LA ÙLTIMA BATALLA POR UNAS ELECCIONES
LIBRES.
(En 1994, cuando la UIP publicó su estudio sobre las Elecciones libres y justas y aprobó
la Declaración sobre los criterios para elecciones libres y justas, pocos podían imaginar
hasta qué punto los criterios de «libertad» y de «justicia» iban a convertirse en normas
universalmente reconocidas por las que se mediría la calidad de unas elecciones.
La importancia primordial de las elecciones libres y justas para la democracia fue reafirmada
posteriormente por los Miembros de la UIP en 1997, cuando estos aprobaron la Declaración
Universal sobre la Democracia, estipulando que «el elemento clave del ejercicio de la
democracia es la celebración a intervalos periódicos de elecciones libres y justas que permitan
la expresión de la voluntad popular.»)
Rechazar de plano ir a unas elecciones
fraudulentas es lo sensato, pero se cometería un grave error si no se trata de dar
la última batalla por lograr las condiciones electorales mínimas aceptables y
decentes. Se nota en el ambiente una diatriba fuera de lugar, entre quienes están
dispuestos ir a unas elecciones a que les corten la cabeza y quienes
consideran que la abstención es lo único que nos queda.
Ninguna de las dos posiciones es racional,
aunque pueden tener una parte de la verdad. Sin una salida electoral el régimen
se atornilla más y la oposición se diluye en contradicciones, pero al mismo tiempo votar sin que las condiciones permitan elegir es una gran estupidez.
La abstención, sin un plan alterno de lucha, que abarque el antes, durante y después de las elecciones, consideradas fraudulentas, es pura y simple apatía y un sin sentido político. Una abstención desmovilizada es una derrota por ausencia en el terreno de juego. Quedarse durmiendo en casa, mientras el país se termina de hundir es una mengua. Cuando decimos que necesitamos una estrategia del antes de la elección, nos referimos a la lucha por todos los medios disponibles a nivel nacional e internacional para obligar al régimen a que acepte organizar unas verdaderas elecciones y no una fantochada, como la que están montando hoy, con las próximas parlamentarias. Sabemos que es casi imposible que el régimen acepte unas condiciones que no le favorezcan y que el venezolano pueda asistir, votar y elegir. Ellos quieren que vayas, votes, pero la elección es de su exclusiva propiedad. A pesar de esa realidad, hay que luchar y dejar constancia que se está agotando la última posibilidad y el último esfuerzo civilizado, constitucional y pacífico.
La abstención, sin un plan alterno de lucha, que abarque el antes, durante y después de las elecciones, consideradas fraudulentas, es pura y simple apatía y un sin sentido político. Una abstención desmovilizada es una derrota por ausencia en el terreno de juego. Quedarse durmiendo en casa, mientras el país se termina de hundir es una mengua. Cuando decimos que necesitamos una estrategia del antes de la elección, nos referimos a la lucha por todos los medios disponibles a nivel nacional e internacional para obligar al régimen a que acepte organizar unas verdaderas elecciones y no una fantochada, como la que están montando hoy, con las próximas parlamentarias. Sabemos que es casi imposible que el régimen acepte unas condiciones que no le favorezcan y que el venezolano pueda asistir, votar y elegir. Ellos quieren que vayas, votes, pero la elección es de su exclusiva propiedad. A pesar de esa realidad, hay que luchar y dejar constancia que se está agotando la última posibilidad y el último esfuerzo civilizado, constitucional y pacífico.
Cuáles son esas condiciones mínimas aceptables
para ir a elecciones:
1-Condición de origen. Todo parte de la observación y
cuidado del voto. Es imposible participar sin observación internacional a cargo
de organismos independientes que puedan ser garantes del proceso; en este
sentido, la Unión Europea junto con la Organización de Naciones Unidas serían
las instituciones más idóneas; el cuidado del voto debe considerar la
participación de la sociedad civil y la clara delimitación de las funciones del
Plan República; el voto asistido debe estar en manos de los observadores
independiente no de los partidos políticos; los ciudadanos organizados deben
estar al momento del cierre de las mesas para garantizar que el proceso
efectivamente culminó y las máquinas sean desconectadas, con esto se impide la
famosa operación “remate”.
1. Condiciones imprescindibles.
Proporcionalidad y pluralismo, los cambios
planteados por el nuevo CNE deben ajustarse para respetar a las minorías, la
Constitución y la ley; depuración y auditoría del REP; seguridad y control al
ventajismo para el desarrollo de la campaña, es decir, sin persecución del Sabin,
la DGCIM o la FAES, sin competir con los recursos del Estado; aumentar el
número de días para la campaña (quince días no es suficiente) y más si
consideramos mantener las medidas preventivas del COVID-19; restablecer el
número de auditorías (con la nueva propuesta del CNE se disminuyeron 12
actividades de este segmento); conocer el pleno funcionamiento y auditar el
nuevo sistema automatizado.
Nombrar un nuevo CNE legítimo y desconocer
todo lo acordado hasta hoy, como el aumento del nùmero de diputados.
Estas serían las condiciones mínimas para
ir a un proceso electoral decente y reconocido, que pueda dar legitimidad a sus
resultados. Empeñarse en participar en un sainete electoral es algo más que
colaboracionismo.
Jamás
la respuesta de un demócrata es la abstención por la abstención.
Si
no se logra que el régimen acepte esas condiciones expuestas, “Qué vamos a
hacer, quedarnos en casa empantuflados”. NO, de ninguna manera
Debemos
empezar por desconocer el proceso por ilegal y fraudulento, lo cual no significa
llamar a la abstención simple, sino a la lucha, la cual se plantea en función
de la realidad y puede ir desde un plan de saboteo gradual, hasta el voto nulo.
Aquí entre en juego la creatividad y la capacidad que tenga el liderazgo para
movilizar a la oposición. Si la única salida es quedarse en casa viendo lo que
ocurre, es evidente que los líderes no tienen capacidad de movilización. Con
ese tipo de líder no se va a ninguna parte. Cómo tampoco funcionan, para salir
del régimen, los que llamen a un voto comparsa para tener unos cuantos diputados
de plástico al servicio del madurismo.
El
problema de una Venezuela destruida y hambrienta no es tener un parlamento que
nada apartaría a ese cambio, a menos que se pudiese lograr una mayoría, lo cual
es una hipótesis casi negada, sin las condiciones mínimas. El problema de Venezuela
es salir del régimen y allí empiezan las complicaciones, porque todo pasa por
el desconocimiento total de su autoridad y de su poder. Esa resistencia activa jamás
se ha logrado, solo en algunos momentos y justamente esas han sido las grandes
derrotas del régimen.
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