BOLÌVAR ENEMIGO DECLARADO DE LOS CORRUPTOS, POR POCO LO MATAN EN BOGOTÀ.

 

EL ATENTADO SEPTEMBRINO FUE UNA CONSPIRACIÒN DE CORRUPTOS.



Los pueblos de América hispana están desde siempre condenados a estar en la cola de la civilización, porque desde los albores de la república se escogió el camino de la división, cada caudillo se reservó su territorio, con una visión de corto plazo, contraria al espíritu de El Libertador Simón Bolívar, quien pregonaba desde 1819 la necesidad de la unidad geopolítica para conformar una gran nación junto con Quito. En el manifiesto de Cartagena en 1812 y en la Carta de Jamaica, Bolívar esboza sus planes de liberación y de unidad de las naciones que surgían de la desintegración del imperio español en América



En Angostura los legisladores apoyan casi todas sus iniciativas, como la creación de Colombia, al tiempo que en su ausencia desafían su autoridad y en la práctica el general Mariño le da un golpe de Estado a Francisco Antonio Zea. Todo parecía perdido, hasta cuando Bolívar cruza la cordillera y derrota a los realistas en el Pantano de Vargas y en Boyacá. Regresa a Angostura y es aclamado. El triunfo de su espada provoca la apoteosis popular y le permite consagrar la creación política de Colombia, La Grande.

El Congreso de la Villa del Rosario de Cúcuta, 1821, con delegados de Venezuela y la Nueva Granada, aprueba la unión y la mayoría de los postulados del Libertador, no así la presidencia vitalicia, ni su modelo de Senado. Legisladores venezolanos y granadinos emprenden la tarea de debilitar su influjo por la vía legislativa. Lo que se facilita por la ausencia del Libertador, que parte con Sucre a combatir por la liberación del Perú. El Congreso de Bogotá, bajo el influjo de Santander, quita el poder de mandar tropas como presidente en el exterior.



El historiador Rufino Blanco Fombona explica cómo de 1826 a 1830, antiguos guerrilleros realistas “como Obando en Nueva Granada, Carujo en Venezuela y los isleños absolutistas de Caracas, se llamaron a sí mismos liberales, como Santander y su parcialidad en el antiguo Virreinato colindante.  Toda aquella predica de liberalismo a ultranza, por los antiguos sostenedores del Rey absoluto no era sino reacción anti boliviana, propiciada por Santander en Colombia y por Páez en Venezuela”.

 El 25 de septiembre de 1828 será una de esas fechas que siempre quedará inscrita en la infamia. De por sí, ya se habían suscitado los ánimos asesinos incontenibles, desde la Convención de Ocaña, cuando los sectores bolivarianos habían disuelto el quorum sin que la constituyente de entonces hubiera podido llegar a dictar una constitución, dejando al país en el limbo. Nunca fue partidario de esa maniobra Simón Bolívar y le pareció un acto de piratería, así lo hubieran hecho sus adictos. Pero de allí a que ello sirviera de base para empuñar el puñal, como se sostuvo en múltiples declaraciones públicas, es la peor mácula de la historia .

Nunca creyó El Libertador que la conspiración de Santander, de Obando y de Carujo, el mismo que conspiró para derrocar al Dr. José María Vargas tuviera bases ciertas y de allí su desaprensión a que su atentado pudiera llevarse a cabo pese a algunas advertencias.  La excusa fue el resultado de la Convención de Ocaña, pero la verdad era el terror que tenía a las leyes propuestas por el Libertador para acabar con los corruptos que ya estaban aprovechándose de las escasas rentas de la república. La doctrina de Bolívar se fundamentaba en la virtud del funcionario público, de una ética en el manejo de la cosa pública, su objetivo era acabar con los corruptos en la administración y de allí vino la conspiración septembrina.



No era, pues, la presidencia vitalicia o el Senado hereditario, a fin de encontrar una salida a las ambiciones del momento, lo que comportaba el germen fundamental de las discrepancias, sino el hecho de que Bolívar quisiera incorporar la virtud como norte insoslayable de la ética pública. En especial porque entonces el gran debate era cómo se habían evaporado los indispensables y multimillonarios créditos adquiridos en Inglaterra, a intereses altísimos y comisiones estrafalarias, en lo que tenía puesto el ojo avizor El Libertador desde que había llegado del Perú.

Por eso la presencia de Bolívar en la Convención de Ocaña era absolutamente incómoda para aquellos que desdecían de esa política, no solo altruista, sino práctica y atinada para los destinos de la República. De haber estado El Libertador en la Convención otra hubiera sido la suerte del país, pero aceptó el inciso nefando que lo apartó de las deliberaciones, donde sin duda hubiera sido aclamado, dejando en cambio el espacio completo al vicepresidente, general Francisco de Paula Santander, artífice de la maniobra, quien aprovechó el espacio y su preeminencia para ir volteando diputados, en sus propósitos diferentes, y quien a su vez se sentía inculpado por el tema de los créditos.

 Desde allí vienen nuestros males, se incubó la desintegración de Colombia, el asesinato del mariscal Antonio José Sucre y la muerte de Simón Bolívar en diciembre d 1830 acabaron con los proyectos de grandeza y UNIDAD.

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