CUA PUEBLO DE SAYONES Y
ENCAMISONADOS.
Así como se hablaba en el pasado de la terrorífica Sayona, del Carretón del Diablo,
de los Brujos que vuelan, de los Espantos y Aparecidos también existían unos
Sayones o Encamisonados que se hacían pasar por muertos para llevar adelante
sus libidinosos proyectos nocturnos. Salían a las calles en las noches enfundados en largas batolas blancas hechas con tela de sábana,
pero la verdad era que solo se buscaba el encuentro furtivo con la novia o la
amante que dejaba la puerta sin el cerrojo o la tranca para que el enamorado
pudiese entrar amparado por la oscuridad y el miedo a los aparecidos.
En Cúa hubo muchos sayones o encamisados, también hay historias de
algunas damas que salían en las noches haciéndose
pasar por aparecidos. Hay quienes recuerdan que se sentía en las noches por los lados de la calle El Malabar
y Laberinto un celaje que cruzaba la esquina y desaparecía en la mitad de la
calle, lo mismo ocurría por Pueblo Nuevo y El Limón. Por la mañana algunos opinaban
que eran almas en pena que buscaban la gracia de las 36 misas que
eran necesarias para salir de El Purgatorio y lograr el descanso eterno , otros
decían con sorna que eran vivos que solo
buscaban una puerta o una ventana abierta, para el deseado encuentro de los
enamorados. Muchos fueron los cachos y las carameras de venado que salieron de aquellos pechugones
nocturnos.
Cierto día de un caluroso agosto,
ya rockola de Don Luciano había bajado el volumen y cerrado sus puertas para que los parroquianos
disfrutaran de sus frías en la intimidad del bar, pues solo se permitían bares
abiertos hasta las 10 p.m. durante la semana, los viernes sábado y domingo hasta las 11.pm. Se oía suavemente un bolero de Leo
Marini que decía: Ayer se cumplieron 10 años… Pero en ese mismo momento pasaba
una sombra en las tinieblas de la plaza Zamora y se perdía en una de las casas
de los alrededores, en ese preciso momento salía del bar un conocido clientes y
pudo distinguir la sombra y la puerta por donde había colado. Entre los vapores
alcohólicos tomó la determinación de acercarse al sitio de la aparición, llegó
la puerta y notó que estaba abierta, sigilosamente entra y se encuentra que la sombra
que pasó por la plaza era una reconocida dama. Mayúscula fue la sorpresa de los
amantes apersogados ante la inesperada
visita del entrometido, quien lo único que dijo fue:
Lo vi todo, silencio.
La luz eléctrica acabó con los
fantasmas, con los espantos, con los sayones encamisonados, con aquellas ingenuas aventuras amorosas de una sociedad pecata, donde todo se podía hacer pero a escondidas.
Cosas que pasaron en nuestro pueblo.
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