En la vida la monotonía es una plaga.



                         UNA EXPERIENCIA DE VIDA.



 En febrero del año 1955 llegamos de la capital a vivir en el caserío El Loro en las cercanías de San Casimiro (Aragua). Me tocaba comer el almuerzo en el comedor escolar del Francisco Isnardi.  Era una costumbre tomar y comer el cambur o banano con leche, para mi aquello era inaceptable, es más siempre había creído que esa combinación era un veneno. Obligado por las circunstancias lo probé con mucho recelo y miedo, al final rompí el mito y no me pareció desagradable el sabor, es más puedo afirmar que me gustó y que aprendí una lección de vida.


 

 Si queremos conocer la verdad hay que arriesgarse, hay que estar dispuestos a probar y conocer lo desconocido. No podemos aceptar los mitos y prejuicios como verdades absolutas.

 

 Hay que estar dispuestos a desterrar la rutina, a explorar nuevos caminos. Dios nos ha dado el don de crear para no repetirnos con lo mismo. Hay que liberar la imaginación, atreverse a innovar, a crear, a romper paradigmas y a renacer.


 

¿Cuánto hace que no comes algo distinto? ¿Qué tal si escuchas otra clase de música y te vistes de otro modo? Insufla un nuevo aire a tu vida con sorpresas motivantes porque en la vida la monotonía es una plaga.

 Hay que tener la mente amplia si la apuesta es ganadora para la vida. Las ideologías, el egoísmo, el fanatismo, el desmadre de placer y tener, la ignorancia, el mal uso del poder, la fama, el libertinaje, todos los vicios alejados de la verdad son hoy quienes gobiernan la vida y el mundo. Muchos llegan el extremo de negarse a probar el bien, no lo conocen, simplemente viven en las tinieblas y no reconocen la luz. Difícilmente hoy encontramos personas que busquen la verdad, se dejan dominar por las mentiras y las medias verdades hábilmente presentadas. No hay cuestionamiento, ni dudas, no se miden las consecuencias, no se pondera el alcance de los prejuicios. Hay un desorden moral que se impone como verdad y ni siquiera se cuestiona. No hay razones, solo se impone lo que se cree, al final la mentira termina convertida en una “verdad” por uso y abuso. Por eso estamos tan mal.


 

 Debemos en la vida tener la mente abierta, pero al mismo tiempo estar seguro de nuestros principios. La rigidez no nos permite cambiar conceptos, ni renovarnos, somos como muertos vivientes, quien no es capaz de renovarse ya murió, aunque viva. Alguien dijo con profunda sabiduría que somos como los ríos que se van renovando con el paso del agua. Quien a los 50 años sigue pensando como lo hacía cuando tenía 20, simplemente no ha vivido, ni ha entendido el milagro de ser hijos de Dios.

 

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