NUNCA HEMOS SIDO MÀS POBRES
QUE HOY.NI NUNCA FUIMOS TAN RICOS COMO LO CREÌMOS.
Para quien está pasando hambre, para quien no puede acceder a un
tratamiento médico, para quien no recibe una remuneración, una pensión o jubilación
decente; cuando no se tiene servicios de salud, ni educación de calidad, cuando
los hijos se tienen que ir al extranjero para sobrevivir, de que le sirve a
Venezuela poseer las mayores reservas petrolera del mundo occidental. Esas
reservas energéticas en el subsuelo nos están diciendo que somos potencialmente
ricos como país, pero la riqueza tiene valor en cuanto se convierte en un
instrumento de intercambio y genera una ganancia o una renta que permea a toda
la sociedad. Debajo de la tierra esa riqueza es como tener un saco de monedas
de oro, sentarse sobre él a mendigar y no poder abrirlo.
Hoy el régimen apela a la vetusta
fórmula de convertirnos en una mina de oro y coltán, con la destrucción de la
selva amazónica, peor que lo acontecido hace 500 años con la presencia del
reino de España. El dinero que producen esas minas no es para el pueblo
venezolano es para enriquecer a los militares que sostienen al régimen y para
beneficio de una plutocracia de parásitos nacionales y extranjeros que viven
del socialismo.
Los venezolanos estamos inmersos
en una desventura cultural y material, ni el petróleo despilfarrado, ni la renta esfumada,
ni la prosperidad trasmutada en pobreza le dicen al venezolano el tamaño de lo
que ha perdido. No hay manera de cuantificar el daño. Nunca hemos sido más
pobres que hoy, ni jamás fuimos tan ricos como lo creímos y pregonábamos. Vivimos
de una ilusión que se convirtió en pesadilla.
Pasaron casi 100 años de producción
petrolera y el factor cultural no nos permitió generar una economía estable,
diversificada como han hecho otras naciones con similar producción de
hidrocarburos. Hoy nos encontramos desnudos en medio del camino, con la mayor
pobreza y desamparo. Enfrentamos nuestra cruda realidad sin un proyecto claro,
Sin caer en cuenta todavía que la verdadera riqueza no es el pozo petrolero, ni
la mina sino la gente, la calidad humana, la capacidad productiva de toda la nación.
Los valores humanos y profesionales de todos aquellos que se han marchado, es
lo que sigue siendo nuestra fortuna más preciada y el potencial de cambio que
tenemos.
Debemos tomar conciencia que la riqueza material es un instrumento de
progreso, no un fin. Ojalá que esta dura experiencia, que este accidente de
nuestra historia no ayude a despertar, a ver las cosas con realismo, a poner
los pies en la tierra, a no seguir confiando en cuentos de camino, ni en magos,
ni taumaturgos que ofrecen el cielo y conducen la infierno.
El factor cultural solo se puede cambiar con educación de calidad, allí está
la solución. Un proyecto de país con una educación que nos convierta en lo que debimos
ser hace muchos años. Hemos perdido un tiempo precioso y nuestros políticos,
con honrosas excepciones, siguen creyendo que aquí no ha pasado nada, que ellos
luchan, no por un cambio de sistema, sino por que exista una convivencia entre
un proyecto destructor que terminó con Venezuela y una agenda de “transformación”
nacional. Lo cual es una paradoja o una estafa. Jamás el chavismo puede formar
parte de la solución de nuestros problemas, porque esa forma de ver la vida es
el problema, No son los chavistas como personas, es su visión de país. Deben
cambiar su manera de concebir a Venezuela.
Sin un cambio radical, nos
hundimos en la conocida historia de una nación fracasada, sin viabilidad, en un
Estado fallido. Tal vez una mina más para beneficio de otras naciones y de un
reducido grupo de los amos del poder.
¿Será esa nuestra vocación histórica,
después de tanto alardear de bolivarianismo y de gestas heroicas?
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