ESTAMOS INMERSOS EN UNA CRISIS DE CONFIANZA.
El remedo electoral del 21 de noviembre deja varias lecciones,
es una fotografía de la realidad que debe ser interpretada con objetividad para
poder corregir el rumbo.
Nuestro país afronta y
enfrenta una sumatoria de crisis acumuladas y no resueltas, con la gravedad que
estas elecciones solo sirven para consolidar los males, sin aportar nada
positivo a la salida urgente que se requiere
Hablar de crisis económica
es llover sobre mojado, la crisis social, con el aumento de la pobreza hasta un
94% es una catástrofe, seis millones de venezolanos en la diáspora, sin derecho
al voto es convertirlos en ciudadanos de tercera categoría, condenados al
ostracismo. La crisis ambiental por manejo perverso de la riqueza minera nos
coloca como una nación extractiva y destructiva del ambiente. Para complemento con
los resultados oficiales de las votaciones regionales se puede afirmar que
estamos inmersos una CRISIS DE CONFIANZA que puso a tambalear las aspiraciones
de legitimidad del régimen madurista y la legitimidad política del liderazgo de
las oposiciones, para colmo divididas.
Entre los estragos que
causa la falta de confianza está la abstención de los electores que no encuentran
razones ni motivaciones para participar en una farsa electoral, donde el
denominador común es la pérdida de la reputación del régimen y de los
opositores. Ya no hay en quien creer. Las incoherencias se han convertido en
mal crónico de la oposición y las mentiras en la única verdad del régimen.
Los votantes del régimen
saben perfectamente que depositar su voto no va a cambiar en nada la negligente
respuesta de las autoridades a la solución de los graves problemas de servicios
públicos, ni a la solución de fondo de las necesidades, ni a la eliminación de
los actos de corrupción y el votante opositor con la fe y el ADN democrático
que sigue creyendo que bajo este régimen ilegítimo y dictatorial un proceso
electoral puede cambiar la cruel realidad. El problema para el régimen y para
la oposición es que no tiene forma de convencer a las mayorías, el chavismo perdió
el fuelle electoral y la oposición no es capaz de articular un mensaje serio,
unitario y atractivo que convierta las cifras mayoritarias de opositores en
votos. Reina la desconfianza. Tanto el régimen madurista y todas las
oposiciones están cuestionadas.
Cómo puede hacer la oposición
para lograr nuevamente ganar la confianza perdida, para convencer que el voto
es el único instrumento que nos queda, si se logra cambiar de verdad las pésimas
condiciones electorales.
Se percibe en la política
una actitud donde falta sentido de responsabilidad social que vaya más allá de
los objetivos partidistas o personales, el bienestar de la sociedad parece que está
en un lugar secundario. El gobierno chavista ha transformado al país en un
Estado fallido y catastrófico y la oposición sin visión, ni propósito no se aprecia
como una alternativa válida, sino un juego de “quítate tú para ponerme yo”. Hay
que cambiar esa percepción y generar confianza para motivar. La abstención no
es una posición política de carácter militante, solo es consecuencia de la
desconfianza y de acumulación de errores. Aunque la abstención opositora es mayoría
numérica, sin una concreción política no vale de nada. Hay que convertir la
desconfianza en un renacer de la fe, ese es el gran desafío de nuestros políticos.
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