EN EL DÌA DEL TRABAJO.
EL NEGRITO DEL BATEY.
El trabajo es la actividad
personal en el cual el ser humano emplea sus fuerzas físicas y / o mentales en
orden a la obtención de algún material bien útil o espiritual, distinto del
mero placer derivado directamente de su ejecución”.
Un conocido merengue dominicano
se puso muy de moda a finales de los años 50. “EL NEGRITO DEL BATEY”, interpretado
por la Sonora Matancera en la voz de Alberto Beltrán. En una de sus estrofas resumía
el himno del flojo, de esa falsa filosofía, tan nuestra que hace del trabajo un
castigo bíblico.
“A mí me llaman el negrito del batey
Porque el trabajo para mí es un enemigo
El trabajar yo se lo dejo todo al buey
Porque el trabajo lo hizo Dios como castigo”.
La verdad es ese resabio se pierde en los tiempos.
En casi todas las lenguas (griega, latina, romances, etc.) la palabra que se
utiliza para expresar la actividad laboral de una persona proviene de una raíz
que originariamente significaba algo desagradable y penoso, algo así como un castigo. Así,
por ejemplo, el término griego ponos indicaba un gran esfuerzo y de larga duración; el labor latino
deriva del verbo labo , que significa vacilar bajo un gran peso ( labor está
muy próximo a dolor , de tal manera que Cicerón se toma la
molestia de explicar los matices diferentes del significado de ambos términos
en cierto sentido sinónimos); el término castellano trabajo (y
sus paralelos en lenguas romances:travail, trevall, travaglio ) deriva del término
latino tripalium (tres palos), una especie de cepo formado
por tres palos, que, primitivamente, servía para sujetar a los bueyes y
caballos a fin de ponerles herraduras, y later, fue utilizado como instrumento
de tortura para castigar a los esclavos ya los reos de ciertos crímenes
Con esa carga semántica se puede explicar el por qué
popularmente se toma el trabajo como castigo. Si en nuestra América colonial el
trabajo era cuestión de esclavos, de libertos, de gente baja condición social y
los blancos criollos se sentían orgullosos de no trabajar, aún como amos, sus
haciendas y comercios eran atendidos por blancos de orilla. mayordomos y
pulperos no eran bien vistos, eran considerados de clase baja, aunque fuesen
blancos.
Doscientos
años de historia nos costó darle al trabajo la revalorización de una actividad
necesaria y útil para el ser humano, el nacimiento y desarrollo de la clase
media venezolana, de los profesionales, emprendedores, comerciantes, ganaderos,
agricultores, empresarios y una clase trabajadora sindicalizada, bien
remunerada, con oportunidades de estudio y superación para ellos y para sus
hijos. Esa ha sido, quizás la mayor conquista social que nos legó el sistema
democrático representativo de los vituperados 40 años (1958-1998).
Con la
llegada en 1999 de llamada revolución socialista del siglo XXI, se inició un
proceso demoledor de la clase media, se cuestionó la propiedad privada, se controló
la iniciativa y el emprendimiento, se centralizó el poder, se acabó con el
sindicalismo democrático, se prostituyó el concepto del trabajo cooperativista,
al promover un sistema de colectivos controladores sociales que están por
encima del orden legal, donde el trabajo dejó de ser un valor de progreso y se
impuso el saqueo y la destrucción de instalaciones, maquinarias, equipos,
mercados y activos de empresas y fundos expropiados, hasta llevarlos a la más
completa ruina.
No
conformes con ese proceso demoledor de la iniciativa privada y del trabajo que cerró
más del 80% de empresas y comercios, que lanzó a millones de venezolanos al
desempleo, a los pocos que se mantuvieron trabajando milagrosamente, le
expropiaron la capacidad de compra y el valor de la moneda nacional con un
proceso de hiperinflación que puso a los empleados públicos y a quienes ganan el
salario mínimo a obtener ingresos de uno y dos dólares mensuales, unos bonos de
dos dólares con una canasta básica en el orden de los 400 dólares mensuales.
Esa ha sido la estocada final al concepto del trabajo respetable y honrado,
para sobrevivir el trabajador venezolano cae el mercado negro, en la viveza
criolla, en el rebusque, hasta en el delito y la prostitución. Se heredó la
formula cubana, no solo del sistema perverso de explotación del Estado a sus
ciudadanos, sino las mañas de los cubanos para rebuscarse la vida y no morir de
hambre, entre las que se destacan las famosas jineteras. Es la desvalorización total
del estudio, de la clase media progresista, del trabajo creativo, del
emprendimiento, de la iniciativa privada. Una sociedad donde el trabajo no es
un valor de realización humana de progreso y felicidad, está en un estado de
anomia y a punto de desaparecer.
En Venezuela
el trabajo ya no es fuente de felicidad, ni le da sentido a la vida, es un
verdadero castigo. El salario no sirve ni para pagar el pasaje, no hay
seguridad social, ni seguro de vida, ni seguro de salud. El trabajo como dice
el merengue de Medardo Guzmán se convirtió en enemigo y en castigo social.
El trabajo
bien llevado y bien remunerado es una bendición de Dios, es el progreso de la
humanidad.
No hay
nada más noble que ganarse el pan con el sudor la frente, pero ganarse el pan,
no morirse de hambre trabajando, tal como pasa hoy en Venezuela, Casi siete
millones de venezolanos han optado por salir del país a buscar oportunidades en
otras tierras, un exilio forzado por hambre y necesidad.
. El trabajo no solo
es una manera de ganarse la vida, sino que también es la manera en que
invertimos nuestro tiempo para desarrollarnos, crecer y progresar. Un
hombre o mujer se desarrollan en la medida en que crecen en virtud y en
excelencia, en la realización de sus labores.
Venezuela tiene hoy las mayores cifras de
desempleo de América y el salario mínimo más bajo del mundo.
Con qué moral se puede celebrar el día del
trabajador, cuando el régimen es enemigo del trabajo y del trabajador y su
objetivo es exterminarlo.
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