LA BARBARIE.
Según el diccionario: “Actitud de la persona o grupo que
actúan fuera de las normas de cultura, en especial de carácter ético, y son
salvajes, crueles o faltos de compasión hacia la vida o la dignidad de los
demás”.
Hace 66 años falleció en España don
José Ortega y Gasset, y hace noventa y un años se publicó “La
rebelión de las masas” (1930), uno de sus libros más
importantes, acaso el que se leyó y tradujo más en todo el mundo.
Es el libro más conocido del filósofo español y se comenzó a publicar en forma
de artículos el diario “El Sol” de Madrid. Desarrolla el concepto de “hombre.
Masa”, las consecuencias de la sustitución de las élites cultas por la “muchedumbre”.
Se anticipó en 90 años a la decadencia de hoy, donde la trivialidad le da más
importancia a un hombre hábil para meter un balón en una portería, así sea un débil
mental, que a un científico capaz de innovar en el tratamiento de las peores enfermedades.
La selección a la inversa se inclina por un vulgar reggaetonero y desecha al virtuoso
que es capaz de interpretar un instrumento como los ángeles. Se convierten en
influenciadores de conducta, quienes viven del escándalo social.
Ortega y Gasset profetizan este mundo de
manifestaciones absurdas, las masas de manera irracional protestan con marcada violencia,
por ejemplo, en Chile, el país que goza de una democracia liberal y sus ciudadanos
tienen el más alto grado de libertad humana y de libertad económica, con el
mayor puntaje de desarrollo humano y el segundo menos corrupto de América. Mientras
esas masas se mueren de hambre en el país más atrasado, con menos libertad de América
y no hay quien los mueva para reclamar en justicia que con menos de un dólar diario
de ingreso no se puede vivir.
Alla protestan por las desigualdades en los
ingresos y aquí solo hay un silencio sepulcral, cuando una minoría de un 5%
vive en la mayor opulencia y el 95% en la más brutal miseria. Las masas no se
mueven solas, requieren liderazgos que las muevan. Lo extraño es que ese movimiento
de masas no tiene nada que ver con las realidades socioeconómica de los países.
Unos viven en la pobreza y se conforman, otros viven relativamente bien y
quieren que los lleven a la pobreza. Así son las masas de irracionales.
Si bien es cierto que cuando se come completo
hay fuerzas para exigir más, pero cuando la dieta no cubre el mínimo en calorías
y proteínas, se pierde la voluntad y se aceptan las manipulaciones, el hambre
es el gran instrumento para controlar a las masas, desde el descubrimiento de
Stalin y su gallinita hambrienta que comía en su mano. Una figura que añoran
los dictadores.
Volviendo al libro “La rebelión de las masas”,
no hay duda, se anticipó a la barbarie contemporánea con gran clarividencia, se
anticipó a la decadencia de hoy.
La sociedad para poder progresar necesita
pasar del estado de barbarie a la civilización, ya se planteó esta idea en los
positivistas del siglo XIX. Don Rómulo Gallegos lo hace el motivo central de su
gran novela Doña Bárbara.
Se necesita una minoría selecta,
una élite con cultura intelectual y altura moral para lograr ese paso de la
barbarie a la civilización. No es lo mismo una nación gobernada por un Chávez o
un Maduro llenos de vulgaridad y patanería, que, por un Caldera,
un Betancourt o un Pérez Jiménez, aunque dictador, fue un hombre formal y serio.
No son comparables ni con un Fidel Castro, quien fue un dictador comunista y
cruel, pero con cierto nivel cultural influenciado por los Jesuitas con quienes
estudió el bachillerato en la Habana. Estos dos personajes que han desgobernado
a Venezuela, han sido la representación fiel de una actitud marginal canallesca,
donde escasea la cultura intelectual y sobre todo muy bajo escrúpulo social que
confunde los bienes públicos con los de su uso personal. “Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose
vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone
dondequiera” (Ortega y Gasset, Ob. Cit,. p.148).
Todo ser vulgar es
ignorante y ser ignorante es una condición de voluntad. Se es vulgar e
ignorante porque se acepta y se complace, el salvaje se envanece de su condición
y quiere eternizarla, se siente como el marrano en la porqueriza y si tiene
poder convierte su nación en un chiquero. No importa que, vista de seda, ni
interesa el uso de grandes camionetas de lujo, su razón de ser está en la rama
del mango y en el reguero que deja a su paso. Esa es la barbarie que hoy nos
domina.
Nota: Cultura intelectual
no significa superioridad y arrogancia, todo lo contrario, es humildad para reconocer
las limitaciones y un gran espíritu de superación que por su fuerza contagia a
quienes le rodean.
El libro “La rebelión de
las masas” se puede descargar gratuitamente de Google. En formato PDF
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