ENTRE EL MIEDO Y LA ESPERANZA
El imperio del miedo.
Tenemos ya un año luchando contra un enemigo
invisible, definitivamente nuestra vida cambió más en 360 días que los últimos 50
años. Durante este duro período ha salido a relucir los valores fundamentales
de la humanidad: El sentido la solidaridad, la espiritualidad, la brevedad de
la vida, la importancia de las ciencias, el valor de los profesiones médicas y
sanitarias, a inutilidad de algunos gobernantes, la estúpida terquedad de la
soberbia del poder y sobre todo se ha manifestado de manera inequívoca la incertidumbre
y el miedo.
El miedo a contagiarse, a contagiar a la
familia y a los allegados, el miedo a morir, el miedo a ver morir a los padres
y a la familia, el miedo al futuro cuando la pandemia derrumbó sueños y sacrificios
de años. Millones de emprendimientos se acabaron, lo peor no saber cómo se
puede lograr salir adelante.
Ya hoy aparece la vacuna como un alivio ante tantos
males, pero no pocas personas manifiestan sus temores con la posibilidad de
vacunarse, motivados por una mezcla de imaginarios propios y cientos de
mensajes que circulan en las redes sociales, en su mayoría son manipulaciones que
solo buscan explotar el miedo y la incertidumbre.
Ciertos grupos organizados saben por
experiencia histórica que el miedo bloquea la deliberación racional, que hay
millones de personas que viven de manera tóxica, indispuestos a la cooperación constructiva
y envenenan su esperanza. Lo mismo
tumban en una estatua el Londres, queman una iglesia en Chile, saquean centros
comerciales, protestan desnudos o se niegan usar tapabocas. En el fondo es una
protesta contra la democracia y una aceptación tácita del totalitarismo chino,
cubano o venezolano.
No es nada nuevo en la historia de la
humanidad ,la manipulación de las
emociones por el miedo ya había sido analizada por Aristóteles, quien, aludiendo
a la retórica, explicaba que se recurre a la amenaza de un suceso inminente,
capaz de afectar la supervivencia o el bienestar de las personas, al supuesto
descontrol de la situación y a la necesidad de recurrir al orador que hace
esfuerzos por mostrarse digno de confianza. Fórmula repetida una y otra vez a
lo largo de la historia, en la que, no sobra advertir, los supuestos líderes
providenciales “únicos capaces” de salvar la situación, no tienen distingo en
el espectro ideológico. Desde la derecha radical fascistoide hasta la izquierda
radical furibunda. Todos usan el miedo como instrumento de control.
El problema hoy es la presencia de las redes
sociales que contribuye a propagar mentiras, medias verdades, exageraciones,
sin comprobar su verdad o falsedad, simplemente muchos creen lo que el miedo
les permite creer. No hay debate, ni comprobación de la información.
Entre tantos miedos ahora aparece el temor a
vacunarse, hay un porcentaje muy alto, cercano a 50% que por temores infundados
y propagados no quieren saber nada de la vacuna contra el Covid-.
Segunda dosis
Habría que comenzar por preguntarnos
cómo puede ser posible que muchos crean que con aquellas se pretende incluir
chips o mecanismos de lectura de la mente, o que se trata de una conspiración
internacional de una secta maléfica, lo que no tiene nada que ver con las
precauciones necesarias del proceso científico, o de los cuidados y mecanismos
de evaluación y verificación que le son propios. Pero también deberíamos
preguntarnos acerca de a quiénes sirve o interesa que entremos en esa lógica, y
en otros ámbitos, a quien conviene, por ejemplo, que la gente se arme, o que
vea en el otro un enemigo en tanto sea o piense diferente, así sea su vecino,
cuidándonos en tanto sea posible de caer en la misma espiral de desconfianza y
de búsqueda irracional de culpables.
Lograr sobrevivir a esta pandemia,
salir indemnes de ella, debería llenarnos de esperanza y de compromiso
solidario con los que se han visto afectados, con quienes han perdido algún ser
querido, o han visto arruinado su negocio, transformar el miedo en esperanza no nace de una actitud ociosa, sino
de una voluntad positiva hacia objetivos sociales valiosos.
Definitivamente hay que vacunarse.
Comentarios
Publicar un comentario