¿ SERÀ QUE DIOS HA DERRAMADO SU IRA SOBRE NOSOTROS?


LOS DIEZ MALANDROS QUE NOS SECUESTRARON.

        LOS HERALDOS NEGROS.
Había una comunidad de personas honestas, trabajadoras, buena gente y llegaron diez malandros y secuestraron a todos, se adueñaron del barrio. Los colectivos impusieron su ley, esa minoría armada y asesina impuso una forma de vida cruel, donde la miseria hace relucir lo peor del ser humano para sobrevivir. Se impuso la maldad en el ambiente, el miedo hace estragos y esa mayoría no puede con la banda de malandros que la mantiene secuestrada. No tiene forma de articular una estrategia y cuando aparece alguien con cierta capacidad para lograr esa unificación en contra de los malandros lo desaparecen del barrio.
Los diez malandros enloquecidos queman las bibliotecas, dejan derrumbar todo lo que medio funcionaba. Pretenden borrar la memoria colectiva y someter a todos por hambre, es una arremetida de los hijos de las tinieblas, los famosos Heraldos Negros del poema del peruano Cesar Vallejo. (Por cierto, comunista)


Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.


Versos escritos hace más de 100 años que reflejan nuestros males de hoy, estamos en manos de un tribu primitiva, devastadora, cruel, semi analfabeta, llena de dinero mal habido. Es como si Dios nos hubiese abandonado, o peor aún, ha derramado su ira sobre nosotros. Hasta una peste nos mandò


Y el hombre. Pobre. ¡Pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.


Hay golpes en la vida, tan fuertes. ¡Yo no sé!


Se unen en el poema la desesperanza, la incertidumbre constantemente remarcada por el anafórico "yo no sé", y un sentimiento piadoso ante ese hermano "el hombre…pobre…pobre" que no sabe exactamente qué hacer ante las tragedias imprevistas que no comprende y que le esperan a la vuelta de cualquier esquina, añora que venga alguien, se compadezca de sus males y con piedad lo salve del infierno. No sabe qué hacer, ni cómo hacerlo. Ya casi ni queda la disyuntiva entre luchar y entregarse, entre resistir y capitular frente al poder de los malandros que se robaron su barrio.


Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé”.


La incertidumbre de no saber ni cómo paso, ni qué va a pasar con tantos males acumulado, uno llega sentir que el poeta tenía razón. Estamos recibiendo realmente azotes, golpes de la ira de Dios o quizás no sea más que un sacudimiento un revolcón moral para tomar conciencia, despertar dándonos cuenta que 10 malandros no pueden más que la voluntad de un pueblo, Tenemos dos caminos: Entregarnos y volvernos un rincón peor que Haití o Somalia, caer en la autoflagelación y autoagresión, autodestruirnos o hacer valer nuestra lucha con determinación.
Estamos frente al desafío más grande nuestra historia y una oportunidad para un cambio real, no es la ira de Dios. Es nuestra desidia, nuestra indiferencia, nuestra comodidad, por eso 10 malandros nos dominan, el jefe hace con su mazo lo que le viene en gana


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