LA REBELIÒN DE LOS VIRUS.


LA REBELIÒN DE LOS VIRUS.


…” Y la gente se curó. Y, en ausencia de gente que viviera de forma ignorante, peligrosa, sin sentido y sin corazón, la tierra empezó a sanar…”
      (Kathleen O´Meara 1839-88)


Empezamos a recorrer la senda de los dioses, no teníamos límites. Las maravillas del Silicón Valley, los adelantos científicos, la clonación humana, la robótica y la manipulación genética. No sabemos si fue la Inteligencia Artificial en un gesto de rebeldía, en un laboratorio chino, una rebelión autónoma de la célula contra la perversión manifiesta del homo sapiens.
 Los epidemiólogos, los científicos tímidamente advirtieron del peligro, los llamaron aves agoreras, traidores al progreso, incluso se les castigo con despido y cárcel. Nadie podía aceptar la peregrina tesis de la inadmisible posibilidad que un mal que llamaban “Coronavirus” se podía escapar de los tubos de ensayo, de los asépticos laboratorios e iniciar la silenciosa guerra contra el género humano,

 Ni la imaginación de Julio Verne      ha podido describir el momento aterrador que estamos viviendo los humanos en estos primeros meses del año 2020. El mundo se desbordaba en inversiones que crecían, la especulación en la bolsa, las naciones poderosas por sus innovaciones crecían, la riqueza se podía palpar en un modo de vida, en la civilización del hedonismo, no había límites para manifestar el éxito en extravagancias. El hombre vivía el “control total” sobre la naturaleza, no había ya limites en el Universo, se había demostrado la verdad de la teoría de la relatividad de Albert Einstein y se profundizaba en la teoría de los Agujeros Negros del recién fallecido Stephen Hawking científico británico   El orgullo humano en su máxima expresión.
La soberbia cegó nuestras mentes y no se nos ocurrió averiguar por algo más simple: por los remedios que usó Noé para conservar la vida en el Arca. Pero es que lo simple no produce dividendos, no da ganancias. El cáncer, el ébola, el sida, fueron advertencias desoídas porque la dinámica de los algoritmos nos permitía predecir el futuro del Edén. Para colmo de la mala suerte ningún Pascal, ni un Alexander Fleming contemporáneo han encontrado, por casualidad, con la penicilina para parar la pandemia.
 Los mandatarios de las naciones poderosas con solo pulsar un botón pueden destruir medio mundo. El problema es que pueden destruir la vida, pero no hay un botón rojo para destruir la muerte. Como tampoco han sido capaces de acabar con la pobreza y el hambre. Pero con tanto poder y soberbia ahora se ven imposibilitados de evitar una catástrofe, andan a tientas, sin saber exactamente qué hacer, para ver si pueden lograr sobrevivir. No saben cómo detener la muerte. Luchan con todo para encontrar una solución a la pandemia.
 En la soberbia empezamos a transitar el camino de los dioses, nos lo creímos, vivimos en una ilusión de armonía y poder, pero a la hora de la verdad descubrimos lo que realmente somos: El Homo Sapiens, una especie que alguien llamó los “monos desnudos” El virus microscópico nos hizo bajar de las nubes, del ensueño engañoso. Nosotros, con la humildad de los creyentes, solo nos queda implorar a la Divina Providencia, conservamos la esperanza y vamos a hacer lo debido y justo: Seguir la lucha con la mayor humildad por encontrar cura a las enfermedades, encontrar la vacuna, pero todos los humanos sin diferencias puedan gozar del tratamiento, tener el sagrado derecho a la salud. El progreso no puede seguir siendo solo para algunos. Hay que humanizar al homo sapiens que se creyó Dios.
 Los poetas siempre tienen la razón, dicen la verdad con bellas palabras, pero también nos hemos olvidado de las metáforas que elevan el espíritu y nos llenan de esperanzas. Las letras reguetoneras se han impuesto Terminamos con los fragmentos de un poema de la escritora victoriana Kathleen O´Meara (1839-88) Escrito en el siglo XIX, vigente hoy.
(Kitty O’Meara, una antigua maestra y proveedora de cuidados espiritual en hospitales y hospicios, en su página web The Daily Round con un contundente poema que comienza con la frase «Y la gente se quedó en casa».)

…Y la gente se quedó en casa y leyó libros y escuchó y descansó e hizo ejercicios e hizo arte y jugó y aprendió nuevas formas de ser y paró y escuchó más en profundidad.
Alguno meditaba, rezaba, baila, alguno encontró la propia sombra y la gente comenzó a pensar de manera diferente y la gente se curó.
Y la gente se curó. Y, en ausencia de gente que viviera de forma ignorante, peligrosa, sin sentido y sin corazón, la tierra empezó a sanar.
Y en la ausencia de gente que vivía de manera ignorante peligrosa sin sentido y sin corazón, también la Tierra comenzó a curarse. Y cuando el peligro terminó y la gente se encontró sufrieron por los muertos e hicieron nuevas elecciones y soñaron nuevas imágenes y crearon nuevos modos de vivir y curaron completamente la Tierra de la misma manera que se habían curado ellos...
Dios no nos olvide y nosotros no nos olvidemos de Dios.






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