El exilo forzoso destruye la esencia del ser venezolano .

 

               EL DOLOR DEL ÈXODO.



En la medida en que tiempo nos remite a eternizar la crisis venezolana, vemos con profundo dolor que no hay a nivel personal y familiar otra salida que el éxodo. Ese largo y triste proceso de desplazamiento de millones de venezolanos, ese destierro jamás vivido, ni siquiera imaginado se ha diluido en una palabra suavizadora LA DIÀSPORA. Una forma dolorosa de conocer las culturas cercanas y lejanas, de sufrir esa plaga que llaman xenofobia o de sentir la mano amiga que nos ayuda en medio de tanta oscuridad.

El éxodo venezolano es una tragedia de dimensión universal que el mundo cercano y lejano no le ha dado la importancia que merece. Millones de seres humanos sometidos por sus propios connacionales uniformados a la más miserable expoliación, al robo y al saqueo descardo de los pocos ahorros y haberes que se tienen por sobrevivir en lejanas tierras.



 El exilo forzoso destruye la esencia del ser venezolano y surgen valores como la solidaridad, el esfuerzo, la tenacidad y hasta el heroísmo, en otros aparece la maldad a flor de piel, es la conformación de un extraño proceso donde puede surgir un santo, un héroe o un Franqueasteis construido a pedazos Sale a relucir todo lo bueno y todo lo malo. La venezolanidad agoniza en la integración del individuo a otras tierras, se agudiza el dolor de ausencia, se extrañan los padres y los hijos, las querencias de la tierra que se quedaron. Ya Venezuela no es ni siquiera el “País Portátil” del escritor Adriano González León. Un libro que tiene cincuenta años de publicado y refleja la proyección de una ciudad que aún no existía y que Adriano que logró ver con calidad fotográfica, lo que hoy es caos, miserias y corrupción fomentada por las políticas de sus camaradas de ayer.



 El venezolano poco a poco se va volviendo extranjero, pero como dice una vieja canción termina “no siendo de aquí, ni de allá”. ¿Dónde queda su mente y su corazón? ¿En la patria abandonada o en la patria adquirida poco a poco a fuerza del éxodo? Quien es más extranjero el que se queda rumiando el dolor y las miserias o el que desgasta los zapatos caminado por el asfalto de tantas carreteras o el que se radica en luminosas metrópolis a vivir de la limosna. La movilidad se hace cotidiana, unos van al norte, otros al sur, se agotan las suelas y el sol quema la piel. Son la versión moderna del “JUDIO ERRANTE” que lleva sus pequeños bártulos en un desteñido morral tricolor que le recuerda los colores de su bandera. Se acostumbran a vivir fatigados de tanto caminar por las trochas plagadas de delincuentes. Se han convertido en el judío errante del siglo XXI cuya patria es la errancia y un fardo de recuerdos e imágenes, de voces, olores y texturas de una patria que cada día se difumina. La errancia del ayer, de los juglares ha vuelto, muchos se quedan en los cruces de caminos y veredas esperando la muerte, otros en sus andanzas acumulan experiencia e historias, solo hace falta la pluma o el artista que la de a conocer. Así surgieron las grandes obras de la literatura universal.

Las epopeyas, la Biblia, las mejores piezas de teatro clásico, las fabulas, las profecías y obras poéticas se forjaron con la fuerza del exilio y la diáspora. Esa es la historia de la humanidad, aunque nos cuesta entenderla. El éxodo siempre es la fuente de leyendas como Rómulo y Remo, la Divina Comedia, El Paraíso Perdido de Milton.



Las atrocidades de un régimen no son más que los crímenes de un faraón, de un rey, de un déspota con las distancias de tiempo y espacio. Pero en el fondo siempre es la misma tragedia.


Errancia:

Adjetivo. Este vocabulario se refiere como el acto o la acción de errar o errarse, en andar, deambular, transitar o caminar vagando y holgazaneando de una parte a otra sin tener trabajo, oficio o asiento determinado, también a la persona errabundo, ambulante, errante, trashumante o un nómada.

   

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