EL VENDEDOR DE ILUSIONES.
Ocurrió en el Calicanto de Cùa
Ayer visitaba los pueblos con su culebra al hombro, explotaba la ingenuidad
y la ignorancia de la gente vendiendo un producto mágico para curar todos los
males, hoy lo podemos ver en la televisión, ya no tiene el atractivo de la
culebra, cambió de vestimenta, aplica los principios de la técnica publicitaria,
pero en el fondo es lo mismo. Hoy ofrece un producto mágico para curar el Covid-19
y sobra quien le crea y lo compre.
Como profesión, la charlatanería y la venta de mentiras o de cosas que no
son lo que dicen ser es viejísima. Por eso, los charlatanes desafían ese refrán
que dice que “la mentira tiene las patas cortas” porque ellos parecen tenerlas
muy largas y sobreviven por todos lados. Y también desafían el concepto de
experiencia: ¿Cómo es posible que, si los charlatanes son un fenómeno tan
viejo, y han vendido por siglos remedios que no curan, la gente los siga
comprando? La charlatanería sustituye a las ideologías, venden veneno en
empaque de chocolate. Gotas milagrosas para curar las pandemias , ofrecen pagar
intereses que triplican el capital colocado en una pirámide. Venden el Petro como la moneda venezolana del
futuro.
22 años tienen el culebrero mayor y sus herederos engañando al venezolano y cómo
les gusta a los engañados que los ilusionen. Es un gozo masoquista.
OCURRIÒ EN CÙA A COMIENZOS DEL SIGLOXX
Mijao, arbol sembrado durante la colonia que el tiempo se llevò.
Llegó el mes de octubre, con sus truenos, las enormes crecientes del río
Tuy impedían el paso de las reses, tres y cuatro días se perdían en el paso de
El Conde y el viejo camino de Los Claveles que bordeaba el trapiche de la
hacienda El Deleite, al pasar el río, en el calicanto, había un formidable árbol
de majao, caracolí le dicen en otras partes , con un hueco
en su corteza tan grande que hacía
las veces de residencia de una mujer que llamaban Rosa la Manca. Nadie
sabe de dónde vino, pero se instaló un día, sin pedir permiso a nadie, a vivir
y a beber aguardiente. Era como la alcabala del pueblo, controlaba desde el
interior del grueso tronco del mijao, el tránsito de los arrieros, de los
aguadores que pasaban con sus burritos a cargar el agua que surtía las
necesidades de la población. No existía acueducto. Por allí pasaban de las
puntas de ganado que venían del llano a la romana de los Corrales en su viaje
al matadero de El Valle. Llegaban los
viajeros, en especial si tenían que esperar que bajara la creciente para poder
vadear el caudaloso Tuy. Al pie del
árbol y en medio del bullicio se fue creando un ambiente festivo, especialmente
los fines de semana, se instaban fritangas de chicharrón, tere tere y
morcillas, se elaboraban sancochos de corronchos. Era feria popular a la entrada
del pueblo, por la calle El Laberinto. Rosa “la manca” era el centro de las cherchas y
vivía de lo que regalaban los que se sentaban a descasar y a jugar cartas y dados
debajo de la fresca sombra del mijao. Incluso cuando llegaba algún enfermo en
parihuela, una hamaca que colgaba amarrada a un madero o vigueta que servía
para transportar enfermos y muertos del campo al pueblo, la diferencia era el
color de la cobija, el lado rojo hacia afuera indicaba que era un enfermo el
transportado y si era el lado negro de la misma cobija bicolor que hacía de
impermeable, era un difunto. A veces cuando llovía el hueco en el árbol de Rosa
servía de refugio al enfermo o al muerto. En caso de un difunto era parada
obligada, para esperar la llegada de la “urna de solemnidad” que le facilitaban
para que se pudiesen hacer los oficios religiosos en la iglesia y luego
trasladarlos al cementerio. Al llegar a la fosa se sacaba el cadáver, se
envolvía en una sábana y se desocupaba el ataúd, el cual quedaba en disposición
para otro necesitado de la caridad pública.
A finales de septiembre, se
cumplían 20 años del paso la langosta gris de destruyó las cosechas y 30 de la
peste negra que dejó muerte y desolación. Había preocupación colectiva, se
decía en el pueblo que ese año podían ocurrir alguna vaina que nadie quería que
pasara. Los cueños vivían desde 1878 con el corazón en la mano esperando algo,
el terremoto cambió para siempre la vida de aquel pueblo, se decía que la burla al cura llenó de desgracias al pueblo
que casi desaparece, las calles estaban llenas de ruinas , de casas
abandonadas, de corralones vacíos, de necesidades, la vida del pueblo se
concentraba por la entrada del llano y
los comercios que habían sobrevivido estaban en la calle El Laberinto y la calle Roscio, Los arrieros llaneros que
venían transportando ganado a pie, en
las puntas que salían de Guárico y Apure, era un negocio en monopolio que había
caído en manos del general Juan V. Gómez,
Vicepresidente, nuevo potentado y primer
terrateniente de la república. El general compartía el negocio con los
hacendados locales. El general Félix Galavìs, su paisano tachirense, era el
dueño de la hacienda Macaguita, la más extensa del Tuy. Allí el ganado llanero
empotrerado se perdía en las montañas y se convertían en cimarrones. La gente
le temía, cuando se oía el grito de “Ganado de Macaguita”, las calles quedaban vacías
para dejar paso a esas reses que bufaban y envestían. El Tuy había convertido
las antiguas haciendas de cacao en potreros ganaderos. 30 años de deforestación
acabaron con las sombras de caros, samanes, mijaos sembrados durante la
colonia. Apenas quedaban las ruinas de las antiguas acequias de riego, que se
surtían de las límpidas aguas del río Tuy, hechas en calicanto, todavía hoy,
ese sector de Cùa, donde una estuvo el mijao de la Rosa la manca , mantiene ese
sonoro nombre que viene de una forma de construir traída por los españoles y
heredada de los `árabes y romanos.
El terremoto había marcado la vida de los
cueños y siempre se vivió con un profundo miedo, alguien en esa superstición
cabalística que tienen algunos pueblos, cada año que terminara en número par,
se afirmaba, sin ninguna razón que podía pasar alguna nueva tragedia. Se
acumulaba al terremoto, la langosta y la peste en un lapso de 30 años, el
pesimismo indicaba que estaba cerca otra desdicha. Mas pesaba lo que estaba en
la mente que la remota posibilidad, era vivir con el corazón en la mano,
pendientes de algo que solo estaba en sus pensamientos y se creía que estaba
por pasar.
Esa mañana del día de
San Miguel llegó al paso de los Claveles un personaje pintoresco, venía de los
llanos, en una larga travesía de más de un año, pasó con mucha dificultad el
río, lo ayudaron unos arrieros a empujar la carreta que halaba una mula. Apenas
estuvo al pie del mijao que servía de residencia a Rosa descubrió un sitio apropiado para
iniciar su negocio. El Calicanto era un lugar de reunión de mucha gente del
pueblo y de los que iban de paso. Su negocio era la venta de productos para
curar todos los males, como decía él, en sus conversaciones privadas ____“Yo
vendo ilusiones”. Las quimeras están en cada quien, esperando a alguien que
las despierte y son tan fuertes, a veces más que la realidad, que solo basta
que tu creas en ellas para que se cumplan. Cualquier mal se cura si hay “fe” y
esa es mi misión. Yo no soy más que un mediador, un instrumento para dar fuerza
a esa fe. Traía un carretón viejo, con una mula negra grande fuerte y mal
encarada, por cualquier cosa lazaba unas patadas de alto
peligro. Tenía un loro viejo, que hablaba cuando le daba la gana, pero una vez
que empezaba nadie lo podía hacer callar, el loro se llamaba Roberto, y la consentida
era una culebra macaurel amaestrada para hacer el espectáculo de la venta más
interesante la llamaba Margarita. También tenía como compañera en sus andanzas
y ayudante una india muy joven que había encontrado en Biruaca un pueblo
cercano a en San Fernando de Apure y se la había comprado al jefe de una tribu,
por una morocota. Ese era equipo de
trabajo de VITORES HEREDIA “El vendedor de Ilusiones”. Había
nacido en en Valencia de España y llegó muy niño a Venezuela, su padre
trabajaba con los catalanes constructores del palacio de Miraflores que había
contratado el general Joaquín Crespo. En sus correrías de niño por la
construcción del futuro palacio de Miraflores conoció a un hombre que se había
convertido en la mano derecha del general Crespo, se llamaba Telmo Romero, era
del Táchira y tenía fama de ser un hombre con grandes conocimientos de
medicina, aunque jamás había pisado la universidad. El niño Vitores se fue
encariñando con aquel misterioso personaje, una especie de Rasputín tropical
que influía en doña Jacinta Parejo, esposa del general Crespo. Telmo era un hombre audaz, inteligente que
empezó vendiendo menjurjes y sus amigos lo llamaban “guarapito”. Pasó un tiempo
en la Guajira y regresó San Cristóbal anunciando que había aprendido los
secretos de los brujos Guajiros. Tiempo después publicó un libro que se hizo
muy famoso por sus ventas. Lo llamó “El Bien general”. El libro se vende en
Caracas y cae en manos de misia Jacinta, la cual quedó tan encantada por su
contenido que ordenó a sus edecanes que le buscaran a Telmo Romero necesitaba hablar
con èl. Telmo no se hizo esperar, era la oportunidad que estaba esperando, Doña
Jacinta se lo presenta al general Crespo y en sus conversaciones le ofrece al
general la posibilidad de celebrar un contrato para montar en los Teques un
sanatorio para enajenados mentales y para quienes padecían la enfermedad de Elefantiasis.
Logra convencer al presidente quien sin reparos y apoyado por el consejo de
ministros firma el contrato y se ordena la segunda edición del libro: “El
Bien general.” Le informa al general Crespo que antes de empezar en los
Teques debe viajar EE. UU para adquirir algunas sustancias y principios que aplicaría
en sus curaciones.
A su regreso de EE. UU trajo muchas cosas,
entre aquellas, unos aparatos que se colocaban los locos y le daban fuertes
descargas eléctricas, era la novedad para tratar la demencia, trajo además
varias cajas de productos y uno muy especial, patentado en USA por míster
Williams Rockefeller, el abuelo del magnate petrolero. Ese producto tenía la
virtud de curar muchos males, principalmente la peste y vómito negro, el
producto venía en un hermosos tarritos de porcelana con dibujos de filigrana
azules en fondo blanco Se llamaba en castellano “El Elixir de plata 666” (Silver Suspensión 666 en inglés o como
lo llaman todavía hoy, “”El Argentum Elixir”). Se afirmaban en EE.
UU ese menjurje era capaz de inmunizar contra los efectos de la peste, libraba de
los males de las gripes y muchas otras enfermedades infecciosas, todavía no
existían los antibióticos. Sus componentes, afirma mister William Rockefeller,
quien se hizo rico con esa patente, eran un balance perfecto de extracto de
plata, la Genciana de piedra. (derivado del petróleo), Cobre, Zinc y viejas
formulas secretas de plantas conservadas con mucho cuidado por la tribus
indígenas de Oklahoma (Cheyenes y
Comanches).
El señor Telmo Romero
llegó a la Guaira con todo es cargamento, el cual fue trasladado hasta los
Teques en tren, Una parte quedó para la venta pública, en su farmacia que
ubicada en el centro de Caracas. El niño Vitores recibió varios regalos que le
trajo Telmo del Norte. Entre ellos un
juego de laboratorio para extraer el elixir de las plantas, pesas especiales,
disolventes, el muchacho empezó a jugar con ese laboratorio y Telmo le fue
enseñando sus artes de curandero, sus mañas para engañar y envolver a la gente.
El general Crespo estuvo a punto de nombrar al
“brujo” Telmo como rector de la Universidad Central, pero una reacción del
estudiantado contra esa chifladura, lo frenó. Los estudiantes le quemaron la farmacia
a Telmo y perdió el contrato para curar locos. Sin embargo, siguió desde su casa,
con sus ventas de productos, los publicitaba por los periódicos de la época
como “El Cojo Ilustrado”. Y le iba muy bien. Según la opinión de muchos clientes
los productos eran muy efectivos para las curas de diversos males,
especialmente para cortar y prevenir las infecciones respiratorias. Vítores se
convirtió en el ayudante y aprendiz de Telmo, hasta que, pasado algunos años, decidió
abrirse paso y montar su propio negocio, en ese periplo de nuevas experiencias es
así como llega a Cùa aquella mañana del día San Miguel Arcángel.
El carretón de Vítores tenía una heterogénea carga, pero los más llamativo era unos letreros rojos colocados en los lados y el frente del carretón que decía: “El general Castro es la paz”. “Vendemos salud y bienestar”. Elixir de Plata 666, importado del Norte.
El vendedor ataviado con una antigua
chistera gris, manchado por tanto uso y abuso, su saco negro y una corbata
roja, decía por un megáfono que tenía forma de embudo de metal, con un color
amarillo ocre. Con un frasco en la mano
empezaba a tratar de atraer la clientela:____ “Este es el famoso Elixir de Plata
666 hecho en EE. UU por míster William Rockefeller, sirve para curar todos los
males”._____ “Un secreto que le entregaron los indios de Norteamérica”.___ “Demostrado
está que lo mismo sirve para calmar un dolor de muelas, que, para solucionar
los problemas intestinales, los dolores de cabeza, el reumatismo y los pasmos”.___
Las fiebres, las gripes. :___ “Señores, No hay una medicina que garantice la
curación como este Elixir de Plata 666”.____ “El cual tenemos a su disposición
por módico precio de un peso fuerte, dos Bambas, cinco “bolivaritos” que bien
vale su salud”.___”Dos bambas, que no le
hace ni más rico, ni más pobre , pero le puede dar felicidad”
___”Estaremos aquí por unos días, no
estaba en nuestros planes, pero vamos a pernoctar en este pueblo, para favorecer
de sus habitantes”.___ “Vengan, acérquense para comprobar los beneficios del
Elixir de Plata 666”. ___”Complete su compra, son los pocos tarros que me
quedan después de un lago viaje por los llanos”.
Así empezó su cantaleta para
convencer a sus potencial clientela, después de esta primera perorata se acerca
a un vecino del sector ,don Augusto
Meza, lo lleva hasta la carreta conversan un rato, toma agua y se prepara para
su segundo discurso.
___ “Los planes de Dios nadie los sabe y hemos llegado a Cùa para atraer
salud, bienestar y paz”.
___ “Mucha tranquilidad y salud”.
Cuéntenos sus problemas de salud que nosotros tenemos el remedio, la cura
definitiva a esos males que no dejan vivir tranquilos.
____ “Señoras y señores yo no soy brujo, ni curioso, creo Dios, en el
Papa, en La Virgen, en la Iglesia Católica, Apostólica y
Romana, en todos los santos. Creo en el general Cipriano Castro,
nuestro presidente, vencedor jamás vencido, en el general Juan
Vicente Gómez, en su hermano el general Juancho. Presidente del
estado Miranda y quien gobierna desde Ocumare, la capital y mi próximo destino.
Recibí en recado Don Juancho me está esperando, Aclaro que soy un botánico que
ha comprobado la utilidad de las plantas para curar los males que nos
mortifican”.
“Mi maestro fue el sabio Telmo
Romero quien recogió sus experiencia y saberes en un libro único “El Bien
general”, el cual fue publicado con el auspicio del general Joaquín Crespo”.
__”El presidente lo nombró director de un sanatorio de enfermos mentales en Los
Teques y curaba hasta lo que se consideraban desahuciados”.___ “Yo siendo niño
empecé a trabajar con Don Telmo y él me considera como el custodio de su
sabiduría”. En la medida en que el
discurso se desarrollaba más gente llegaba al paso del Calicanto
Ya a las tres de la tarde medio pueblo se había dado cita aquel día para
ver al extraño personaje. Los niños se montaban en los árboles de guama para
verlo y oírlo mejor. La culebra margarita esperaba su turno para actuar y el
loro Roberto hacia silencio, pero observaba los acontecimientos como un
supervisor. La joven india servía como secretaria para pasarle los productos
que publicitaba Vítores Heredia
Volvía de nuevo con su discurso: ___“Señores
no dejen que el dolor de cabeza lo torture, usted merece algo mejor en la vida,
no deje que el reumatismo no lo deje mover”. ___Tenemos la solución para esos
achaques y malestares, la ruptura de huesos, el mal de orina, la impotencia”.
____”Estamos aquí para cumplir nuestra misión de paz y sanación”.
Vítores le dice algo a la joven
india que hacía de ayudante. Toma la
culebra Margarita de una cesta, la muestra al público, que manifiesta en un
grito su sorpresa al ver aquella enorme serpiente enroscada el cuello de la
india. Uno de los muchachos, un hijo de Juana Meza que estaba encaramado en la
última rama del guamo, hizo un movimiento extraño para ver mejor el
espectáculo, la rama sonó quebradiza, se partió y el hijo de Juana Maza,
sobrino de Don Augusto cayó directamente
frente a la carreta, en medio de un polvero. El muchacho zagaletón parece que del golpe quedó privado tirado en
el suelo. y uno de los presentes de
lo agarra y los levanta del suelo, en ese momento Vitores Grita_:____” Déjelo
quieto y se dirige al niño que yace en el suelo, lo toma, le levanta la cabeza,
llama a la india le dice algo en voz baja y ella de inmediato le trae dos
tarros y una botella verde y una sábana blanca, con la cual cubre el cuerpo del
niño. De inmediato abre uno de los tarros y lo coloca en la nariz del niño al
olerlo se despierta, lo revisa y comprueba que no tiene quebradura, sino un pequeño
morado en un hombro, le da de tomar el contenido de la botella verde y le
coloca en el hombro la pomada. De inmediato el muchacho se para sonríe y todo
el mundo que estaba en absoluto silencio, rompen en un gran aplauso, Rosa “la
manca grita”: __¡ milagro.! Aquel joven lo daban por muerto y salió caminado.
Ya no necesitaba más discursos para
convencer sobre la efectividad de sus productos. Como dicen una imagen en vivo
vale más que mil palabras. El accidente como un show de ilusionista convenció a
los asistentes. Quienes de inmediato se sintieron
identificados con aquel hombre que tenía conocimientos para curar las
enfermedades y acabar con los males puestos...
Al día siguiente el número asistentes
era el doble, la fila de compradores atravesaba el camino del ganado llegaba
hasta la casa de los Hernández Piñero. De pronto se oyen unos gritos, el
muchacho que se había caído del árbol, acompañado por dos amigos, mal encarados
y armados le reclama al ilusionista que ese no era el pago acordado y que tenía
que darle los 30 pesos acordados. Vítores le dice calma, eso solo era un
adelanto del pago, aquí te tengo la otra parte y le muestra una mochilita con
los relucientes bolívares. Lo hace con cierto disimulo para calmar a los
reclamantes armados y que el público no notara la añagaza montada y el rapi rape
del desafío. Rápidamente y con disimulo le entrega la mochilita llena de bolívares
y los muchachos se van rumbo al rio, al llegar al paso de los Claveles el hijo
de Juana Meza abre la mochilita para darle su parte a los acompañantes y de la
bolsa saltaron cuatro cascabeles, que les hicieron correr para evitar una
picada mortal.
--___ “Estas son vainas del Diablo”, grita uno de los acompañantes, ___ “vamos
darle una lección”. Dice el otro y se regresan al sitio del Mijao, donde el
vendedor de ilusiones tiene en fila a medio pueblo comprando el mágico elixir
de plata.
Continúa,.....
Saludos, para cuando la continuación jejejejejej!
ResponderEliminarBuenas noches, muchas gracias por su comentario y por interés en la continuidad del cuento. Espero poder satisfacer su deseo muy pronto. gracias.
EliminarSaludos, para cuando la continuación jejejejejej!
ResponderEliminar