La ciudad de Cùa y nuestra
responsabilidad ciudadana.
La
crisis que padecemos borra la memoria de los pueblos, toda la cotidianidad se
convierte en una lucha por la supervivencia, la prosperidad y el bienestar ya
forman parte de un recuerdo impreciso. La ausencia de calidad de vida se
convierte en normalidad, la llegada del agua es un acontecimiento
extraordinario y celebrado, lo mismo podemos decir de la energía eléctrica, del
gas, del transporte público. El recuerdo de una parrillada familiar es la
memoria más grata de los últimos años. La familia se dispersó, ya los abuelos
no ven crecer a los nietos. Los políticos tratan de convencer para generar un cambio.
Cùa ya no es un pueblo que vive de la
ruralidad, ni de la industria, nadie sabe de qué se vive, pero se lucha, no se
ha llegado a la condición de ciudad, se crece sin desarrollo. Lo que conocemos
es una sucesión de problemas en crecimiento, lo que se recorre, lo que se
recuerda, lo que se olvida, lo que no se nombra, toda esa mixtura, constituye
el soporte en el cual se desarrolla la cotidianidad. Una armazón que nos
supera, nos envuelve, un colectivo que nos antecede, una idiosincrasia que se
difumina, unos valores y una cultura que resiste a morir.
Se palpa en sus calles el descuido que
traspasa los limites de la tolerancia, no es imaginación ver las esquinas repletas
de basura y moscas. La expresión viva de las capacidades de los gobernantes
locales que carecen de horizontes, de planes y amor por su pueblo.
Los cueños debemos reflexionar sobre nuestro
presente y nuestro destino. Tenemos el derecho y el deber ciudadano de
reconocer y apropiarnos del territorio en que nos toca vivir, es nuestra tierra
y no podemos ser extraños a su suerte. Nadie se responsabiliza por la catástrofe.
La pandemia llegó como aliada para dar excusas y justificaciones a la mala
calidad de vida que padecemos. No podemos estar satisfechos con el presente,
menos aun cuando se tiene un pasado aceptable. Es convertir nuestra
inconformidad en una sola voz para que se ajusten las acciones que nos traigan
mejor calidad de vida.
Debemos compartir una visión optimista, pero
con el realismo que generan las acciones, hace falta, más que una discusión política,
un dialogo social. Una invitación a ejercer la ciudadanía para poder afianzar
un futuro mejor para nuestra colectividad. Todo habitante o residente debe
activarse con sentido de responsabilidad, unir esfuerzos, más allá de los
partidos, pensar en soluciones, organizar, articular y proponer por las redes sociales.
El diagnóstico todos lo conocemos, las
soluciones dependen de cada uno de los habitantes de esta tierra. Esperar que
llegue un mago, con su varita a la alcaldía y cambie positivamente a nuestro
pueblo es un autoengaño. Hay que mover la fibra de la cueñidad para conseguir
colectivamente nuestras soluciones. Esa actitud requiere madurez social y
responsabilidad.
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