Cuando un amigo se va.
Se siente un frio en alma.
Se siente un frio en alma.
Hay un refrán que le escuché a alguien, hace ya muchos años, que me sirvió para la vida y para entender la fuerza de la amistad: “tanto vales, cuanto valen tus amigos”. O sea, la sumatoria de lo que tus amigos están dispuestos a hacer por ti, es el valor real que cada uno de nosotros tenemos como persona. Ni más ni menos. Si quieres formarte un juicio acerca de alguien, observa quiénes son sus amigos.
La magia de la amistad está dentro de nosotros desde la infancia. La descubrimos cuando, de una forma fácil y espontánea, nos acercamos al otro de manera desinteresada, al reconocernos como iguales. Por eso la amistad de los niños es la amistad más genuina y sincera de la vida. Una vez que se hace fuerte, pueden pasar años de silencio, océanos de distancia y basta con un simple encuentro para que se avive como si no hubiese pasado ni un día de ausencia.
Si tienes amigos dale gracias a la vida por haberte dado la fortuna de contar con ellos, con sus virtudes y defectos, con encuentros y desencuentros, con silencios y palabras. Un amigo fiel es un tesoro; no tiene precio porque un buen amigo es “otro yo”. Un amigo es alguien con quien se puede no hacer nada y disfrutarlo. Es una persona con la que se puede pensar en voz alta. Incluso un amigo lo sabe todo de ti y, a pesar de ello, te quiere y aprecia. Es alguien en quien puedes confiar. Es como un puerto para la vida. Quien no tiene un buen amigo a quien contar sus dichas y sus penas, en todas partes es un extraño. Por tanto, vivir sin amigos no es vivir.
Lo complicado es cuando pasa el tiempo y los amigos se van, uno empieza a sentir un profundo vacìo, siente uno que se va quedando solo y llega el momento en que tiene màs amigos en el cementerio que en la vida. Uno termina siendo un extraño en su propio mundo.
Comentarios
Publicar un comentario