Estamos legitimando el odio, la anarquía y el vandalismo.

 

           EL MUNDO AL REVES.

 (Mi padre quiso educarme, por eso no mandó a la escuela)





 No se si es que uno se hace viejo y más conservador, pero hace rato tengo la desagradable sensación que el mundo gira a la auto- destrucción a pesar de los adelantos científicos, de la innovaciones tecnológicas y culturales. No es  la pandemia, es un asunto cultural que se ha dislocado.

 Como se profetizó en la novela:  Un mundo feliz (Brave New World)  un libro de ciencia ficción y crítica social escrito por el inglés Aldous Leonard Huxley (1894) en el año 1931 y publicado un año después.

Se trata de una de las distopías más famosas del siglo XX. En ella, Huxley presenta un mundo futuro deshumanizado en el que la sociedad está dividida en un sistema de castas en el que los individuos están creados y alterados genéticamente.

Un mundo feliz describe un mundo utópico, irónico y ambiguo donde la humanidad es permanentemente feliz, donde no existen guerras ni pobreza y las personas son desinhibidas, tienen buen humor, son saludables y tecnológicamente avanzadas.

La ironía de esta perfección creada por el ‘Estado mundial’, la entidad que gobierna en este mundo feliz, es la aplicación de medidas que eliminan a la familia, la diversidad cultural, el arte, la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía.

La pregunta que Aldous Huxley quiere que respondamos con esta dicotomía utópica es muy simple:

¿Qué nos hace humanos?

El 'Estado mundial' del mundo feliz tiene como lema: “comunidad, identidad, estabilidad”. Para astringir este ideal el ‘Estado mundial’ se esfuerza para estandarizar el producto humano y generar amor a la servidumbre, los habitantes de ese mundo feliz comunitario se sienten bien viviendo como esclavos, no les importa el valor de la libertad, prefieren ser parte de la manada:

En un párrafo de la novela se resume la ficción hecha profecía:



 

“Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderoso y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada en los actuales estados totalitarios a los ministerios de propaganda, los directores de los periódicos y los maestros de escuela (A. Huxley, Un mundo feliz).

Ideologizar a menores es una tarea vil, no es educar usar las aulas para construir una ideología de la muerte, de la esclavitud y la destrucción. Un niño, un estudiante es la esperanza y la posibilidad de sembrar un cambio positivo en la vida. En ese joven hay nobleza, hay coraje, hay razonamiento si se desarrolla en sus principios el bien, pero si se le inculca el resentimiento y el odio se construye un monstruo que solo sabe gritar: Viva la revolución y llevar adelante una protesta destructiva por imponer el aborto o el populismo en sus más variadas manifestaciones. Los venenos ideológicos se difunden con facilidad, los medios de comunicación masivos, la educación formal, las organizaciones culturales hacen su trabajo con eficacia. Envenenan el alma en nombre de un sueño utópico que al final se convierte en pesadilla.




Se asesina el espíritu, la manera más retorcida de matar lo humano. Es peor que destruir el cuerpo. Se busca emponzoñar la personalidad sembrando la naturaleza del alacrán. Se vulgariza la sensibilidad cuando se le enseña a los niños bailes como el llamado “perreo” y se aprenden las letras de algunas canciones que solo hablan de la vulgaridad, bajeza, del machismo estúpido. Se busca amputar la memoria y anular el sentido de pertenencia al abolir la historia. Se amarga la inteligencia con teorías de odio. Se busca idiotizar la racionalidad defendiendo la vida de un toro o de un conejo y se incita el asesinato de un feto con 16 semanas de vida. Se atrofia el temperamento y se entroniza la irresponsabilidad que no le importa quemar monumentos de la humanidad. Se hace el espíritu tosco, alejado de cualquier refinamiento, se rebaja la condición humana y no es extraño manifestar en medio de la desnudez física o se bajan los pantalones y se enseña el fundillo como la máxima manifestación de protesta individual ante un mundo que ellos llaman hipócrita. Se busca la droga como un camino de liberación.

Todo eso se logra cuando la educación, la cultura y la política avivan cosmovisiones (ideologías) cultivadoras del odio, del extravío, de la insignificancia, de la anarquía, de la hechicería y del resentimiento. 

Se siembra el odio y se cosecha maldad en la sociedad. Eso es lo que estamos viendo.



¿Por qué enseñarles a los niños que cualquier deseo es un derecho que debe satisfacer el Estado, y que la historia se resignifica derribando estatuas e incendiando iglesias? ¿Cuán retorcido es auparlos a despreciar el pudor, para erotizar sus relaciones y su infancia? ¿No es malvado sembrarles animadversión contra toda forma de autoridad, para legitimar la anarquía y el vandalismo? ¿Qué subrepticia maldad se anquilosa tras decirles que el sexo es ficción y el género certeza? ¿Cuán desquiciado es insistir en derrumbar el patrimonio del idioma y la autoridad de la Real Academia de la Lengua Española, para institucionalizar una policía lingüística que ideologice el lenguaje? ¿Qué tan bárbaro es meterles en la cabeza que la verdad ni existe ni puede conocerse, para relativizar el mal con base en la posverdad? ¿Por qué enfatizarles la necesidad de resentir y negar nuestra herencia hispana? ¿Para qué difundir en los menores rencor contra los valores de la religión católica y presentarles a Dios como una especie de hipérbole perversa?



También ¿Por qué convencer a las niñas que abortar (en algunos países, hasta con 16 semanas de gestación) es un derecho, pero experimentar medicinas con ratas es un crimen contra los roedores? ¿Qué se pretende al desnaturalizar la feminidad con discursos radicales, según los cuales amar la familia tradicional, el matrimonio y la maternidad son sinónimos de opresión machista, pero aborrecer al hombre, apedrearlo en protestas, desnudarse en la calle y agraviar la maternidad es civilizado? Finalmente, ¿cómo es posible que todo este desquiciamiento colectivo se enseñe y se llame educación?   

 

 

 

 

 

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