VENEZUELA ES UN PAÌS ANÒMICO.
Destruir a Guaidò es un plan de perversión donde sectores opositores y el régimen se abrazan y se complementan.
Lo peor que le puede pasar a una sociedad es verse
privada de futuro.
No hay duda de que las dificultades de la crisis económica, la polarización política, el alto grado de violencia, la migración y la separación de las familias está afectando el bienestar de los venezolanos”, dijo el reporte basado en encuestas de Gallup
Años soportando una presión sin ver la
posibilidad de un cambio, participar en elecciones que no eligen por
fraudulentas, comprobar que todo está al revés de lo normal, es perder la base
de sustentación que une al individuo con las instituciones que sostienen el
pacto social.
Esa
anómala situación social y personal generalizada en amplios sectores de la
población llevó a Venezuela a caer en un estado de “anomia”, definido por la
escuela sociológica del siglo 19 como “situaciones en las cuales un grupo
humano, un colectivo, una nación o una comunidad ha perdido cualquier sentido
de conexión con las instituciones, con las normas. La anomia se produce cuando
no se está en capacidad de sentirse parte del pacto social que implica aceptar
las normas que hacen posible la convivencia colectiva “.
Es el gobierno en representación del Estado
quien empieza a incumplir las normas, rompe el orden institucional, usa la
Constitución como un instrumento de conveniencia. Al no tener instituciones se
niega el Estado de Derecho, hay un vacío en el cumplimiento de los DD. HH, eso
obliga al individuo a una actuación de supervivencia, donde se dan la mano la
corrupción y la delincuencia de todo tipo. Sobrevivir al costo que sea.
El incumplimiento de las normas es problema típico
de la cultura latinoamericana, es la forma tropical de llevar la vida, desde el
botar una basura en la calle, no respetar un semáforo, pararse la vía a orinar,
manejar ebrio, matraquear cuando se tiene un cargo, aprovecharse de lo público
para beneficio propio, la viveza criolla. Eso es parte de lo negativo de
nuestra cultura y viene de muy lejos, pues en la Colonia se tenía una consigna
que lo dice todo “Las Leyes del Reino se cumplen, pero no se acatan” Esa manera
de ser está en nuestro ADN cultural y civilizar significa cambiar esos
negativos patrones de conducta. Es hacer buenos ciudadanos que respeten las
normas. Pero cuando son los representantes del poder del Estado quienes
incumplen toda norma, todo principio, todo valor y se crea la “Anti.
Institucionalidad”, se entra en el terreno del caos total y del irrespeto
absoluto. Eso es lo que se vive en Venezuela hoy, no hay instituciones, las
normas se ajustan a los intereses del grupo que tienen el poder y el ciudadano
recibe un impacto que le convierte en lobo para sobrevivir.
Este
caos hace del venezolano un individuo enfermo, cargado de odio si es militante
de las posiciones radicales de un lado o del otro. Hay una indisposición total
al diálogo, se quiere avasallar tanto en el lenguaje como en los hechos y
quienes han generalizado esa disposición son los partidarios de esa cosa que
llaman revolución, que no es más que empoderamiento de la mediocridad y de
todos los males venezolanos acumulados durante 500 años. No hay una sola virtud
y ese ambiente apesta, asfixia y especialmente en los jóvenes desarrolla unas
ganas infinitas y desesperadas de emigrar a cualquier parte donde por lo menos
pueda respirar con libertad.
Toda
la sociedad venezolana está asolada por el miedo, se nota en el ambiente, el
delincuente impone sus normas, no hay Estado que proteja al ciudadano. La
angustia frente al estado de inseguridad obliga a dejarle los espacios al
delincuente, todos en la casa, los comercios cerrados, las ciudades y pueblos
parecen camposantos. Carreteras donde la posibilidad de morir o de ser
secuestrado, robado, humillado, saqueado y hasta violado es aterrador,
accidentase en una carreta venezolana. Transitar en las noches es una locura y
tomar un bus un riesgo muy alto
Venezuela es una sociedad castigada por la
ANOMIA, es una sociedad deprimida, desencantada, enferma de desasosiego, donde
muy pocos tienen una visión esperanzadora de la acción política y las mayorías
sienten que están privados de un futuro mejor.
Solo la figura de Juan Guaidò representa un
giro de 180 grados, una luz en tanta oscuridad, un renacer de la esperanza, un
antídoto a este estado de anomia inducida, cuyo perverso fin es controlar la
sociedad. Es el líder de un amanecer que está cerca. Pero las aves de rapiña,
los enfermos de odio de un lado y de otro, unos porque no aceptan su liderazgo
que está más allá de los partidos, según las últimas encuestas y los otros
porque saben que Juan Guaidò como candidato presidencial significa su desaparición
de la escena política. Los amantes eternos de oscuridad hacen una alianza
tácita de odio para destruir el liderazgo de Guaidò. Los sembradores de la
desesperanza, las aves agoreras que solo ven el lado malo de la vida, se unen
en el escenario del twitero y venezolana de televisión, para literalmente
agarrar a Juan Guaidò y meterlo en el viejo trapiche que en 1998 acabó con los
40 años de democracia, la misma alianza con la máquina del mal, entre los extremos
que se odian pero coinciden en su estrategia de destrucción moral, de
descalificación. Pretenden hacer lo mismo que hicieron con Carlos Andrés Pérez
en nombre de un falso combate a la corrupción. Es muy fácil en un ambiente anómico
destruir, hay millones que solo dejan llevar por las vísceras y por un odio
irracional contra todo. No miden las
consecuencias.
Desde
aquellos años en que la propaganda de los medios grandes y pequeños generó la
destrucción de nuestra democracia, la cual tenía fallas, como todo lo humano,
pero el suicidio fue destruirla y entregar con máxima ceguera todo el poder a
un individuo desequilibrado por los resentimientos que estaba convencido que
hablaba con Simón Bolívar y con Ezequiel Zamora. Que siempre en su mesa tenía
un puesto para esos grandes comensales y para colmo de males escoge en el
momento supremo de su desaparición a un Nicolás Maduro como heredero del reino.
Solo en un país extraviado, paralizado éticamente, destruido en sus
instituciones pueden llegar a la primera magistratura ejemplares como los
mencionados, con una pésima formación, crueles en sus procederes, corruptos
hasta los tuétanos, incompetentes para cualquier administración decente.
Venezuela hoy es un país enfermo ética y
económicamente, con el tejido social destruido, con recursos millonarios bajo
la tierra. Hace falta un gran revolcón moral para salir de este estado casi
catatónico. Lo cual explica la pasividad ante tanto atropello.
Destruir a Guaidò es un
plan de perversión donde sectores opositores y el régimen se abrazan y se
complementan. Pero los venezolanos ya estamos curados de esas maniobras, de
esas manipulaciones y podemos afirmar, que de este embate de la jauría Guaidò saldrá
fortalecido. La dinámica de los hechos nos lleva aun desenlace y parece que puede ser electoral. Entonces
hay que destruir al único candidato que puede derrotar a Maduro y a sus áulicos
esa es la consigna.
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