ÉRAMOS FELICES O VIVIMOS DEL CUENTO.
“El gobierno es un estorbo para el progreso del
venezolano”.
Los gobiernos y el Estado son un invento humano, no
divino, un medio para organizar la sociedad, no un fin en sí mismo. No es el
hombre para el Estado, es el Estado para el hombre.
El reciente informe de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de la
ONU (SDSN) indica que los venezolanos llevamos años viviendo del engaño, del
cuento, de la ilusión de falaz de creer que somos una nación rica y feliz.
Nuestra mayor fantasía colectiva fue
creer y afirmar que éramos un país rico y que nada nos podía perturbar en
nuestra eterna prosperidad. La riqueza de un país no depende de las riquezas
naturales, en nuestro caso del petróleo. Es un recurso importante pero no es la
clave del progreso. Muchos afirman que es mejor tener petróleo que no tenerlo,
es lógico, pero el factor humano y la cultura de los pueblos hacen la
diferencia. El mismo petróleo y más o menos la misma producción de petróleo ha
beneficiado a los noruegos, pero no enriquecido a los nigerinos, ni a los
venezolanos. La tierra siempre ha sido fértil en Argentina, pero ese país con
la misma tierra y dependiendo de los gobiernos se empobrece o vive en la
prosperidad. El continente con los mayores recursos naturales es África y es el
de mayor pobreza.
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Es cierto y nadie puede negar que la naturaleza nos dio el privilegio de
dotarnos de la mayor riqueza paisajística, en un territorio relativamente
pequeño tenemos todos los climas, con la biodiversidad única, con las mujeres
más bellas, con un subsuelo lleno de riquezas que sería la envidia de todo el
mundo si no fuese por la capacidad de autodestrucción que se apoderó del
venezolano en los últimos 30 años.
Hemos llegado a los extremos ridículos de tener un Ministerio de la
Felicidad, pero ese mismo gobierno que se ufana de hacernos el pueblo más feliz
de América, no cumple con sus obligaciones constitucionales y éticas de cuidar
a su población. No satisface las necesidades más elementales como la comida, la
salud, la seguridad, la educación de calidad, los servicios. El venezolano
sobrevive y la destrucción no es solo de la economía, de la capacidad de
compra, del poder adquisitivo, es la destrucción moral del país. Ya estamos a
nivel de Haití en pobreza, sin el ingreso petrolero estamos peor, ya es mucho
decir y no es porque no tengamos recursos naturales, es porque se aplicó una
política de tierra arrasada, se les dio prioridad a conceptos de gobernar para
el extremismo político, para agitación permanente, para la crispación y la
estupidez colectiva y se olvidó que la felicidad de una nación está unida al
grado de bienestar de su población que genera la prosperidad, el emprendimiento
y la superación personal, sobre todo el trabajo productivo, nos hicimos
rentistas y el Estado dueño de la riqueza.
Se colocó al Estado por encima del ciudadano, todos como las hormiguitas
tenemos que sacrificarnos para que el beneficio social llegue solamente a una
minoría que dirige el hormiguero. (El concepto comunal) El Gobierno e incluso
el Estado venezolano no está hecho para beneficiar a su pueblo, sino para
someterlo, dominarlo y humillarlo, incluso hasta para exterminarlo, no importa
que la gente muera por falta de medicinas, por la pandemia o en manos del
hampa, lo importante son las políticas, todas fracasadas, del gobierno, la
pantalla, la mentira, el aparentar lo que no somos. Llenar estadísticas de
mentiras y buscar excusas. El portafolio de excusas se agotó, hay que poner los
pies en la tierra y reconocer que el socialismo como sistema es un rotundo
fracaso.
Se puede llegar a la conclusión que para Venezuela el gobierno socialista y
la estructura del Estado es un estorbo, estaríamos mejor sin gobierno, porque
cada quien, dentro de la anarquía trataría de sobrevivir a su manera, en cierta
forma es lo que se hace, pero hoy somos prisioneros del Estado y victimas
permanentes de la violencia, de la anarquía institucional del mismo Estado
genera contra el ciudadano y estamos peor con gobierno que sin él. Eso se llama
Estado fallido.
Si esto no cambia para bien, la única salida que nos queda es huir del país,
porque ya no se podrá ni sobrevivir. Estamos sometido a la dictadura de la
“hijoeputez” de unos gobernantes “malandros” que evitan por todos los medios
que el país progrese y los venezolanos seamos realmente felices. Su único
interés es llenar sus alforjas con todas las formas de corrupción.
Hasta dónde se puede estirar esa “goma”, llamada Venezuela sin que
reviente. La domesticación ha hecho sus efectos y la desesperanza aflora en
cada esquina. Hay que reordenar la lucha para poder presionar de tal forma que
el régimen se obligue a un cambio en el juego electoral. Sin esa presión fuerte,
cierta. creíble, sacrificada y costosa no hay manera de obligar al madurismo a
ir unas elecciones libres, que ya tienen perdidas. Jamás van permitir esas
elecciones por la vía de los diálogos blandengues. No hay razones valederas
para ellos de sacrificarse y entregar el poder pacíficamente. Solo una presión externa
e interna en un grado muy fuerte puede obligarlos. Creer lo contrario es pura fantasía,
igual al mito de nuestra gran riqueza.
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