionarios, civiles y militares, que
han permitido que cubanos castristas, iraníes y guerrilleros colombianos se
hayan apoderado de nuestro país. Son civiles y uniformados convertidos en
piezas de varios ejércitos de ocupación. Hasta llegar al bochorno militar del
estado Apure, una vergüenza jamás vista en 200 años de vida republicana. Un ejército
derrotado por una facción de guerrilleros, obligados a entregar el territorio llanero
a cambio de liberar unos prisioneros. Eso ya no es colaboracionismo, hay que
buscar otra palabra, pero los políticos colaboracionistas para nada les importa
esta situación penosa. Hacen silencio, su trabajo es convencer de la necesidad
de hacer unas elecciones para legitimar a Maduro. Son como unas bombonas de oxígeno.
Sus candidatos están dispuestos a participar en unas elecciones medianamente transparentes,
cuyo fin, no es sacar al régimen sino “ganar espacios”. Un cuento que ya tiene
20 años y todavía hay quien se lo cree.
Están siempre dispuestos a aceptar el chantaje
del régimen, el abuso, la tortura, incluso la muerte de venezolanos, solo
quieren ganar espacios, mientras se pierde la república.
Es una situación inaceptable de irrespeto total a la dignidad, pero tolerada
por los colaboracionistas que ofrecen una “amnistía a los políticos opositores inhabilitados
que se anoten como candidatos a estas elecciones. Quieren ustedes mayor
descaro, porque no plantean habilitación política de todos los inhabilitados, devolver
los partidos expropiados, libertad para más de 300 presos políticos,
posibilidad de voto para los venezolanos de la diáspora, revisión a fondo del
registro electoral. No nada de eso es importante, simplemente el
colaboracionismo no puede llegar tan lejos. Una trasgresión ética, a la cual
nos tienen acostumbrados los colaboracionistas.
La infiltración de la oposición
venezolana por el régimen de Maduro está a la vista, han dividido, han
cooptado, han comprado e hipotecado a factores opositores. Mientras no haya un
deslastre de tanta carga negativa, de gente sin principios, la tarea principal
y única de la oposición que es poner fin al régimen, se hace casi imposible.
Los colaboracionistas son más maduristas que Maduro.
Su “gran labor” es falsificar la
realidad. Solo pueden llamarse opositores a los que combaten de frente al régimen,
los que lo desafían todos los días. A los otros hay que quitarles la careta.
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