LA BARBARIE Y LA OLOGRACIA POLÌTICA.

 

              EL RENACER DE LA BARBARIE.



La lucha entre la barbarie y la civilización es un tema de América, así lo recogen filósofos, novelistas, ensayistas. La gran novela venezolana Doña Bárbara , de Don Rómulo Gallegos es un fiel reflejo de esa lucha entre esos dos polos de la cultura.





 Nos encontramos hoy inmersos en una especie de renacer de la barbarie como forma de vida contemporánea. La figura del bárbaro adquiere nuevas formas de presentación, pero en el fondo sigue siendo el reinado de la mediocridad, de lo pedestre, de la vileza y de lo insignificante con poder. Por eso la violación del DD.HH es algo muy común hoy en dìa.

Los sistemas políticos han degenerado hacia la OLOCRACIA, o el gobierno tumultuario de las muchedumbres, vivimos en un mundo donde predomina la vulgaridad y la grosería. El irrespeto a los valores.  Los mercachifles han destrozado la ética. Hay una identificación perversa entre los malvados y mediocres que gobiernan y quienes los eligen. La conveniencia y la ignorancia se han apoderado de la esfera pública y privada. Eso se nota en las manifestaciones suicidas de quienes aspiran un nuevo orden, el cual termina siendo peor que el anterior.



Hay un quiebre de la civilización que ha traído un vacío existencial, se ha edificado una sociedad enfocada en el entretenimiento y la diversión, en la banalidad Una sociedad tiene que estar enferma cuando todo gira en torno a un espectáculo, un show, incluso las declaraciones de los principales voceros, carecen de profundidad, todo se limita al impacto del Twitter. Para nada importa la verdad. Hay una estética superficial e inculta que trasmutó los valores promoviendo la fama sobre la integridad, el poder sobre la humildad, el dinero sobre el saber, los centros comerciales sobre los museos, los televisores sobre los libros, los politiqueros sobre los profesores, los magnates sobre los intelectuales.  En   ello está  la raíz de la enorme diferencia en las ganancias de un crac del futbol (en definitiva, una estrella del espectáculo) y los salarios de médicos, enfermeras o investigadores en el campo de la salud, profesores y maestros.

 Hemos convertido a la actividad política en un estercolero de resentimientos, odios, de adoctrinamiento de idioteces, una pauperización cultural con graves consecuencias en la vida ciudadana. El revanchismo de los errores privilegia el feminismo sobre la feminidad, la impudicia sobre el pudor, la intemperancia sobre la temperancia, la posverdad sobre la verdad, la insuficiencia sobre la excelencia, un tratar de igualar a los humanos hacia abajo. Se privilegia la anarquía sobre el orden. Vivimos en un estado de crispación y desasosiego moral



 Al atraso social le llaman “progre” ya no es socialismo, ni populismo son “progre”, a las guerras la llaman conflictos, a los presos privados de libertad, el eufemismo pretende llenar el espacio de la ausencia de conceptos medulares.

Una sociedad volcada a la superficialidad, al disfrute y al goce puro y simple que no permite la realización como personas, vivimos en una aniquilación espiritual de puras apariencias. No nos puede proscribir el cuadro de empobrecimiento, lo cual no es otra cosa que el reino de la barbarie. No nos puede extrañar la decadencia de la calidad de la música que se escucha y observar con dolor a los niños moviéndose como animales en lúbricos bailes primitivos. Ya no hay trovadores, ni romances, hay ordinarios raperos para incitar a la torpeza mediocre del lenguaje y los movimientos animalescos.

 En el caso de nuestro país está un ruinas físicas y morales, nuestro vacío es total y jamás podrá compensarse con un discurso político desesperanzador por su pobreza de sentido.



Necesitamos desarrollar un discurso esperanzador, pero primero debemos reconocer nuestra realidad, estamos mal, enfermos como país y nuestro entorno también es dominado por la barbarie. Hay que edificar un orden más humano y es necesario un renacer de los principios universales que rigen el progreso y la civilización. Ese es el gran desafío.

 

 

 

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