PARA SALIR DE MADURO
SE NECESITA VERDADERA RESISTENCIA.
Ya este viacrucis del pueblo venezolano se
hace demasiado largo, insoportable, no se ve una luz al final del túnel. Los líderes
opositores, con muy contadas excepciones, actúan como si estuviésemos disfrutando
de una “medio democracia”. Parece que no caen en cuenta que esto es algo más
que una dictadura, no perciben la presencia de un sistema hegemónico de
izquierda que se ha convertido en régimen atroz, corrupto hasta la médula,
dispuesto a cualquier barbaridad con tal de no dejar el poder.
Sin embargo, uno puede ver por las redes como
el país se va metiendo en una campaña electoral surrealista, de “un casa por
casa”, ganado el apoyo y los votos[21] para quienes aspiran cargos locales y regionales. Una
campaña diseñada bajo los esquemas democráticos, tocar puertas, repartir
arepas, ayudar en medio de la mayor miseria, sembrar la esperanza en que un líder
representativo y democrático va arreglar esta locura de país. Es un esquema de activismo
político no sería criticable si estuviésemos en la normalidad de un sistema democrático,
donde se busca el favor del votante y hay garantías de honestidad electoral. En
la Venezuela de hoy para que funcionen unas elecciones que garanticen un
verdadero cambio de rumbo y de alternabilidad en el poder, es necesario una
super presión sobre el régimen para que acepte unas condiciones electorales que
a ellos no les conviene, ni las admitirán jamás por la buenas. No hay en este
momento ninguna razón para que el régimen madurista haga unas elecciones libres
y con resultados que les saquen del poder de Miraflores. Pueden hacer elecciones
regionales y planificar la entrega de algunas alcaldías y gobernaciones bajo
sus condiciones políticas, impuestas y administradas por ellos. Esas no son
elecciones ni “medianamente libres”, ni mucho menos aceptables por una oposición
seria.
El trabajo político que no ha hecho la oposición
es sembrar en el pueblo el necesario sentido de RESISTENCIA.
La resistencia no va de la mano con la
desesperanza, ni con la sumisión que tolera todos los abusos. La resistencia
implica un cierto grado de orgullo que a veces el hambre vence y se impone la
dictadura con una bolsa de comida y unos bonos miserables. Resistir significa
una actitud que jamás se entrega, ni agradece a la mano que mata el hambre, que
usa perversamente la pobreza como instrumento de dominación. Es un grado de
conciencia que hoy se encuentra difuminado entre tinieblas y que tiene a su máximo
exponente, entre otros, a un Franklin Brito quien prefirió morir que entregarse
al régimen. Una actitud que muchos califican de locura porque no la entienden
en su justa dimensión. La situación es tan grave éticamente que vivimos la hora
de los héroes que llegan al sacrificio o de los villanos que conviven con sus
amos.
Si, hay que visitar los barrios y
urbanizaciones, no para pedir votos, sino para organizar al pueblo desde su
base, fortalecer los grupos sociales, las instituciones de la sociedad civil,
las organizaciones sindicales, los trabajadores, los estudiantes, los docentes,
las iglesias, las universidades y los mismos partidos políticos. Organizar la
resistencia para crear una poderosa red que pueda vencer la imposición comunitarista
impuesta desde arriba. Es apoderarse de los llamados consejos comunales, labor
sumamente difícil cuando no hay conciencia de la lucha y la resistencia la rompen
las dádivas y la voluntad no resiste un bono. Es un trabajo duro y peligroso,
pero necesario.
Se necesitaría un grado de conciencia que también
presione a los opositores para que cumplan sus promesas y su palabra. Llevamos
dos consultas populares donde el pueblo ha manifestado mediante el voto su
mandato de poner fin el régimen y sin embargo todo ha sido letra muerta. Han
montado un circo y no han cumplido. Ahora llaman a unas elecciones sin garantías
y se convierten en parte del régimen, pues los partidos y los candidatos que
van a participar necesitan la bendición de Maduro, de su TSJ y del CNE. Un
teatro más de muy baja factura, pero crea en algunas falsas expectativas.
Hay que entender de una vez que la resistencia
contra el régimen de Maduro no es un capricho de unos locos “guariberos”, es un
mandato constitucional y el resultado de dos consultas que lo desconocen por ilegítimo
y de un mandato claro para poner fin a un régimen catastrófico en todos los órdenes.
Esa debe ser la campaña permanente de los políticos opositores, si son
consecuentes con lo que han predicado durante veinte años.
El pragmatismo político, sin un mínimo de principios,
se convierte en un vulgar colaboracionismo. La presión internacional sin una articulación
opositora a lo interno que haga verdadera resistencia no vale de mucho para el
cambio deseado y está demostrado con los hechos.
Para salir de este régimen se necesita
coherencia, capacidad para manejar varios tableros a la vez, un profundo deseo
de libertad y una actitud de permanente desafío al régimen. Si el liderazgo se
arrodilla, se entrega y se siente vencido, cómo se le pide al pueblo una
actitud diferente. Sin resistencia no hay salida. Olvídense que vamos a tener
una ayuda efectiva, más allá de una solidaridad. Si no hay un cambio pronto, terminará
quebrándose a favor del régimen.
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