ESCRIBO. LUEGO EXISTO.
Desmigajar palabras en
la computadora es una tarea que me he fijado sin ser un escritor, es la forma que
tengo de drenar mis angustias, de aportar la experiencia de los años que nos da
un barniz de sabiduría, después de tantos años de majaderías.
Este escrito con la aspiración de crónicas las
descargo cada día como una catarsis de equilibrio, no esperando la aprobación o
el rechazo de los pocos lectores que pueda tener. Jamás utilizo la fórmula de
direccionar mis escritos, parto del principio de la libertad del lector para
escoger lo publicado en facebook. Madrugo porque estoy acostumbrado a levantarme
antes que salga el sol, las ideas me fluyen con mayor facilidad. Mis escritos
son concebidos distante de mi tierra, en la tranquilidad de la ruralidad, pero
con el cerebro y el corazón en ese pedacito del mundo que llaman Venezuela.
En este tiempo de dolor
compartido mi pensamiento está presente en la brisa del Este, en las arenas de
las costas, en los samanes, araguaneyes, bucares y apamates; en la bondad de un
pueblo que sufre, en el recuerdo de mi familia, mis amigos, de tanta gente que
no tengo el placer de conocer en lo personal pero que siento tan cerca. Es magia
de la comunicación en el mundo globalizado que permite decir que tengo cientos de
amigos, pero lejanos en espacio.
Desde siempre o mucho antes de saberlo mi vocación
es comunicarme, solo que ahora tengo algo que decir, siento la necesidad de expresarme,
es la angustia de vivir una tragedia colectiva, más allá de las posibilidades
de ponerle fin. Solo me queda a mi edad escribir con soltura, con sinceridad,
ajustado a un pensamiento que, como todo lo humano está cargado de errores,
pero es un compromiso vital, en la recta final de la existencia, donde se refleja
el anhelo de cambio antes del final inevitable. Es la apuesta con el destino, donde
se tienen todas las de perder. Es seguro que esta desgracia no es para siempre,
pero muy difícilmente mi tiempo físico lo pueda ver.
Quizás con una dosis de natural egoísmo uno
escribe para estar un poco por encima del olvido. No pretendo la trascendencia,
pero si la necesidad de hacer memoria, de abrir un camino para tiempos mejores.
Soy un optimista consumado en medio de un mar de pesimismo y desesperanzas.
La lucha es recoger lo que vale la pena para
que no se lo lleve el olvido y la desmemoria, vendrán otros que lo hagan mejor,
pero uno deja la semilla. Es el duro trabajo en solitario de ser actor de uno
mismo, con el peso de la memoria. Es asombroso lo que se puede hacer sobre una
hoja en blanco, si uno tiene la disposición y la voluntad, es articular palabras
para intentar hacer reminiscencias o despertar conciencia
Por ahora sobrevivimos en la lejanía, pero
necesitamos el calor que achichara los campos y casi derrite asfalto, necesitamos
ver los montes, conversar con la gente, compartir las carencias de lo mas elemental
para la vida como es el agua, la electricidad, el gas, el combustible. Esa es
nuestra cruel realidad del presente, sobre la cual también necesitamos hacer
memoria, para no volver a tropezar con la misma piedra.
Nos toca ser juglares de un mundo en
decadencia, somos los que anunciamos un amanecer luminoso, es una ambición que
puede estar más allá de nuestras fuerzas, pero es lo único que nos justifica.
Quiero agradecer a quienes se toman la
molestia de leer mis crónicas y en especial para quienes se manifiestan con un
comentario, de aprobación o de rechazo, reconozco a quienes simplemente colocan
un me gusta. Pero el mismo tiempo hay muchos que leen y su manifestación es un
silencio total que pone una muralla en la más sublime manifestación humana que
es la comunicación. Lo deduzco por el conteo de lectores en el Blog. Se respeta
el silencio, pero siempre hay algo que decir, somos seres que nos comunicamos.
Muchas gracias a todos.
Gracias a Usted Profesor. Siempre guía y luz de ideas; guía en los pasos y luz para el que emprenda el camino. La palabra: una de las mejores armas de la civilización.
ResponderEliminarNo hay cansancio en la palabra, se puede repetir cuántas veces sea necesaria. Quién siembra recoge y aunque no veamos los frutos sabe usted que la semilla está puesta, si otro riega, vamos entre todos haciendo la faena.
Decía Kotepa Delgado: "escribe que algo queda". y bien lo hace Usted.
Gracias por tu comentario siempre he tenido es fe en la natuaraleza humana, somos mejores que lo que aparentamos, pero no nos damos cuenta.
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