El Tuy y la Venezuela
actual
Los
valles del Tuy están llamados por su estratégica ubicación a ser el punto de
encuentro de todas las regiones de Venezuela, el Tuy es el corazón del sistema
circulatorio de la nación, epicentro del sistema nacional ferroviario, el cruce
de caminos de norte a sur de este a oeste, la bisagra geográfica de Venezuela,
además podría ser un polo de riqueza nacional combinando, de manera sustentable
y armónica la producción agrícola y pecuaria, la cual fue siempre su fuerte,
teniendo los mejores suelos, hoy desperdiciados, se podría combinar la
ubicación de plantas industriales con la alternativa turística de parques
temáticos, de agua y rutas de turismo cultural y religioso. Un potencial como
pocos en Venezuela. El Tuy podría ser la capital alterna de Venezuela, y sin
discusión la capital del estado Miranda, por ser el centro geográfico de la
entidad No es un capricho chauvinista de un enamorado del Tuy, es una realidad
que merece ser por lo menos estudiada. Sin embargo la realidad actual nos
obliga a pensar que no se están haciendo las tareas correctas para salir de
estado de estancamiento económico, de violencia delictiva, las cifras son
contundentes, cerramos el 2014 con más de 700 víctimas de la violencia, el
desempleo por encima de la media nacional, lo cual es mucho decir, , el robo y
el secuestro con peculiaridades de plaga bíblica, crecimiento demográfico
incontrolado de los más altos de Venezuela, servicios y calidad de vida en
franco deterioro, hasta el recién inaugurado ferrocarril ya está colapsado y
con signos evidentes de “ranchificación”.
El
Tuy es hoy una región en decadencia, sin haber pasado etapas de auge,
simplemente porque estamos recibiendo un impacto negativo, sin preparación, ni
planificación. Caracas, la capital nos traga, nos devora inexorablemente, nos
convierte en su depósito, en el cuarto trasero que nadie quiere ver. En esa
cosa que algunos llaman eufemísticamente:” Ciudad –dormitorio”. Territorio del
desarraigo, válvula de escape para una ciudad colapsada con una carga de
miserias y carencias que hoy se trasladan en ferrocarril, pero no se hace nada
para cambiarlos, solo se esconden.
La
pregunta sería:
¿Qué
ha pasado con el Tuy?
Con
más precisión:
¿Qué
ha pasado con Venezuela?
Qué
explicación podemos dar que justifique el deterioro generalizado que sufrimos,
no hay circunstancias catastróficas, ni guerras, a las cuales echarles la
culpa, por el contrario hemos vivido la mayor bonanza de los precios petroleros
en 90 años. Los responsables de la gran debacle siempre encuentran alguna
excusa: El paro petrolero, los banqueros, la guerra económica, el Imperio, las
leyes, la Constitución, los políticos corruptos. Tenemos respuestas
argumentales que le echan la culpa a la dependencia rentística del petróleo y a
la mono producción, a los pésimos gerentes públicos, al contubernio de
políticos y empresarios, al capitalismo, al comunismo y al socialismo, tenemos
argumentaciones pesimistas que pasan por razones genéticas, climáticas e
incluso esotéricas, cada quien de acuerdo a su gusto tiene un portafolio amplio
de excusas para justificar o explicar el caos reinante. Hay una primera verdad
que sobresale como una enorme montaña oculta por una espesa neblina: La crisis
es estructural y profunda, no es una simple crisis coyuntural producto de
circunstancias aleatorias como unas elecciones fraudulentas, la subida o la
baja de los precios petroleros, una guerra en medio oriente o un cambio de
política exterior.
Todo
este caos es producto del desmadre administrativo que ha padecido Venezuela
durante más de 40 años, solo que en los últimos 20 los males venezolanos han
crecido geométricamente en proporción directa al inmenso y descontrolado
ingreso petrolero, que ha permitido un crecimiento canceroso de las dimensiones
del estado, cuya principal característica es el derroche, la corrupción
desenfrenada, el populismo y la demagogia de un proyecto que se dice socialista
pero que su resultado hoy es la miseria de muchos y enriquecimiento desaforado
de una nueva élite con más poder y dinero que los “grandes cacaos” del período
colonial. Es decir la llamada revolución no solucionó los inveterados problemas
nacionales, por el contrario los profundizó hasta transformarnos en el primer
país en la historia de la humanidad que de ser el más rico de la comarca ha
pasado de un solo salto a ser el más miserable, viviendo del endeudamiento y la
entrega desvergonzada de la riqueza minera, petrolera, industrial y comercial
al nuevo imperio chino. Detrás de los chinos están las grandes trasnacionales
del petróleo, esperando su oportunidad para compartir el barato botín puesto en
bandeja de plata por la ineptitud, la falta de visión, el poco sentido
venezolanista de la elite revolucionaria que nos arruinó, pues pesaron más los
intereses del Foro de Sao Paulo y de la revolución cubana que los intereses de
la nación venezolana.
Si
a este panorama ensombrecido le agregamos una delincuencia desbordada, la
quiebra de los valores éticos, la impunidad, la violación de los derechos
humanos, la corrupción plutocrática, la cooptación de las fuerzas armadas, el
envilecimiento de las instituciones democráticas, el desempleo, la inflación
más alta del mundo, la escasez de bienes básicos de consumo masivo, podemos
concluir que debemos empezar de nuevo, desde los escombros que quedan a
construir una nueva nación. Es el desafío que tenemos los venezolanos, muy
parecido al que se vivió después de la guerra de independencia, donde las
hordas de Boves, Rosete y Antoñanzas, movidas por el odio social contra los
blancos criollos dejaron una colonia floreciente en lo económico transformada
en un cementerio y un montón de ruinas. Puede ser que algunos se sientan
felices viviendo dentro de esta anarquía, lo mismo les pasa a las sabandijas
que viven en las letrinas y no por eso habría que dejar de hacer lo que
corresponda, aún contra su voluntad. Lo urgente, lo impostergable es un cambio
de rumbo, aprovechar la crisis para hacer lo que se ha debido hacer hace muchos
años, ya no hay arruga que correr y los millones que se recauden por la vía
desvergonzada de mendicantes internacionales solo prolonga la agonía por unos
días o meses.
El
camino democrático es el civilizado, no hay soluciones mágicas, ni rápidas, hay
que repetir aquella frase del Primer Ministro inglés Winston Churchill en 1941”
Solo tenemos sangre sudor y lágrimas”, es decir el máximo sacrificio, quien
crea en otra alternativa, en la solución rápida está repitiendo los mismos
errores de siempre, hay que salir del caos con un plan serio de transformación
profunda, un plan impopular en un país que siempre ha vivido inmerso en el
populismo, en el facilismo y la dádiva. Los políticos no quieren la
impopularidad, prefieren seguir la ruta fracasada, pero conservar su clientela.
Se engañan pregonado un simple cambio de gobierno, sin tocar los grandes temas.
Casa de la Hacienda el Volcán Santa Lucía.
¿Qué vamos hacer con el petróleo, seguir viviendo de la renta como parásitos, pidiendo prestado, hipotecando, malbaratando y despilfarrando? ¿Qué vamos hacer con todas empresas quebradas en manos del estado, vamos a seguir cargando con ese ese peso muerto, por miedo a privatizar? ¿Qué vamos hacer con los precios de los combustibles, seguiremos regalándolo, subsidiando y repartiendo irresponsablemente los gobiernos amigos? ¿Qué vamos hacer con los millones de empleados públicos? ¿Qué vamos hacer con la inmensa deuda interna y externa de un estado maula? ¿Qué vamos hacer con unas Fuerzas Armadas entregadas a la politiquería y a la corrupción, brazo armado de un partido político? ¿Qué vamos hacer con la economía, con el sector privado, con las finanzas y las divisas? ¿Qué vamos hacer con la industria, con la agricultura y con la ganadería?
Santuario de Betania¿Qué vamos hacer
con la delincuencia, con las cárceles, con los jueces, con el TSJ, con el CEN,
con las instituciones públicas al servicio de un partido político? ¿Qué vamos
hacer con la educación, la salud y la seguridad social? Éstas y otras preguntas
exigen respuestas claras, planes concretos, manejo de estadistas, de gente
idónea, ya la hora de los politiqueros chanchulleros se acabó. Podemos concluir
que esta inmensa tarea requiere de un liderazgo nacional, no solamente
político, un liderazgo firme, claro, decente. Necesitamos con urgencia de un
consenso nacional, para lograr soluciones de fondo, no maquillajes, nos urge un
pacto acción y de gobernabilidad donde participe toda la nación, incluso los
sectores del chavismo no corrompidos. Si ese pacto nacional no se logra y el
liderazgo nacional toma nuevamente la ruta equivocada la amargura de Venezuela
no terminará ni en 100 años.
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