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“LA VIOLENCIA ES EL ARMA DE QUIENES NO TIENEN
RAZÒN”.
Esta consigna estuvo muy de moda en los años 60 cuando
Fidel Castro se dedicó a financiar y auspiciar la desestabilización de la naciente democracia venezolana. el gobierno de Don Rómulo Betancourt aplicó medias que terminaron derrotando a las guerrillas rurales y urbanas que operaban en Venezuela. Fue la derrota de la izquierda violenta que pretendía adueñarse del petróleo venezolano para financiar sus locuras revolucionarias. 40 años después lo lograron con la llegada al poder mediante elecciones de un militar fanatizado por el comunismo llamado Hugo Chávez.
Douglas Bravo y Ali Rodríguez Araque.Hay
abundantes evidencias de que la izquierda irredenta, la misma que le echó
gasolina al Caracazo y nunca se enteró de la caída del muro de Berlín, está
detrás de buena parte de la violencia que se ha registrado en América Latina.
Los colectivos del régimen venezolano y los organizadores cubanos –más otros
grupos voluntarios, malandros incluidos, que reciben un sueldo por sabotear-
tienen gente infiltrada en las multitudes y en muchos casos son los que
promueven las quemas, los saqueos y los mandarriazos: a la señal convenida
comienza la acción de los agitadores hasta que brota la primera chispa o cae el
primer muro. Ahí se produce el contagio hacia la masa y un sector de la gente
que iba en paz con su pancarta entra en una suerte de éxtasis demoledor que lo
dirige a pisotear, romper, quemar, robar y agredir. La violencia cae en una
espiral que se alimenta tanto de los agitadores como de la represión inevitable
de las fuerzas del gobierno, mientras la libertad de expresión termina en
tragedia con heridos y muertos. Cada quien dice lo que le conviene.
La
violencia no es una idea política ni es exclusiva de la izquierda, la derecha o
el centro. La violencia es lo que se ejerce cuando los argumentos, ni la razón existen
y los líderes no tienen nada que decir. La violencia es el arma de los que no
tienen razón. Cuando personas aparentemente normales son azuzadas por
delincuentes financiados y de repente se dan cuenta de que no les gusta su forma
vida, o que sus mamás no las quieren o que tienen una factura muy grande contra
el cosmos: y como no hay quien pague ni devuelva la felicidad perdida, los
dolientes se lo cobran a las estaciones del Metro o Transmilenio, los palacios
de justicia, a las estaciones de policía o a los comercios que se cruzan en el
camino. Es la siembra del odio con una aparente excusa social, problemas por
resolver siempre hay, deudas sociales como excusas sobran. Aunque suene “conspiranoico”,
siempre parece haber alguien al final de la cadena de violencia que se
beneficia del desmadre –digamos que el foro de Sao Paulo o el narco guerrillas
o la izquierda jurásica que renace como una momia a lo largo de todo un Continente,
cuya principal característica es tener instituciones débiles y hasta cierto
punto fáciles de destruir. Ya hay regímenes de izquierda bien instalados en
Cuba, Nicaragua y Venezuela. Argentina sigue con su cáncer peronista. No es
necesario hacer un master en la universidad de Harvard para informarse sobre la
oferta de esos países controlados por la izquierda. Solo es retórica desgastada,
pobreza y corrupción. La concentración del poder en una mafia política que se
apoya en las armas y se alimentas con negocios turbios. Esas dictaduras tienen
sus defensores en los indignados, en los violentos, en los saqueadores, en la
barbarie inducida. Es una rabia suicida.
Solo en unas elecciones libres los pueblos pueden escoger a sus verdugos
mediante el sufragio. Tomar el ejemplo venezolano de elegir lo peor, para terminar,
dando lastima y generar una risa socarrona de quien comprueba como una urna
electoral se convierte en un patíbulo
Toca a los partidarios de la civilidad, independientemente
de sus visiones políticas defender la institucionalidad en peligro. Hay que
hacer un frente en toda la América para impedir que la barbarie se convierta en
un modo de vida. Tal como ocurre hoy en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Las
democracias tienen mecanismos para su defensa, sin caer en el juego del gato y
el ratón. Democracia con mano fuerte y energía es el reclamo, la debilidad solo
conduce al caos y la anarquía. No es estar en contra del diálogo, es con quién se
va a dialogar, no hay interlocutores que realmente representen al universo de
inconformes y protestantes. Es una hiedra de mil cabezas, alimentada por
intereses muy diversos.
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