LOS RESULTADOS DECEPCIONANTES DE UN PAÌS MUY RICO.
"Ni logramos desarrollar el capitalismo, ni se alcanzó el sueño del socialismo. Todo terminó en una cruel pesadilla. Como todos los socialismos radicales en la historia de la humanidad."
La historia económica demuestra que la diferencia entre el
fracaso y el progreso económico de las naciones tiene relación directa con la exportación
de materias primas o productos industrializados. Los países productores de
materia prima parecen condenados al fracaso. La sociedad venezolana a pesar de
la posesión y la explotación de uno de los recursos más valiosos del planeta,
los hidrocarburos y el hecho que estos hayan generado una cuantiosa magnitud de
recursos financieros, los resultados, después de casi 100 años de explotación petrolera,
son decepcionantes, después de unos años de bonanza y de aparente progreso la nación
ha caído a niveles aterradores de pobreza. Es la paradoja de los países aparentemente
ricos, que fundamentan sus ingresos en una renta minera, petrolera o de explotación
mono productora de materias primas.
Vivimos una ilusión de
riqueza, los inmensos ingresos por la explotación petrolera apenas sirvieron
para dotarnos de una infraestructura, hoy completamente deteriorada, por
ausencia de mantenimiento. Apenas algunas generaciones recibieron los
beneficios de la renta petrolera en educación, salud, vivienda, progreso
social, pero jamás se pudo dar una solución duradera, sostenible en el tiempo y
consistente de bienestar, de igualdad social y de oportunidades a la población venezolana.
Todo fue una ilusión, en un país con un dólar muy barato, donde era más fácil importar
que producir. Todo el aparato económico se montó y organizó sin una visión de
competitividad, y productividad, la renta petrolera servía para ocultar los
déficits y para crear un ambiente pegajoso de corruptelas que hizo metástasis con
la llegada al gobierno de Hugo Chávez en 1999.
Todos los problemas se resolvían con inyecciones de divisas
petroleras, era como un maná del cielo, un regalo mal administrado por el
Estado, dueño absoluto de toda esa inmensa riqueza. El estatismo exagerado y la
ausencia de una verdadera iniciativa privada, con un moderno sistema de mercado
y capitalismo responsable, hicieron de la actividad económica una dependencia
de la sombra del poder del Estado. Créditos blandos para una industrialización sin
posibilidades de abrirse a mercado internacionales, exportaciones con subsidios
millonarios, donde el negocio no era la venta de los productos, sino el
subsidio estatal y aranceles proteccionistas. Se creó una economía privada
dependiente del Estado, sin posibilidades, todo centrado en un reparto de la
renta petrolera, por los canales de las políticas gubernamentales. Lo cual le dio
a los partidos y sus líderes un poder discrecional infinito, poder que heredó Chávez
para llevar adelante su revolución, la cual destruyó lo poco que se había hecho
en materia institucional y acabó con la renta petrolera, con la aplicación de políticas
suicidas, primitivas y anti económicas.
En síntesis, la administración
del Estado de la riqueza petrolera fue fracaso descomunal, no solo no se pudo
salir del subdesarrollo, sino que el crecimiento de la pobreza, no tiene comparación
en el mundo. Para colmo de males se desarrolló una cultura populista que sigue esperando
del Estado las soluciones a los problemas que ha generado el mismo Estado. El
estatismo sigue siendo la política que reina en los cerebros del liderazgo político,
no hay muchos indicios de un cambio, se sigue pensando que basta con impulsar
nuevamente la industria petrolera y volver a vivir de la renta.
El problema económico se
resuelve con un esfuerzo colectivo, unos cuantos años de sacrificio y empezar a
aceptar que el sector privado debe tener un rol fundamental en una nueva economía. Superar el populismo y la ruptura del tejido
social es el más grave problema de la sociedad venezolana.
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