CRÓNICAS DE CÙA.
A “BICHO -BICHO” LE DIERON UN TIRO.
“Bicho Bicho” como todos lo llamaban en el
pueblo, más por cariño que por burla. Esa era una costumbre de ayer, más se conocía
a las personas por el apodo, que por su verdadero nombre. Gaudencio llegó aquel
sábado de Caracas donde pasaba la semana como empleado listero del “Plan de
Emergencia”, el régimen de empleo urgente que implementó el contralmirante Wolfgang
Larrazábal Ugueto. Bicho Bicho vivía detrás del templo de Cúa en la casa de las
hermanas Santaella, conocidas como las mejores costureras de Cùa en aquellos
años, era hijo de un ilustre maestro, casi olvidado Don Rafael Luque, de quien
nos queda el nombre de una calle en el sector Puerto Escondido.
Su
rutina de fin de semana era un tours por los principales bares de la población,
arrancaba en El Demócrata de los hermanos Delgado, pasaba por El Continental de
Don Luciano, seguía con el bar de Miguel Borrajo, ya las 7 de la noche con unas
cuantas cervezas entre pecho y espaldas llegaba al Bar El Polo atendido por “Rebulicio”
Y “Luis Sardina”, pasaba al Bar Caracas
y se comía una arepa rellena, de allí tomaba la ruta de la Cruz Verde y
exactamente frente a la Bicentenaria ceiba entraba a uno de los bares más
famosos de Venezuela, pues a diario le hacía publicidad la emisora más oída de
Venezuela: Radio Rumbos, los locutores del noticiero tocaban una marimba Tin
Tin y decían por ejemplo._
___Ultima
Hora El ganador de la Elecciones fue el candidato adeco Don Rómulo Betancourt
con el 48% de los votos, los adecos se preparan para celebrar, Don Oscar Teodoro
Paz el rey del Zamurito envió a Caracas varias cajas del famoso licor cueño. Tremenda
fiesta tiene los adecos.
Otro ejemplo: Hoy está de cumpleaños el
periodista Guido Ramón Bolívar de “Notirumbos” El periódico impreso en la radio”,
estamos invitados a su casa de Charallave para celebrar con una parrilla con
carne de Santa Bárbara y regada con varias botellas de famoso Zamurito de Oscar
Teodoro Paz, de Cúa. Tremenda fiesta.
Esa era mejor propaganda que aquel noticiero a
un tradicional licor que se venía fabricando en Cúa de los tiempos inmemoriales
y que Don Oscar le dio dimensión nacional.
“Bicho
Bicho” aquel día al llegar a la Cruz Verde cambio la cerveza por “Zamurito”, un
licor dulcito, que combinaba en una magistral fórmula aguardiente de El Yagual
con unos 50 grados de alcohol, vino dulce de cambur, azúcar agua y ciruelas
pasas. Quien lo bebía, lo disfrutaba, pero sin
darse cuenta se iba posesionado del cerebro, hasta llegar un momento en que si
se quería caminar hacia adelante, terminaban en retroceso. El “Zamurito” lo
compraban para llevarlo a los toros coleados, después de un entierro era el
sitio de reunión. E n todas las fiestas de Cúa de aquellos años no podía faltar
el Zamurito. Las precesiones de la Semana Santa llegaban al pie de la ceiba y
se estacionaban por horas, mientras los cargadores se bajan litros de Zamurito
y cerveza. Las muchachas que en esos años no tenían la cultura etílica de hoy,
sus primeras experiencias fueron con el divino licor fabricado por Don Oscar
Teodoro Paz (Q.E.P.D.). Un licor que llena toda una época y forma parte de nuestra
tradición cueña. -
“Bicho Bicho”, a quien dejamos en el bar de
Oscar, un tanto extraviado al caminar, dio varios pasos hasta que puedo llegar
a la wirllizer, la famosa Rockola, como pudo le introdujo en la ranura el
bolívar de plata para marcar los cinco discos a que se tenía derecho. “Bicho
Bicho” marcó el B-12 y se oyó la voz suave del cantante más famoso de aquellos
años, un ecuatoriano que llegó a la Venezuela de bonanza económica cantando con
un dejo de sufrimiento y despecho, los pasillos andinos del Ecuador, los
boleros, los valses y los tangos con arreglos especiales entre boleros y
pasillos Le decían el “” Ruiseñor de América” Julio Jaramillo. El disco G-12
era un tango en tiempo indefinido entre pasillo vals y bolero que él llamó “Mi muchachita”,
pero que el tango original era “Mi Mocosita”.
“Bicho-
Bicho” se queda prácticamente abrazado a la Rockola como quien llega a los pies
de una reina, casi la acaricia como si fuese su novia, se queda extasiado
oyendo aquello de:
“__Mi Muchachita no me dejes morir, vuelve de nuevo, no me dejes morir”.
Se
fue quedando dormido parado oyendo aquella canción y soñando que él era el
viejo payador que se suicidaba por amor. Era una evasión sublime, era
combinación de la cerveza y el Zamurito que producían ese estado de sopor que
permitía hasta dormir parado.
Apenas terminaba la canción despertaba y volvía
a marcar la G-12, arrancaba de nuevo “Mi Muchachita” y se repetía aquel sueño
vaporoso arrullado por la voz de Julio Jaramillo, Con los ojos cerrado
concentrado como un monje tibetano, se sentía transportado, feliz, soñando con
una novia, un amor imposible que le hacía llorar, oyendo aquel desgarrador
tango en tiempo de bolero. El acto público, casi un coito con la Rockola, se podía percibir que
había en él una combinación extraña de felicidad y dolor, en su cara había un
rictus de quien se encuentra en ese momento de la vida con ese aparato con
luces de neón importado de USA que llenaba la parte más sensible de la vida, lo
único que podía entrar en el corazón de “Bicho Bicho”, moverle su dolor que
estaba allí, esperando un pasillo o un bolero para salir de lo más profundo del
alma, una catarsis. La Rockola era más efectiva y más barata que un psicólogo,
Canciones que eran como un Himno Nacional personal, se asociaba siempre a un
recuerdo sentimental, marcaban su vida y de allí en adelante cada vez que oían aquella
canción especial sentía una sensación indescriptible, una remembranza, una nostalgia,
una combinación entre alegría y dolor que genera profunda felicidad, un grado
de masoquismo muy especial.
El
éxtasis de “Bicho-Bicho” lo cortó Don Oscar, presionado por otros clientes que
ya estaban cansados de escuchar a Julio Jaramillo y “Mi Muchachita”. Despertó
de ese estado cetónico que producía la rockola, pagó los seis bolívares de
debía por 6 Zamurito, se despidió y tomó el camino para la plaza Zamora, las
calles estaban solas, pero no había ningún peligro de encontrar algún ladrón,
eran años sanos, en que calles eran de la gente buena y las noches se podían disfrutar
con libertad.
El
domingo siguiente se celebraba el día de la patrona 7 de octubre, día de Nuestra
Señora del Rosario, entre las campanas que repicaba Don Eladio, tío de Gaudencio,
los cohetes que lanzaba Don Avelino Landa, los ventorrillos en ambas plazas con
fritangas de todo tipo, dulcería criolla, chicha de arroz y la Banda El Rosario
dirigida por don Lope Díaz Milano pasaba la mañana, después de la misa solemne.
Pero a “Bicho-Bicho” lo que le gustaba eran las mesas de juego que se ubicaban
en la plaza Bolívar, allí estaba la ruleta de animalitos, la batea de blanco y
negro, el tiro al blanco, el juego de habilidad para engarzar una argolla en el
pico de una botella, el bingo, la venta de cervezas y botellas de Zamurito, la
venta de tostadas, unas arepas rellenas cubiertas y fritas, una delicia que desapareció.
El
bullicio de la gente que venía del campo con sus frutos y amarraban sus burros
en las aceras de la casa Rosada o al frente en la bodega de Don Pablo Sierra. Llegaban
los muchachos de los pueblos circunvecinos, los “pavos” de Charallave eran los
que tenían el control de las muchachas que giraban en la plaza, en un caminar
de vueltas ,cuyo único sentido era lucir los estrenos para las “fiestas de octubre”,
coquetear, recibir aquellos piropos tan elegantes y decentes, llenos de poesía
que enamoraban a las muchachas, quienes solamente aceptaban el brindis de un
helado de mantecado o chocolate en la heladería
de Don Nicola Odi, ubicada frente la plaza Bolívar.
Aquel
día, algo raro ocurría en Cúa, el Prefecto tenía la orden del Gobernador del
Estado de reforzar la seguridad, informaciones de inteligencia señalaban que
las guerrillas podían tomar la jefatura de la Policía de Cúa. El ambiente era
tenso todos estaban nerviosos, especialmente los policías, quienes sabían que
en caso de un ataque serían las primeras víctimas, pues la consigna de las
guerrillas urbanas procastristas era matar un policía todos los días y así lo
venían haciendo en Caracas y otras ciudades. Fue una lucha cruel, sin sentido en
que se perdió una generación de jóvenes venezolanos, los cuales hubiesen podido
dar mucho al país, pero sacrificaron su vida por una utopía que terminó en fracaso
y pesadilla.
A
las 4 de la tarde se oye una explosión en la plaza Bolívar, la gente corre, se
forma un ambiente de confusión. “Bicho-Bicho” no sabe lo que ocurre y sale del
juego de bingo pasa frente al busto de El Libertador, toma hacía la esquina del
Concejo, los policías nerviosos pensaban que “Bicho-Bicho” era uno de los
guerrilleros que venía al ataque y disparan. “Bicho-Bicho” cae herido, lo
recogen y lo llevan a carrera al viejo hospital Dr. Osío de la Florida, lo
reciben las enfermeras y el Dr. Jaimes, la herida no revestía peligro
“Bicho-
Bicho” se recuperó del tiro de un revolver calibre 38, Cúa era un pueblo
tranquilo donde nada pasaba, se vivía en paz, cada quien podía salir a las
calles a cualquier hora, no había peligro. Esa Cúa se fue, solo nos queda el
simpático recuerdo de Gaudencio Santaella “Bicho- Bicho” (Q.E.P.D.), un amigo
que también se fue. Nos quedan las anécdotas de aquellos años. Los buenos recuerdos de esa hermosa Cùa, la cual,
sin darnos cuenta se nos fue.
19-03- 2016 DÌA DE SAN JOSÈ.
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