VIVIR EN LA BURBUJA O MORIR EN EL ABISMO SOCIALISTA.
Solo hay dos posibilidades o eres un millonario o un
paria.
Venezuela la nación
de la mayor inequidad en el mundo.
Comprar un vehículo nuevo, Ferrari o una enorme camioneta Toyota,
comer en un restaurante de lujo los platos más exquisitos, elaborado por los
mejores chefs, tomar el licor del chavismo el whisky “etiqueta Azul”, la
champaña de “La Viuda”. Viajar al exterior y otros pequeños placeres de la burguesía
son posibles en Venezuela, pero solo para un 5% de la población, alrededor de
1.500.000 personas que viven en su burbuja, ajenos a la austeridad y la miseria
que sufre la gran mayoría.
Son los privilegiados que se pueden burlar del hambre que ha obligado
cinco millones de venezolanos a huir y que ha dejado al resto de los venezolanos,
trabajadores y pensionados con unos ingresos inferiores a un dólar mensual, una
vida de miserias, privaciones y necesidades insatisfechas. Millones de niños
que comen gracias a la caridad de algunas instituciones y personas, que han
abandonado la escuela por el hambre y la pandemia.
Es un fenómeno único en el
mundo, donde un 5% d la población está libre de los controles de la economía,
que tienen las puertas abiertas para hacer negocios, no para crear empresas, ni
emprendimientos de riesgo, disfrutan del privilegio de tener socios “enchufados”,
de recibir un trato preferencial de todos los controles gubernamentales, son
los intocables, una nueva clase social que el pueblo llama “boliburgueses”, los
dueños de las nuevas tiendas de super lujo, de los llamados bodegones, de los
nuevos restaurantes. Es la clase silenciosa, casi incorpórea, invisible que
contrata sus vuelos a la nueva Margarita, a los Roques, son los que hablan de
una “recuperación de la economía” y de la dolarización “malandra” que
padecemos. Toda la economía gira alrededor de una gran “lavandería” de dólares negros
que permea al 95% de los venezolanos de una manera perversa y miserable,
generando más pobreza.
Estamos viviendo un nuevo desmadre,
pero sin la renta petrolera, el dinero fluye del tráfico de todo ilícito que se
pueda negociar bajo los esquemas de la más abyecta corrupción protegida por el
Estado.
Los concesionarios de vehículos de lujo que pasaron años cerrados,
ahora esta abriendo, hay un target exclusivo que puede pagar 300.000 dólares por
un vehículo que en Miami cuesta 150.000 $. Es una manera de lavar y de gastar.
Como decía Carlos Andrés Pérez: “el dinero y la tos no se pueden ocultar”. Los
sitios exclusivos, restaurantes de comida fina no los cierra la pandemia,
tienen su clientela todos los días, los estacionamientos abarrotados de vehículos
de alta gama y guardaespaldas a granel. Las tiendas de moda, de las firmas exclusivas
son el espacio natural de quienes tiene el privilegio de vivir en la burbuja
del comunismo a la venezolana. Se vive en la total privacidad y silencio, como
si se tratara de aquellas logias ocultas. Mientras el resto del país no tiene
agua, ni luz, ni gas, ni gasolina. En esos sectores caraqueños hay de todo,
pero pagando en dólares que el venezolano de a pie no puede costear.
Cada año que pasa se nota con vergüenza como se amplía la brecha
entre esa minoría de privilegiados con o sin uniforme militar y el pueblo
venezolano. Fuera de esa burbuja de inequidad los venezolanos solo pueden ver
de lejos a la nueva elite, quienes, en su mayoría, hasta hace poco montaban en autobús
y vivían en Catia. Ahora son los predilectos, los elegidos, los extravagantes,
con gustos de capos, que habitan en la nación más pobre del hemisferio
occidental, con la peor hiperinflación del planeta y con el empobrecimiento más
brutal y rápido de la historia. Un asco total a la decencia.
En nuestra accidentada
historia crear una clase media fue un trabajo duro de cinco generaciones.
Sembrar en el venezolano la necesidad de estudiar, de superarse, de montar su
propio negocio, de ser un profesional fue un proceso de culturización que fue
demolida en estos 22 años. Hoy para vivir sin aprietos o eres un corrupto de
siete suelas o debes formar parte de una los miles de bandas organizadas y
manejas por la nueva figura socialista del pran. Esas dos minorías son como las
esposas en las manos de un pueblo secuestrado. Ya no es el estudio, ni el
trabajo honesto la motivación para superarse y quien así lo mantenga se tiene
que ir del país.
Nuestro problema no es solo
económico o político, estamos inmersos en una crisis profunda en lo social y en
lo moral. Hay una ruptura del tejido social y una inversión de valores: No es
solamente un problema de déficit de democracia, es la destrucción de los
valores de una sociedad. En 22 años el socialismo llevó a la pobreza atroz al
95% de los venezolanos, solo una minoría del 5% vive en su burbuja de consumo
capitalista.
Vivir con menos de un dólar mensual o poder pagar 200 dólares por
una botella de whisky o de champan. Son los extremos de una sociedad que está enferma
y requiere de algo más que unas elecciones. Hay que organizar un movimiento por
la regeneración de una nación que lo perdió todo. Solo esa nueva élite podrida
del 5% goza de bienestar. Venezuela ya no existe, hay unos restos como una gran
rompecabeza para armar, todo está regado por el suelo y el trabajo será muy
duro. Pero lo vamos a lograr.
Dejar las cosas como están tratando
de participar en el festín no es la solución. En cualquier momento el
campamento en que se convirtió Venezuela estalla y no quedará ni el recuerdo de
lo que fuimos. Esa es la urgencia.
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