La rana en la olla.
Los expertos politólogos
y los espontáneos tienen diversas opiniones sobre el comportamiento del
venezolano frente a una revolución que auto denomina: “Socialismo del Siglo XXI”.
Es desconcertante como un gobierno autoritario, con un neo caudillo militar
llega al poder por la vía electoral y poco a poco se va convirtiendo en un régimen
militarista totalitario. El venezolano parecía conforme con todas la medidas y
acciones de gobierno que poco a poco fueron limitando su vida. Incluso le otorgaba
su confianza electoral, millones de venezolanos no pudieron visualizar la catástrofe
que se les venía encima. Fue como si la victima escogiera libremente el tipo de
mecate para ahorcase. Ciego,
completamente fanatizado se fue entregando hasta que perdió, no solo la
libertad, sino su capacidad de generar prosperidad. Fue el camino del infierno consensuado,
tolerado y aceptado como un destino inevitable y único.
¿Cómo pudo ocurrir una situación tan extraña,
donde la victima aplaude al victimario y se complace con su pobreza?
Es allí donde los expertos utilizan un relato clásico
para dar una explicación al fenómeno: “El síndrome de la rana hervida. Si una rana cae en un
recipiente con agua hirviendo, su sistema nervioso y muscular hacen posible que
con un respingo salte y salga de la vasija. En cambio, si una rana disfruta de
un agua tibia se acomoda a ella y allí permanece, incluso al ir calentándose
progresivamente hasta llegar a la ebullición. Al final, y es la moraleja del
relato, la rana muere en el agua hirviendo.
Es lo
que ocurrió con el venezolano, la habilidad de los socialistas fue sembrar un
profundo entusiasmo, una gran esperanza de cambio y una confianza alucinante en
un neo caudillo, convertido en un semi dios. Los cambios del autoritarismo
vocinglero de Chávez al totalitarismo estúpido de Maduro, se fueron dando
lentamente, los daños iniciales no se percibían, al contrario, se aplaudían con
furor, a pocos les importaban la expropiación, el cerco a la iniciativa
privada, las leyes comunitarias, la destrucción de la institucionalidad, la militarización
de la sociedad, los presos, los torturados y los muertos. La renta petrolera permitió
un desmadre en el reparto de divisas baratas, miles de venezolanos viajaban a
raspar los famosos cupos, se creo un ambiente socializado de corrupción compartida,
donde todo el mundo tuvo su participación. Fue como una droga social un analgésico
para que no hubiese una reacción contundente del pueblo contra el régimen. Cuando
llega la realidad de la destrucción y los daños son tan cuantiosos y se empieza
a despertar del letargo moral, ya es tarde para evitar a revertir los daños que
han devastado a una nación, que han convertido al 95% de los venezolanos en
pobres de solemnidad. Que ha creado un abismo de inequidad entre un 5% de
privilegiados y el 95% de una población en la inopia.
La metáfora de la rana permite dar una
explicación a la incapacidad, a la falta de voluntad de las personas para
reaccionar ante las amenazas, las cuales poco a poco, se hacen realidad y cuando
se quiere reaccionar es tarde.
No pretendo decir que todo está consumado y
que ya no hay nada que hacer, lo se pretende demostrar es que los seres humanos
no nos podemos dejar deslumbrar por un liderazgo “encantador de serpientes”,
por un discurso populista, barato que pretende arreglar todos los males con magia.
No se puede vivir en una borrachera de fanatismo que tolera y hasta respalda cualquier propuesta gubernamental o política,
aunque sea un suicidio colectivo. Es en el fondo un problema de salud mental,
un virus sin vacuna y sin tapaboca que va contagiando a millones que han
perdido la capacidad crítica, la autonomía de pensamiento y hasta la
inteligencia. Ese socialismo embobado termina convirtiendo en zombis a sus
seguidores y no hay argumentos de justicia social, ricos contra pobres, de odio
de clases, que justifiquen el desmadre y la devastación total de una nación con
las mayores reservas de petróleo del occidente.
Venezuela no es Cuba que solo tenía unos hermosos cañamelares, son los
pozos que producen la energía que todavía mueve al mundo y que se haya
convertido en el país más pobre de América, es una crueldad nada fácil de
explicar, sin la presencia del socialismo devastador y de una masa de
inconscientes.
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