NO
SOMOS SUIZOS.
LA MARGINALIDAD NO ES UN PROBLEMA DE FALTA DE DINERO.
Un político venezolano, dijo hace varias décadas “NO SOMOS SUIZOS”,
HACIENDO REFERENCIA A NUESTRO DESORDEN o nuestra forma de enfrentar la vida.
Lo que ha pasado por casi cien años, es que como
nación jamás entendimos lo que significaba vivir en país mono productor de petróleo.
Sobrevivimos en torno a un desorden, empujados por la renta petrolera, un maná
de la tierra, un regalo de la naturaleza que influyó de manera determinante
para crear una sociedad “Sui generis”, muy peculiar, donde convivía la pobreza
mental (marginalidad) con el uso y abuso de cuanto aparato se podía comprar por
su precio (barato con relación al dólar). Pero al mismo tiempo se estaba generando,
no un proceso de integración y movilidad social, sino de descapitalización social,
donde se tenía dinero para comprar cosas, pero se cabalgaba sobre la
marginalidad del rancho improvisado, de viviendas sin servicios.
El Banco Obrero desde los años 30 inició un
proceso de urbanización popular, pero por cada casa o apartamento que se construía,
llegaban 100 familias del interior y de los países vecinos. Estuvimos durante
40 años importando marginalidad, sin integración. Allí estuvo nuestra gran
falla, se formaron dos Venezuela. La que se integró con la migración europea,
que logró movilidad social por educación y trabajo, que aprovechó las
oportunidades que daba el país petrolero y la otra, la que jamás pudo salir del
rancho y se mantuvo en ese estado cultural de minusvalía que es la
marginalidad.
Ahora hay màs pobres
Los sectores demagógicamente llamados
populares, con sus precarias condiciones psico sociales, con baja calidad de
vida, se convierten en un fenómeno masivo y urbano. No hubo forma, ni voluntad durante
décadas de lograr la integración de la sociedad venezolana, solo el régimen dictatorial
de Marcos Pérez Jiménez, (1953-1958) lo intentó por la fuerza, tumbando ranchos
y construyendo super bloques como los del 23 de enero. Esa fue una de las
causas de su derrocamiento, barriadas como San Agustín, La Charneca y el Guarataro fueron en
los días del 23 de enero quienes hicieron una férrea resistencia de lucha
callejera a la Guardia Nacional y a la
Seguridad Nacional que obligó a las FF.AA a darle la espalda al general Pérez Jiménez
y la motivación de esas barriadas era que no quería salir de los cerros, no querían
dejar los ranchos que ya estaban censados para tumbarlos y convertir ese sector
en un gran parque con el primer centro
comercial de América llamado El Helicoide, en la Roca Tarpeya. Hoy convertido
en una ergástula del régimen. chavista. No hubo posibilidad de aplicar jamás una
ingeniería social en ese creciente sector la vida venezolana, el cual, al final
de crisis de los 90 llegó al poder con un militar populista, enamorado por el
comunismo, lleno de resentimientos y narcisismo. Con Hugo Chávez triunfa la marginalidad,
no es que él representara a ese sector social de la vida nacional, como ocurrió
con el general Perón en Argentina, es que él y su grupo son la marginalidad, el
desorden y la corrupción que se hicieron con el poder de la república. La
democracia falló en el proceso obligatorio y necesario de integración y la
marginalidad se impuso sobre la formalidad con las consecuencias que hoy
estamos padeciendo. El país que se construyó con la renta petrolera se esfumó, desapareció,
se fue al exilio, Se impuso el país marginal, con su mentalidad, con su carga
de prejuicios. Allí no funcionan las ideologías, sino una concepción primitiva de
la vida y de las instituciones. Esa es la razón de la destrucción física y
moral del país, durante estos 22 años de chavismo. Lo que está planteado en
Venezuela, no es tanto una lucha política por el poder entre iguales que tienen
enfoques diferentes, lo que esta planteado es una lucha cultural de carácter secular,
donde país formal, que debería ser el
dominante se dejo absorber por el país marginal, el cual impuso sus usos y
costumbres, por eso de ranchificò la infraestructura nacional, por eso los
servicios no funcionan, por eso no se recoge la basura, los hospitales y las
escuelas se caen literalmente a pedazos Todo el país se convirtió en una gran
rancho, en una favela, en una villa miseria. Los cerros bajaron a imponer su
manera de ver la vida a toda la sociedad venezolana.
El país formal no puede seguir ignorando esta realidad olímpicamente, aquí el problema y su solución está mucho más allá de unas elecciones donde lo único que se puede compartir es la pobreza generalizada. En este ambiente las elecciones para buscar un cambio no funcionan. La marginalidad dominante no es un fenómeno solamente político, es un hecho cultural. Hay una brecha cultural profunda, es allí donde hay que actuar con claridad y valentía. Este grave problema debe ser resueltos con la asesoría de equipos multidisciplinarios y multipartidistas de alto nivel, guiados por genuinos estadistas de espíritu republicano.
A falta de petròleo estamos exportando marginalidad
Es un proceso complicado
que necesita del auxilio de organismos internacionales y de países amigos que
entiendan que en medio de esa brecha hay un profundo abismo cultural imposible
de resolver con diálogos políticos o hechos electorales solamente. Eso no pasa de un maquillaje, una equivocación
más.
LA POBREZA ES LO ÙNICO QUE CRECE.
El régimen madurista es el desorden, vive y se alimenta del desorden, ese es su hábitat natural, nada que llame al orden, a la compostura, al arreglo de las cosas le interesa. Por eso los métodos inventados por la diplomacia y la democracia mundial no funcionan en Venezuela. Nadie le puede cambiar el cerebro torcido a un Maduro, a un Diosdado, a un Padrino. Su enfoque unívoco es su pobreza mental, con el agravante que están enfermos e intoxicados de poder, soberbia y dinero. Solo hay una manera de acabar con esto y nadie está dispuesto a pagar el costo, por eso estamos condenados a seguir en la mediocridad y la marginalidad, Definitivamente no somos suizos.
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