NEGOCIAR PARA COMPARTIR EL PODER ES UNA MENGUA.

 

    ¿NEGOCIACIONES O CHANTAJE?

           EL TUTELAJE CUBANO.



 "Pan no hay y el circo tiene su dueño".

El francés Émile Boirac acuñó el término Déjà vu en “El futuro de las ciencias psíquicas”, para referirse al fenómeno que pueden presentar los seres humanos cuando sienten la fuerte sensación de que un evento o experiencia que se vive en la actualidad se ha experimentado en el pasado.



Qué diferencia tiene esta negociación de hoy, entre el régimen y la oposición, con las tantas negociaciones que hemos vivido los venezolanos en 20 años, desde la OEA en Caracas con la presencia del presidente Gavidia Trujillo, Suecia, Noruega, Barbados, Madrid, República Dominicana, todas son una historia repetida de fracasos y la razón es muy simple en esas negociaciones no estuvo, ni está presente el verdadero factor de poder de la izquierda que es Cuba.

La negociación en Venezuela debe ser para recuperar la democracia no para limitarla, ni mantener eternamente en el poder al chavismo, ni puede ser una negociación para compartir cuotas de poder a cambio de ausencia total de alternabilidad. Solo la salida de chavismo madurismo puede salvar a Venezuela, a los países vecinos e incluso a los mismos EE. UU, el cual peligra porque Venezuela se ha convertido en una base de terroristas fundamentalistas y narco guerrilleros.  Lo que vive Venezuela es una catástrofe mayor que genera la Covid-19. Nadie en su sano juicio puede negar que Venezuela es una calamidad de dimensión mundial, algo sin precedentes en Hemisferio Occidental, incluso China y Rusia, por razones económicas y comerciales no les conviene una Venezuela en ruinas, un país con una población en la miseria no es negocio para nadie, no hay mercado. Solo Cuba, la cual, también vive de la pobreza y las miserias no le conviene que Venezuela se libere del   castro-chavismo. 



Hay un tutelaje cubano a cambio de dólares. Millones ha costado la compra de una experiencia totalitaria (como el know-how de una franquicia política). Cuyo fin es enseñar todas las mañas y bellaquerías para conservar el poder en medio de la pobreza más atroz.  Veinte años les costó llevar al país a la ruina total, condición indispensable para que el modelo cubano, ahora venezolano funcione. El totalitarismo pro fidelista no se la lleva bien con la prosperidad, ni con el progreso, ni con la civilización. Mientras más pobre y miserable es una nación   es más fácil controlarla y dominarla por hambre. Por eso el castro-chavismo empieza su demolición económica y social desde antes de llegar al poder, como están haciendo en Chile y Colombia con la vandalización, los saqueos, la siembra del odio, la ruina, con la quiebra de miles de empresas y negocios.  Se unen los efectos de la pandemia con la peste de la violencia política para debilitar a los gobiernos democráticos y llevarlos a una crisis económica y social que le hacen perder las elecciones, más temprano que tarde caen en manos de la franquicia castro chavista. 



Las crisis económicas no afectan a los totalitarismos de izquierda, pero son letales con las democracias. Los desajustes macroeconómicos no hacen mella en este tipo de dictadura, Cuba tiene 60 años de miseria creciente, Zimbabue, lleva 40 años como Estado Fallido y el 90 % de la población vive con menos de dos dólares diarios. Venezuela empieza a transitar esa autopista de indigencia total, entra a formar parte del club de los países en bancarrota, quebrados y negociando siempre para seguir imponiendo su miserable modelo. Este tipo de dictadura no negocia para cambiar, lo hace para mantenerse, pueden entregar algunas cuotas de poder, compartir gobernaciones, alcaldías que de todas formas las controlan con la asfixia presupuestaria, la violencia y los famosos tutores o protectores.



 Se debe tener claro el fondo del problema, mientras Cuba no quiera, no hay cambio en Venezuela. Ya No somos una nación independiente, ni tenemos soberanía. El régimen depende de China, de Rusia, de Irán y del tutelaje político directo de Cuba como operador y la oposición depende de las señales que hagan EE. UU y la Comunidad Europea. Uno no entiende que se celebra el 5 de julio, ni que razones hay para conmemorar el 24 de junio  el Bicentenario de la Batalla de Carabobo, si ya no somos una nación independiente. Simón perdió su gran esfuerzo.

 Hemos llegado un punto tan triste en nuestra decadencia que no se debe hablar con los payasos sino con los amos del circo.

 

 

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