LA MEGAPOBREZA.
VENEZUELA TIENE EL RECORD MUNDIAL “GUINNESS” DEL MAYOR EMPOBRECIMIENTO
EN MENOS TIEMPO.
Los premios Nobel Abhijit Banerjee y Esther Duflo, publicaron en
2011 un libro llamado “Repensar la pobreza”, Un giro radical en
la lucha contra la desigualdad global”. La atención de la pobreza se centra en
aquellos países en que el ingreso es inferior a un dólar diario. Pero se puede
uno imaginar que pasa en aquellos países, como Venezuela donde hay un salario
básico de siete bolívares mensuales, es decir al cambio de hoy 1,56 dólares
mensuales. ¿Cómo se puede vivir con ese ingreso? Puede comprar una docena de plátanos,
quizás un kilo de queso, una pasta barata. Resulta que de acuerdo a las
estadísticas hay 865 millones de personas en el mundo (El 13 % de la población
mundial) que viven inmersos en la inopia. En el caso venezolano se afirma por
organismos internacionales como la ONU que el 94% de los venezolanos viven en
la pobreza. ¿Cómo se puede sobrevivir con ese estado de necesidad colectivo? ¿Qué
viabilidad puede tener un país donde el 94% de la población vive al margen de
una incipiente economía dolarizada? ¿Cómo se puede superar la pobreza sin que
se tomen las medidas que contribuyan a mejorar las capacidades del individuo y
de las comunidades?
Hay una definición de
pobre muy sugestiva y difusa: “Pobre es quien no está satisfecho con lo
que tiene” (Marden.1993). La aproximación habitual a la pobreza ha sido desde
las carencias, lo que condiciona la perspectiva desde la cual se soluciona el
problema, y la propuesta que surge de manera inmediata es la de proveer a esa
familia de lo que requiere. Lo irónico es que esto no soluciona la pobreza,
soluciona una carencia en un momento del tiempo. Y peor aún, hace a esa familia
dependiente. Eso es lo que han hecho los regímenes socialistas radicales a lo
largo de la historia. Empobrecen para que el Estado se convierta en “proveedor”
que asiste a los que ha empobrecido. Nos recuerda aquella frase: “quebrarle
las piernas para que agradezcan las muletas” Se justifica el papel del
Estado para que asista a los pobres en sus carencias. Ese es el gran problema,
la pobreza no se puede enfocar solo como una carencia, sino como una
incapacidad para insertarse de manera productiva y sostenible a generación del
bienestar en la sociedad. No es simplemente dar de comer, hay que enseñar a
producir bienestar mediante el trabajo.
La respuesta al problema
de la pobreza es compleja, no hay una contestación simple, un individuo es
improductivo o vive en la informalidad por razones inherentes a él y por razones
sociales. Casi todas las propuestas son simplificaciones del problema.
.
Por tanto, requerimos de una aproximación científica que nos
acerque a políticas y acciones sociales basadas en la evidencia. Una
investigación sobre los determinantes de la pobreza arrojó que ésta puede ser
analizada desde cuatro factores fundamentales: 1) Las Instituciones; 2)
La generación de bienes; 3) Las capacidades económicas y sociales; 4) El
sistema empresarial.
Además, esta investigación indica que el factor institucional es
el más significativo y el que mejor explica a la pobreza. Este factor envuelve
la efectividad del gobierno, la estabilidad política y ausencia de violencia,
estado de derecho, democracia efectiva, control de la corrupción y la facilidad
para crear empresas. La investigación concluye que para que un país supere la
pobreza requiere estructuras institucionales fuertes que brinden garantías para
el desarrollo económico.
De esta manera, el problema pasa a ser cómo integrar a las
personas a la generación efectiva y sostenible de bienestar. No es tan simple
como la conocida frase de no dar el pescado sino enseñar a pescar. Se
trata de construir organizaciones sociales capaces de vincular a los individuos
a la elaboración de bienes y servicios de valor. Se trata de crear empresa.
Esto supone un rol de Estado radicalmente distinto: menos asistencialismo y más
capacidad de promover el desarrollo social desde la creación y consolidación de
empresas éticas y competitivas.
El gobierno de Venezuela
en 22 años diseño un sistema para que el ciudadano viva del aire. No hay un salario,
ese pago decretado en bolívares no se le puede denominar salario, solo es una
forma de morir de hambre. Tampoco hay un plan de jubilación, no hay seguro de
salud, ni hospitales públicos que atiendan los problemas de salud de la población.
La educación está deteriorada en sus objetivos. El sistema político solo lo
cuenta como un número que vota, pero no elige. Solo le queda la informalidad o
vivir de una remesa que le llegue del extranjero. Si quiere sacar adelante a su
familia necesita muchas habilidades para rebuscarse la vida. La pobreza pesa y
no es fácil superarla sin recibir un pequeño empujón que puede tener efectos
sorprendentes en el cambio necesario.
Por otra parte, las expectativas fuera de lugar, la falta de confianza cuando
se necesita y otros obstáculos aparentemente menores pueden tener efectos
catastróficos. Un empujón a la palanca adecuada puede marcar una gran diferencia,
pero a menudo es difícil saber dónde encontrar esa palanca. Lo que está más
claro es que no hay una única palanca para cada problema.
“Repensar
la pobreza” es un libro sobre los ricos
aspectos económicos que surgen cuando se comprenden las vidas económicas de los
pobres. Es un libro sobre el tipo de teorías que nos ayudan a encontrar sentido
tanto a lo que son capaces de conseguir los pobres, como a dónde y por qué
motivos necesitan un empujón. Cada capítulo de este libro relata una búsqueda
para descubrir cuáles son estos escollos y cómo se pueden superar. Empieza con
los aspectos básicos de la vida familiar: qué compran; cómo tratan la
escolarización de sus hijos, su propia salud o la de sus hijos o padres;
cuántos hijos deciden tener, etcétera. Se describe cómo funcionan para los
pobres los mercados y las instituciones: ¿pueden pedir préstamos, ahorrar y
asegurarse frente a los riesgos que afrontan? ¿Qué hacen por ellos los gobiernos
y cuándo les fallan? A lo largo de todo el libro se retoman las mismas
preguntas básicas. ¿Existen vías para que los pobres mejoren su vida? ¿Qué les
impide utilizarlas? ¿Es mayor el coste de empezar, o eso es fácil y lo difícil
es continuar? ¿Qué hace que las cosas sean costosas? ¿La gente se da cuenta de
la naturaleza de los beneficios? Si no es así, ¿qué es lo que dificulta su
comprensión? Repensar la pobreza trata, en definitiva, sobre lo que nos dicen
las vidas y las decisiones de los pobres respecto a cómo luchar contra la
pobreza global. Nos ayuda a entender, por ejemplo, por qué los microcréditos
resultan útiles, sin ser el milagro que algunos esperaban; por qué con
frecuencia los pobres acaban teniendo una atención médica que les hace más mal
que bien; por qué los hijos de los pobres pueden ir a la escuela año tras año y
no aprender nada; por qué los pobres no quieren seguros médicos. Y revela por
qué tantas cosas que ayer se consideraron una panacea hoy se han convertido en
ideas fracasadas. El libro también nos dice mucho sobre dónde está la
esperanza: por qué subvenciones simbólicas pueden tener efectos más que
simbólicos; cómo hacer más atractivos en el mercado los seguros; por qué cuando
hablamos de educación, menos puede ser más; por qué los buenos empleos son
importantes para el crecimiento. Sobre todo, aclara por qué la esperanza es
vital y el conocimiento es crítico, por qué tenemos que seguir intentándolo
incluso cuando el reto parece abrumador. El éxito no siempre está tan lejos
como parece.
Es
un libro que jamás leerá Maduro, porque su objetivo no es otro que solo sacar de
la pobreza a sus amigos, a sus socios. El 94% de pobreza le garantiza su
estabilidad política.
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