“El mundo es del hombre justo”
Pedro Carujo (1801-1836),
uno de los cabecillas del Revolución de la Reformas en 1835, se presentó con un
pelotón de milicianos a la casa presidencial del Dr. José María Vargas
(1786-1854). Vargas estaba solo en su casa y Pedro Carujo, el mismo de la noche
septembrina en Bogotá, donde atentó contra la vida de El Libertador, tiene
Carujo la osadía de decirle al presidente:
“El mundo es de los
valientes.”
A lo cual el Dr. Vargas le
responde:”
“El mundo es del
hombre justo.”
Es un juego de frases que encierra dos
visiones de la vida, Una que se auto proclama como valiente, llena de osadía,
acompañado de milicias armadas, tal como lo hizo en Bogotá en 1827, favorecido
por la sorpresa y la nocturnidad en ambos casos. Veterano de oscuras
conspiraciones es Pedro Carujo, no es un militar ignorante, “chopo de piedra”.
Era un hombre bien formado que habla varios idiomas, estudioso de las
matemáticas y promotor de varios periódicos de la época. Sin embargo, su
debilidad era el poder y conspirar, quizás a favor de otro militar con más poder,
pero conspirar siempre, esa era su naturaleza. Aquella acción el trajo graves
consecuencias pues en un lance, para defender la conspiración resultó herido y
al final muere por gangrena en 1836.
En la
acción contra Vargas acompaña a Carujo otro militar: Julián Castro, quien llegó a la
Presidencia de la Republica entre 1858 y 1859. Militar con fama de inepto, le
tocó mantener la guardia en la casa presidencial, mientras consolidaban el
golpe de Estado. Detrás de la conspiración de Carujo estaban muchos militares
de renombre que participaron en la Guerra de Independencia.
De qué
acusaban a Vargas, para acometer esa conspiración, los militares que había
peleado en las batallas de la Independencia, se consideraban los únicos con
derecho a ejercer la primera magistratura, era su herencia natural de caudillos
y como Vargas era médico y civil, no podía ejercer ese cargo. Los conspiradores
lo embarcan y lo envían a la isla de Saint Thomas en el Caribe. Se hace con el
gobierno en nombre de los militares el general Santiago Mariño, pero no
contaban que el caudillo mayor, el ex presidente general José Antonio Páez,
mantenía su poder militar intacto y actúa contra los conspiradores, los vence y
vuelve a colocar en la presidencia al Dr.
José María Vargas.
El general Páez pide castigo de fusilamiento
para los cabecillas y Vargas el hombre justo, considera que se les debe
castigar, pero sin llegar a la pena de muerte. Después de largas discusiones se
acordó el destierro perpetuo, pero las diferencias entre Vargas y Páez desembocaron
en la renuncia a la presidencia del Dr. Vargas en 1836, quien es sustituido por
Andrés Navarte y por el general José María Carreño. (Hijo de Cùa).
El Dr. José
María Vargas fue un gran venezolano Primer
presidente civil de Venezuela, Primer Rector de la Universidad de Caracas, Pionero
de las Ciencias Médicas en el país, primer botánico de Venezuela, laureado en
los herbarios más importantes del mundo y el hombre de mayor confianza del
Libertador Simón Bolívar quien le concedió el privilegio de nombrarlo su
albacea, administrador de sus bienes como prueba del hombre honrado que fue. Tiene
el Dr. Vargas los méritos suficientes para ser el epónimo de la Guaira y así
fue desde el siglo XIX en que se creó el Distrito Federal con dos Departamentos
Libertador y Vargas. Pero llegaron los revolucionarios chavistas
con sus avasallantes propuestas tratando de darle vida un indigenismo hipócrita
e inventan cambiar a Vargas por la Guaira, bajo unos argumentos miserables de
autenticidad originaria y lo hacen como es su costumbre de abusar, sin que haya
una reacción contundente de rechazo de los guaireños a este adefesio jurídico.
Fundan así el estado la Guaira, para proclamar que los militares son superiores
a los civiles, se fusila a Vargas, nuevamente es victima de los audaces, de los
que armados se proclaman muy valientes. Se asesina la tradición centenaria de llamarse
varguenses, se les despoja de su identidad histórica, se pretende borrar la
memoria y sustituir su gentilicio. Eliminar al incómodo héroe civil.
Son los nuevos Carujos que en la hora menguada
imponen sus prejuicios y miserias. Vendrán nuevos tiempos y se rescatará la
decencia y los valores y se hará justicia ante el linchamiento al Dr. Vargas.
Nadie recordará a los proponentes del exabrupto, mucho menos al ebrio que cumpliendo
órdenes lo acribilló.
La gloria de Vargas y su estatura moral será por
siempre y los enanos, terminada la danza macabra, se esfumarán como un mal recuerdo,
como un accidente que jamás debió ocurrir.
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