VENEZUELA EN LOS RELOJES DE SALVADOR
DALÌ.
“La
persistencia de la memoria”.
Cuando las cosas buenas llegan sin esfuerzo, no se aprecian y se van, dejando solo un recuerdo.
Cuando el petróleo aparece en la vida de los venezolanos en 1922 prácticamente no había Estado, no había carreteras que unieran al país. Éramos un proyecto que venía dando tumbos en medio de la anarquía del siglo XIX.
Cien años han pasado y hemos vuelto al siglo
XIX, lleno hambre, de necesidad, de pobreza, de anarquía, Volvimos al pasado
con la pesada carga de haber vivido una ilusión, un sueño mágico que termina en
la nada.
Esta cruel
realidad puede ser representada por un cuadro de Salvador Dalí, donde muestra
varios relojes derritiéndose ante un paisaje costero. Esos relojes, como si
fueran organismos vivos que se consumen, representan el tiempo. Viven y
sienten, pero, poco a poco, se deshacen y desaparecen, y es imposible hacerlos
regresar. Cada reloj muestra una hora diferente para recordarnos que el tiempo
es relativo e impreciso. Depende de quién lo esté viviendo: fluye rápidamente
en medio de la emoción y la intensidad o se detiene con el sopor y el
aburrimiento. Hay, además, un reloj apoyado en una mesa y colocado del revés,
en el que la hora no es visible, como si el paso del tiempo no importara. A
diferencia de los otros tres, no se derrite, es sólido y se mantiene en su
posición.
Una destartalada carrocería de lo que fue un hermoso auto. Surrealismo a la venezolana o hiperrealismo socialista.
Pareciera
que para Dalí existen dos maneras de medir el tiempo: una para lo efímero y
pasajero representada por los relojes blandos y delicuescentes y otra para lo
duradero y perdurable simbolizada por el fondo del cuadro con el mar
Mediterráneo, el acantilado y el amanecer del cielo.
Igualmente, para el venezolano el tiempo tiene
dos dimensiones. Una que por la indiferencia no deja ningún rastro, una dimensión
que murió y que nadie volverá a ver. Una vida infructuosa, como dice el viejo refrán
“Tiempo tuviste: no culpes al tiempo, sino a ti que lo perdiste”.
La otra dimensión es la verdad del tiempo para
aquellos que lo aprovecharon y se prepararon para tiempos duros de estrechez.
El tiempo es oro, no para atesorar bajo el colchón, sino para sacarle provecho
con visión de futuro. Así como decía el poeta latino Horacio: “Carpe diem” que
se podría traducir como aprovecha el momento porque el tiempo es corto. La gran
pregunta en que invertí el tiempo durante los años de bonanza petrolera, sería trabajando,
ahorrando y haciendo buenas inversiones o sería dedicados al desmadre de un
carnaval eterno. Muchos llegaron con una maletica y unas ilusiones en un barco
de inmigrantes y terminaron construyendo una nación. No podemos olvidar lo que
significa aprovechar el tiempo o perderlo para culpar a otros de la tragedia
individual y colectiva.
Hoy vivimos en un torbellino de locuras donde
ya el tiempo se derritió, como en el cuadro de Dalí, todavía hay forma de sacarle
provecho para el que lo quiere ver con ilusión. Cuando emergen los momentos de
la vida en los que todo se estanca y desaparece la ilusión, conviene sacar a
flote los recuerdos de aquello que nos hizo felices o incluso de aquello que
nos doblegó. La memoria es una forma de marcar el paso del tiempo, interna y
subjetiva. Recordar es fácil para el que tiene memoria y olvidar es difícil
para quien tiene corazón. El tiempo de la memoria no es el mismo que el de un
reloj común: un momento que ha sucedido hace mucho puede ser recordado como
algo reciente, mientras que el día anterior puede dar la impresión de haber
ocurrido mucho tiempo atrás. De esta manera, la memoria actúa como si fuera un
estimulante que nos hace revivir momentos pasados que infunden nuevas energías
para continuar, dando verdadero sentido a nuestra vida. Eso es lo que justifica
las añoranzas del pasado, las fotos antiguas, las crónicas de tiempos que no volverán.
Pero siempre con un enfoque positivo de un renacer de la ilusión que podemos
hacer realidad si nos proponemos.
Por
eso, no es casualidad que Dalí hubiese titulado su cuadro de los relojes “La
persistencia de la memoria”. En definitiva, lo único que nos queda y también se
va desgastando con el uso.
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