“Cuando éramos felices,
pero no lo sabíamos”
La
desgracia nos da capacidad de valorar el tiempo anterior al desastre. Es muy
triste comprobar que el pasado nos dio la felicidad y el bienestar y que hoy
estamos peor que ayer.
La trampa de la felicidad, radica en que nunca somos
conscientes de ella. Cuando tomamos consciencia de lo que significa, solo
nos queda la cruel experiencia y las añoranzas de lo que jamás volverá a ser.
Una frase que caracteriza al venezolano de hoy,
como aquella frase de los años 70 y 80 “El ta`. barato dame dos” Ayer, la
Venezuela del facilismo gracias a una renta petrolera que parecía inacabable,
con un dólar barato que permitía comprar bagatelas y generaba una falsa sensación
de estabilidad y seguridad económica. Hoy, una tragedia que se llena del duelo
de un país que se lo tragó un mal gobierno, hasta llevarlo al exterminio físico
y moral. Quienes ayer lo disfrutaron, hoy lo padecen. Quienes lo conocieron en
la etapa de bienestar, no lo pueden creer Nadie en su sano juicio podía pensar
que una nación relativamente próspera y envidada por sus vecinos podía convertirse
en una covacha de pobreza y que sus habitantes para sobrevivir tuviesen que
huir a cualquier parte del mundo. Lo más triste que países como República Dominicana
o Panamá, a los cuales la bonanza económica de Venezuela les mató el hambre por
décadas y los recibió como hermanos, hoy rechazan al venezolano y le exigen
requisitos absurdos para otorgarles una visa humanitaria. Así pagan los
desagradecidos. Pero nuestra desgracia no es para siempre y hay que tomar nota
de quienes han sido solidarios y quienes nos han visto como leprosos, eso no se
puede olvidar. La vida da muchas vueltas, sobre todo cuando los comunistas de
Foro de Sao Paulo están al acecho para destruir la economía de las naciones que
están en su larga lista. República Dominicana o Panamá están en ese inventario
de la devastación y sus habitantes, Dios no lo quiera, puede que les toque
vivir la misma miseria que hoy padecen los venezolanos y para dónde van ir.
La realidad de la frase se reduce a cifras:
Un venezolano que en 1980 compraba un dólar
con 4,30 bolívares. Hoy, con hiperinflación y la devaluación acumulada durante
22 años sufre la trasmutación del bienestar a la pobreza, de la riqueza
colectiva a la miseria social.
Un dólar hoy es igual a 100.000.000.000.000 bolívares
fuertes o como se les quiera llamar. No importa que se le quiten 14 ceros y se
maquille al bolívar difunto. Esta fue la moneda más poderosa, después del dólar
durante más 60 años, hoy es la momia de las monedas del mundo y quien gane su
salario con esa moneda está condenado a la pobreza atroz.
Por eso éramos felices y no lo sabíamos, la economía
y la política se la dejamos a los peores. Cómo nos podemos quejar.
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