TENEMOS QUE DEJAR DE SER PEDIGÛEÑOS,"TIRAME ALGO"


ES NECESARIO CAMBIAR EL CHIP.
     EL PERNIL Y EL BONO ES DROGAR AL PUEBLO

No es simplemente cambiar el régimen por un gobierno democrático, hay que cambiar la mentalidad y dejar de ser menores de edad.

LA ECONOMÌA NARANJA ES UNA OPORTUNIDAD.

Los venezolanos vivimos durante 80 años una ilusión de armonía, el petróleo fue como un espejismo que nos hizo creer que éramos un país rico, centramos nuestra existencia en la extracción del” jugo de la tierra”, hasta que llegó la revolución chavista y arruinó a PDVSA, tercera empresa petrolera del mundo, hasta el año 2002, la ruina de PDVSA se llevó al resto del país, para convertirnos en una nación con petróleo bajo la tierra, pero sin la capacidad para aprovecharlo. De la noche a la mañana pasamos de la prosperidad a la peor miseria, jamás vista en el Mundo Occidental. Compitiendo a la pobreza africana.

Es la experiencia más traumática que ha vivido en pueblo venezolano en toda su historia, una catástrofe social, económica y moral. Pero esa cruel realidad no significa el fin de Venezuela, es un accidente, una cruel experiencia que nos obliga a replantearnos la vida como nación. Creo que aprendimos la lección a golpes, HAY QUE CAMBIAR LA MENTALIDAD DE LA IMPROVISACIÒN, DEL “COMO VAYA VINIENDO VAMOS VIENDO”, DEL “DIOS PROVEERÀ” Tenemos que dejar de ser menores de edad, hacernos responsables, cambiar nuestra mentalidad y construir desde cero una economía fundamentada en el trabajo
 Esta debacle nos llega en el momento en que el mundo está sufriendo profundos cambios en la manera de hacer las cosas, en los conceptos de producción y sustentabilidad ambiental. Hay toda una revolución en los modos de producir, una evolución que introduce la digitalización, las nuevas tecnologías, el teletrabajo. Muchos empleos tradicionales están condenados a desaparecer, porque ya no son necesarios. La pandemia se convirtió en un acelerante de estos procesos y cambios de paradigmas de mañana está ocurriendo ahora, en cualquier rincón del mundo, menos en Venezuela. Nuestro país está sometido a un secuestro del progreso, donde solo podemos ver destrucción material y moral. La pobreza se ha convertido en el denominador común. Hay niveles de desnutrición jamás vistos, caída de los niveles de escolaridad, cero posibilidades de acceso social, muy poca capacidad de innovación. Brutal deterioro de la calidad de vida, con pésimos servicios públicos, o inexistentes como el agua y gas en muchas regiones del país. Cómo podemos pensar en nuestra incorporación a ese proceso de renovación global, si la prioridad del venezolano es sobrevivir en el día a día. Cómo vamos a tomar esa ruta de progreso si no hemos salido del secuestro impuesto por el comunismo internacional, asociado a las mafias del tráfico de drogas.

 Ante esta realidad, no podemos dejarnos dominar por la desesperanza, sólo hay un camino sobreponerse a la crisis, luchar y buscar salidas. Es imprescindible un cambio político, pero un cambio real, no el “gatopardismo” que pretende engañar, afirmando que, con unas elecciones ilegítimas y fraudulentas, para elegir una nueva A.N. se va a producir ese urgente cambio político.  Pero es que nuestro problema es más complejo, no podemos olvidar los hechos que nos trajeron esta tragedia, además del cambio político, el cual no está nada claro, se necesita una visión de la sociedad, donde los líderes estén realmente convencidos de sustituir el modelo populista socialista, con todas sus variantes, hacia una economía de mercado, donde todos los venezolanos tengan la posibilidad de acceder a los bienes y servicios necesarios, pero dejando a un lado al famosa “regaladera” que nos hundió. El Estado debe impulsar políticas sociales de equidad y superación, pero el venezolano tiene que entender que la comida, los productos, los servicios, tienen un costo, un valor que tiene que ser pagado. Lo gratuito se acabó. Ese es nuestro mal, nos gusta la golilla, aunque las cosas, ni los servicios funcionen. Las pruebas las tenemos en todos los servicios, en el Metro, en el Ferrocarril. Gratis todo, pero no sirven.

 Ya no hay factura petrolera que llene ese vacío económico y sustituya el trabajo como generador de riquezas, solo nos queda organizar la producción y llenarlo con el trabajo.
ES NECESARIO QUE NOS CAMBIEMOS EL CHIP. Aquí no hay nada nuevo, el socialismo, como siempre fue y es un gran fracaso, los que funcionaba ya colapsó y lo que medio funciona está condenado a la destrucción, la ideologización colectivista, del odio a la propiedad privada nos arruinó. El socialismo del siglo XXI solo deja una estela de pobreza y miserias en el 95% de la población y una vulgar opulencia corrupta en la nomenclatura civil y militar que desgobierna.


 Necesitamos cambiar de mentalidad, tenemos que dejar de ser pedigüeños,” tírame algo” En el mundo progresarán y se convertirán en cabeza los que se organizan, se preparan, y se dedican al trabajo, a la innovación. Los rezagados, los de la cola serán los que tienen mentalidad de víctimas, que culpan a todo el mundo de sus males sociales e individuales y no asumen su responsabilidad, se sienten resignados a la derrota como algo inevitable, “Es lo que nos tocó”. Son tantas las cosas por cambiar, que, si no logramos unificar todas las voluntades en un plan único, aceptado y compartido por todos, estamos llamados a un nuevo fracaso, pero si retorno, ni oportunidad. Tenemos que ponernos de acuerdo: ¿Cómo va a ser esa Nueva Venezuela?
 Si se produce un cambio político en corto plazo, como debería ser, tendrá que surgir una nueva Venezuela llena emprendimientos, de pequeñas y medianas empresas, de lo que ahora los expertos llaman la “economía naranja” que incorpore a millones al trabajo bien remunerado que nos permita la prosperidad permanente, lo cual requiere materializarse un gran salto de ser un país petrolero, a un país productivo centrado en el factor humano. En el respeto al derecho de propiedad. Allí está la clave. Hay un sector empresarial y comercial que ha resistido con resiliencia la arremetida del Estado para barrerlos y no han podido, esa es la gran reserva moral, la gran palanca para construir ese soñado país próspero y soberano.  No quiere decir que no vamos explotar el petróleo, pero jamás podrá ser el eje de nuestra economía, basta con una equivocación.




|


Comentarios