LA EPILEPSIA DEL GENERAL PÀEZ.
José Antonio Páez nace en el año 1790 en la población de Curpa en el estado Portuguesa Entre 1810 y 1821 se convierte en el héroe de la guerra de Independencia, la primera lanza del llano. El Centauro, el caudillo de a caballo, que pasó de soldado a general en jefe, título ganado en el campo de batalla por su extraordinario valor y “virtudes militares”.
El general Páez era un
hombre que inspiraba respeto por su magnanimidad y valentía, demostrada en todo
momento. Pero algo le sucedía, la salud tenía sus fallas, cuesta imaginarse a
un guerrero sufriendo de un ataque de epilepsia en medio de una batalla.
Cuentan sus allegadas que al oír los primeros disparos el daba el violento
ataque. Tras convulsionar, caía del caballo, ocurría esto igualmente al ver una
culebra. Se cuenta que en una batalla comenzó a sentir el ataque de epilepsia y
cayó de su caballo. Sus hombres tratan de ayudarle, pero el ataque de las
tropas enemigas es muy fuerte y lo dejan solo para ellos poder defenderse. Al
recuperarse la general monta en su caballo y al ver a sus soldados que quiere
huir, les ordena que ataquen, derrotando no solo a la caballería, sino a la infantería.
La enfermedad que sufría
el general lo había puesto varias veces en peligro. En la Batalla de Carabobo
le dio el ataque de epilepsia, dejándole sin conocimiento en medio del tropel
de enemigos y se salva por la ayuda que le presta un llanero realista, el comandante
Antonio Martínez de la caballería de Morales. Tomàs Martínez toma las riendas
del caballo de Páez y lo montó en el anca de este, colocó a un teniente de los
patriotas Alejandro Salazar para sostenerlo en la silla y es devuelto a las
filas patriotas en ves de hacerlo prisionero. Páez vuele en sí, con gran furor
asume el mando y gana la batalla que le da la libertad a Venezuela.
Fuentes: 1 ” Al principio de todo combate -escribe-, cuando
sonaban los primeros tiros, apoderábase de mí una intensa excitación nerviosa,
que me impelía a lanzarme contra el enemigo para recibir los primeros golpes;
lo que habría hecho siempre si mis compañeros, con grandes esfuerzos, no me hubiesen retenido” ”, relata el propio Páez en su
Autobiografía."
2 Páez no ocultaba su aversión por las serpientes, incluso decía que
no comía pescado porque estaba convencido de que en el estómago se convertía en
carne de culebra”, señala Arístides Rojas.
Con base en fuentes similares a las de Rojas, algunos médicos y
otros especialistas, como Lisandro Alvarado, han señalado que Páez era
epiléptico, lo que explica por qué las convulsiones lo afectaron hasta el fin
de sus días, al igual que su aversión a las serpientes. Ya mayor y retirado en
Nueva York se aventuró a gustar de una ensalada de pescado, en dos ocasiones.
En ambas fue víctima de horrible malestar, al cual sucedieron violentas
convulsiones”. En otra ocasión asistió a un museo donde exhibían unas enormes
boas, y durante la noche tuvo ataques muy fuertes. La manía que le dominó en la
infancia no le abandonó en la vejez”, sentencia el autor.
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