Ya estamos saturados de sobre diagnosticar nuestra tragedia .

 

           DOS VISIONES PARALELAS.



En Venezuela ya estamos acostumbrados a ver el pasado con un sentimiento de pérdida, es triste reconocer que pasado fue mejor y que este presente solo es una tragedia. Lo natural es que el presente sea mejor, pero en nuestro país es lo contrario. Eso nos da una visión pesimista de la vida, el nuevo venezolano le cuesta mucho vivir en optimismo.

 Por otro lado, ya estamos saturados de sobre diagnosticar nuestra tragedia, convertida en internacional. Tenemos todos los elementos que no señalan las razones de esta catástrofe, pero no hemos podido ponernos de acuerdo para salir del accidente histórico. Nos llenamos de angustia al ver que nos hemos convertido en un problema que traspasó nuestras fronteras y la solución es destinar fondos de ayuda para los millones de migrantes y no hay un dólar para invertir en la libertad del venezolano. El mensaje que nos están dando los organismos internacionales es que esta tragedia no tiene salida a corto o mediano plazo, que hay prepararse para un éxodo masivo como única alternativa y a tener un gobierno paralelo eternamente. Para nuestra desgracia se ha creado un statu quo reconocido y aceptado con dos gobiernos y ninguno de los funciona para el venezolano.



 Venezuela reclama de sus dirigentes, no solo políticos, una salida que ponga fin al régimen. Mientras siga en el poder esta banda de saqueadores no hay salida, solo queda la frontera. Huir a pie, recorrer miles de kilómetros, sufrir afrentas, aberraciones, discriminaciones y violencias.

 Requerimos soluciones, ya abundan las radiografías, las intervenciones de cubanos, rusos, chinos iraníes, norteamericanos, europeos. Todos saben lo que pasa, por qué pasa y cómo se debe poner fin, todos se preocupan, pero no se ocupan.

Las cosas están muy mal, pero casi seguro que estarán peor. Hay una quietud negativa.

Unos están convencidos que ESTE RÈGIMEN NO SALE SIN UNA PRESIÒN SUPERIOR A LAS FUERZAS MILITARES QUE LO DEFIENDEN.

Al otro extremo hay experimentados líderes que sostienen la tesis: SÓLO SE PUEDE SUPERAR ESTE RÈGIMEN CON UNAS ELECCIONES, UTILIZANDO LA VÌA DEMOCRÀTICA Y CONSTITUCIONAL.

Son dos posiciones sin matices, sin zonas grises, solo hay estas dos alternativas. El problema es el cómo llegar a cualquiera de las dos visiones.

Unos esperan una intervención encabezada por EE. UU con el apoyo de la comunidad internacional, es un pensamiento mágico con una solución exprés de tipo cinematográfico, donde los venezolanos seremos unos simples espectadores sin poner ni un recluta, ni un centímetro cúbico de sangre. Se confía en la invocación mágica de algún artículo de la Constitución para que se organice una invasión armada, mientras nosotros nos colocamos de espectadores a ver morir soldados por nuestra causa. Aquí rige un pensamiento mágico y cómodo. “Quien quiere comer corroncho, tiene que mojarse el fundillo” Esa es la verdad.

 Confiar en que las medidas de presión de los EE. UU y de la comunidad internacional representan suficiente fuerza para obligar al régimen a cambiar sus tramoyas electoreras por elecciones libres, es optimismo panglosiano. El tiempo que ha pasado evidencia que esas sanciones solo le sirven de excusa para afirmar la pobreza. Las sanciones se hacen para evadirlas.



Lo que ocurre en Venezuela nos trae a la memoria la caída de Constantinopla. Se cuenta que cuando los turcos estaban a punto de conquistar la ciudad, los sabios de Bizancio, en lugar de ocuparse de defenderse de los enemigos, perdían el tiempo discutiendo acerca del sexo de los ángeles.

Mientras todo se queda en una discusión surrealista que enfría el apoyo internacional, al venezolano se le abre la puerta para el desarraigo, para la estampida masiva, para la huida de una nación postrada, frustrada y desesperanzada y agregaría sin exagerar que esa diáspora forma parte del libreto comunista, ya ocurrió en Rusia, en Alemania, en Cuba, es la válvula de escape a la presión interna, 4 millones de venezolanos que dejan un espacio, en una nación sin comida, sin electricidad, sin agua, sin gasolina, sin trabajo. Cada venezolano que huye es un peso menos para el régimen y la consolidación del control social a los que no le queda otra alternativa que seguir viviendo en este infierno.



Estamos en una situación altamente compleja y parece que nuestra dirigencia política no quiere o no puede entender la gravedad de esta guerra soterrada, realmente no es fácil asumir que solo queda preparase para una lucha armada, los políticos no están preparados para esta situación, no son militares, pero se olvidan que la política y la diplomacia es una manera refinada de hacer la guerra No hay otra forma de obligar al régimen a que acepte en una negociación la salida de Maduro y convocar a unas elecciones libres, a menos que la presión aplicada sea superior a las armas de los militares que le apoyan. La otra salida es que los militares den un golpe de Estado, pero eso es una hipótesis muy remota, pues el ejército venezolano es una institución desarticulada, cooptada, mediatizada, corrompida y super controlada Cualquier elección que se organice con un maquillaje del CNE es una trampa mortal y ese es el gran objetivo del régimen ya conocemos que hay sectores seudo opositores que se han entregado a la farsa a cambio de algunas migajas dolarizadas. Ahora son las mucamas del régimen, los electoralistas, dispuestos a todo por una curul, una alcaldía o una gobernación. Son los colaboradores directos de esta desgracia que no entienden de resistencia activa, que asumen la política como las alfombras de los comunistas, los limpia pie de los socialistas. Los “tírame algo” y “peor es nada”. Triste papel para reconocidos dirigentes. Todo es una farsa con sus amos, sus filibusteros y equilibristas. No hay forma de unir las visiones opositoras que obliguen al régimen a dar un giro para hacer unas elecciones libres y aceptables. No hay unidad.

 

 

 

 

 

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