El colapso.
Jared
Diamond se pregunta cómo unas sociedades que han desaparecido sin apenas dejar
huella de su evolución han alcanzado una próspera civilización material y
cultural. A través de sus amplios
conocimientos en sociología, economía, lingüística, biología o antropología,
Diamond trata de explicar la desaparición de sociedades del pasado y se
pregunta si podemos aprender la lección y evitar desastres parecidos en el
futuro. El punto de partida es una rigurosa investigación de los casos de
culturas que no han perdurado: historias trágicas como la de los mayas, la de
la Isla de Pascua o la de los indios anasazi en Norteamérica; historias menos
terribles como la de Islandia o de Japón, culturas que han sabido reaccionar
con éxito a desafíos ambientales; historias también de vencedores y vencidos,
como el caso de la República Dominicana y de Haití, dos pueblos que a pesar de
compartir el mismo medio ambiente han evolucionado de modos muy distintos, y
finalmente historias aún abiertas como las de China o Australia, que están
buscando soluciones innovadoras a sus desafíos ecológicos y sociales. ¿Qué
lección podemos aprender del pasado? ¿Está nuestro futuro en peligro? Las
respuestas que ofrece este libro no son catastróficas, pero al mismo tiempo nos
advierten de la urgencia de tomar decisiones cuanto antes si queremos seguir
admirando las ruinas de otros pueblos que nos han precedido.
La
gravedad de la crisis a la que se enfrenta el régimen de Nicolás Maduro es
profunda y cada vez mayor. La falta de la presencia del Estado en asuntos
de su competencia como la seguridad ciudadana, los servicios públicos, los
servicios de salud y educación. La anarquía y la existencia de grupos armados ilegales
a pocos kilómetros de Miraflores y en casi todas las fronteras, Las bandas
criminales se apoderan de los barrios caraqueños y las guerrillas colombianas
de estados como Apure, Táchira, Zulia y Amazonas. El régimen ha perdido a sus
aliados de siempre el hampa y parte de las guerrillas del ELN y la FARC. Las
bandas armadas controlan y prestan servicios básicos como alimentos, medicinas,
agua, gas y transporte. Hacen de policías y de jueces en las zonas que
controlan y tienen más capacidad que el Estado para asegurar paz y tranquilidad
a los productores y habitantes.
Ya ni
la policía, ni la G.N., ni los milicianos, ni las FF. AA pueden ingresar a las
zonas que controlan los pandilleros y los irregulares. Llegándose al extremo de
jefes policiales y militares solicitando diálogos y negociaciones entre el
Estado y los malandros y guerrilleros. Están convencidos que esos grupos están mejor
armados y financiados que las fuerzas regulares, pues cuentan con el tráfico de
drogas y el boleteo a los productores y comerciantes.
Maduro ha sido capaz de derrotar a una oposición
infiltrada y entregada, tiene el control formal de las instituciones, pero no
tiene forma efectiva de controlar la fragmentación de los grupos delictivos y
guerrilleros que hacen lo que les viene en gana y tienen incluso la tolerancia
y la complicidad de los sectores oficiales con los cuales comparten el botín.
La crisis venezolana es profunda con
ramificaciones en lo social, con un panorama de devastación económica y duras
medidas restrictivas por parte del gobierno de los EE. UU y la comunidad
internacional. La destruida industria petrolera, lo único que generaba divisas,
solo puede ser reconstruida parcialmente con una inyección de miles de millones
de dólares que no tiene el país, por eso solo le queda entregar la producción petrolera
a compañías extranjeras para salvar algo, en la medida que los precios del petróleo
mejoren.
La razón fundamental de este colapso es la aplicación
de políticas socializantes equivocadas, de un populismo alimentado por la renta
petrolera que ya no existe.
Todos los pueblos en su historia han sorteado
grandes dificultades y problemas, pero los que han logrado salir adelante han
sido los que han hecho un diagnóstico honesto y han identificado de manera
objetiva sus fallas y debilidades, Aceptaron sus equivocaciones y accedieron
tomar una ruta de cambio, emprendieron el camino de los ajustes sociales,
reconocieron que sus instituciones eran muy débiles, lo cual representa un
factor de inestabilidad para solidificar un buen futuro.
Finlandia, Suecia, Dinamarca, Noruega o
Singapur no han llegado a un estado de desarrollo con indicadores de calidad de
vida sobresalientes porque se ejecutó un milagro ajeno a las políticas ajustadas
y correctas. Esas naciones fueron capaces de dar un salto al futuro porque se
ocuparon en hacer lo correcto y dejaron de hablar tonterías y creer en cuentos
de populismo y demagogia. Dejaron de perder el tiempo en discursos vacíos. Se
ocuparon de la productividad y no de otorgar días libres, se ocuparon de
mejorar los salarios con una filosofía de trabajo productivo. Se hicieron
atractivos para la inversión garantizando el derecho de propiedad y a las
utilidades que tiene todo inversor. Comprendieron que no hay forma de crear
nuevos puestos de trabajo para las nuevas generaciones sin inversiones
privadas, que la mejor manera de acabar con las desigualdades y las injusticias
es creando riquezas, no destruyéndola. Las oportunidades no es cuestión de
decretos legislativos es aplicar políticas de desarrollo sostenido, de estimulo
a la innovación, de reformas profundas en los sistemas educativos. Esos países hicieron el diagnostico correcto y
aplicaron las políticas adecuadas para salir adelante, rompieron el circulo vicioso
que solo mantiene un estado de frustración social que incuba reclamos que no se
pueden cumplir.
Hoy el 90% de los venezolanos solo tiene un sentimiento
social de frustración, de incertidumbre, de miedo y de una rabia colectiva que
no se canaliza, solo se apela al exilio económico, huir del país que niega a
sus hijos un presente y un futuro digno. Los datos de la destrucción y la catástrofe venezolana
son aterradores, si agregamos las cifras ocultas de pandemia, podemos concluir
que el país se hunde sin remedio.
Ante una situación tan grave, la salida
racional es un cambio de rumbo con un costo monumental, pero el venezolano
promedio sigue esperando un milagro que no existe. No es un simple proceso
electoral controlado por el régimen y sus acólitos la salida, es necesaria una acción
de presión que obligue a realizar unas elecciones verdaderas y con resultados
confiables. Esa acción no se ve por ninguna parte, y el país se sigue
hundiendo.
Ya en Venezuela se perdió el concepto del desarrollo
humano, se sobrevive entre la desesperanza y el miedo, las expectativas de vida
van en caída, la educación perdió el sentido de la calidad y las naturales
oportunidades de progreso no existen. El Estado perdió su cometido natural de
promotor del bien común, no tiene ninguna posibilidad de generar condiciones
para que todos tengamos el chance razonable de llevar una vida saludable,
creativa, productiva y satisfactoria a la condición humana. Eso es una situación
catástrofe humanitaria, el colapso de una nación, aunque no se acepte.
Nota:
El libro Colapso se puede descargar en PDF gratuitamente. Colocar colapso pdf en Google.
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