““"Los milagros los hacen los dioses… los hombres son los que, actuando de
acuerdo con la circunstancia y fijándose metas claras, conducen la historia”.
Rómulo Betancourt.
Todos los que nos oponemos al régimen y padecemos el azote del colapso
de todos los servicios públicos, vampirizados nuestros bolsillos y ahorros por
una hiperinflación en crecimiento geométrico, viviendo una destrucción total de
toda la infraestructura nacional, incluida la hospitalaria, no hay más 200 UCI
activas en todo el país para atender la pandemia. Inmovilizados, no solo por las
medidas de contención de la propagación del virus, sino por una paradójica y
exclusiva escasez de gasolina en el país con las mayores reservas petroleras,
Un privilegio de muy pocos en el mundo. Todos
estamos ,no solo desanimados, desesperanzados, sino que la carga de
problemas tan grande nos despoja de ese soplo natural, de ese impulso a una
lucha por alcanzar lo que deseamos, se entra en un estado de protesta interna,
intima, pero de aceptación tácita, ante lo que parece imposible cambiar,
entendemos que el problema ya no depende de nosotros que hay factores que
semejan esos carros pegados en un fangal, tratan de salir y se hunden más.
Estamos en medio de un tremedal construido por el régimen.
Esa realidad nos golpea la cara y
nos flagelamos con unas preguntas que no tienen una respuesta ¿Dónde está el
Bravo pueblo de nuestro himno? ¿Hasta dónde podemos aguantar este infierno? ¿Ni
la escasez gasolina es capaz de generar un revolcón y se compara con los
estallidos de 1989 que resquebrajaron al recién iniciado segundo período de CAP
(1989-1994) Sacudón político - social que también se llevó 40 años de
democracia y libertad?
Las cavilaciones de la frustración nos llevan a encontrar parecido con
la mengua y el acostumbramiento que padece el pueblo cubano, al ver a muchos de
los que padecen las colas venezolanas de la escasez de gasolina, cómodamente
instalados jugando dominó y tomándose unas cervecitas. La pasividad es patética
y alimenta el desencanto y la desesperanza. Pero al mismo tiempo estamos
conscientes que los pueblos para mover su fuerza transformadora necesitan la
presencia de factores catalizadores y de un liderazgo identificado con el
estado de suma necesidad que padece su pueblo, un liderazgo que, sin renunciar
a las enriquecedoras discrepancias, a los diferentes puntos de vista que se
puedan tener, acepta como su prioridad, la necesidad urgente e impostergable de
salir del régimen. Un liderazgo claro en sus objetivos con una línea política
nítida, articulada, impulsada por metas realistas, pero con una condición “sine
que non” la cual es tener la autoridad necesaria para alcanzar la convergencia
de los diferentes puntos de vista y de enfoques que se puedan tener y concitar
la voluntad mayoritaria de todos los venezolanos en el logro de ese objetivo de
cambio.
DOS PREGUNTAS.
Pero, observando la dura realidad que tenemos para lograr un liderazgo
con esas características expuestas, es como pedir un milagro, nos encontramos
de frente con dos preguntas
¿Cómo se puede hacer? y ¿Con qué se cuenta?
Hay posiciones diversas y extremas en la gama de alternativas
disponibles desde los que solo consideran que la salida es electoral,
democrática y constitucional, hasta quienes consideran que solo con una fuerza
respetable y armada se le puede poner fin al régimen Estos dos puntos polarizan
y la ganancia es del régimen que mueve todo su esfuerzo en mantener esa
polarización extrema para su beneficio.
La opinión pública internacional
que respalda la presidencia interina de Juan Guaidò, incluido los 50 países que
desconocen a Maduro se inclinan por una salida electoral, se descarta, por ahora,
cualquier intervención armada. Mucho menos apoyar aventuras, que de ante mano
se saben intervenidas por agentes infiltrados del régimen.
En el mapa de lo posible una
intervención armada se pone muy cuesta arriba, a menos que los servicios de
seguridad de los EE. UU comprueben y convenzan al resto de países que Venezuela
se ha convertido en un peligro inminente para la seguridad de Occidente por su
relación con el terrorismo islámico. Es una posibilidad, pero no depende en
nada de la oposición venezolana.
Mientras tanto amplios sectores
venezolanos siguen soñando con una invasión armada, no organizada por nosotros,
sino por una coalición de países, lo cual complica más el panorama.
Los partidarios de la salida electoral se dividen en dos grupos, los que
quieren ir a unas elecciones sin importarle una transformación a fondo para
adecentar todo el sistema electoral, se conforman con un nuevo CNE nombrado ilegítimamente
por el TSJ. Su tesis que el deterioro del régimen es tal dimensión que pierden
en cualquier elección. Otro sector opositor acepta elecciones con un cambio de
fondo del sistema impuesto perversamente por el régimen. No aceptan al CNE que
nombre el TSJ. Los partidos políticos opositores han sido diezmados a golpe de
sentencias del TSJ y decisiones del CNE. En unas elecciones próximas ninguna de
principales agrupaciones políticas se podría presentar, los principales líderes
presos o exilados. Qué tipo de elecciones se pueden hacer bajo ese esquema de represión,
solo un parapeto con unos candidatos que ya todo el mundo conoce, pero nadie
reconoce como oposición.
Hay que partir de una realidad, ni Maduro, ni los militares, ni Cuba
aceptarían ir a unas elecciones que van a perder. Aceptan unas elecciones
controladas por ellos, a menos que la presión internacional y el deterioro del
país sea de tal dimensión que se rindan y acepten una negociación.
El deterioro solamente no mueve
cambios está demostrado se necesita una estrategia que combine una presión
internacional creíble, no simples amenazas o falsos bloqueos, una presión que
lastimosamente va a castigar al venezolano común, es un costo que se puede medir
y al mismo tiempo una presión interna de un pueblo en pie de lucha, pero el
efecto “starvatiòn” y la ausencia de articulación del liderazgo lo frenan. En síntesis,
el camino de la épica violenta con el opresor no se vislumbra, ni unas
elecciones libres tampoco.
¿Qué nos queda?
La presión es una tenaza con dos
mandíbulas (Interna y externa) solo estamos contando con la presión
internacional, un solo lado de la tenaza lo cual la hace ineficaz, Todo se
reduce a unas negociaciones eternas, donde el régimen gana tiempo y hace
reacomodos con sus eternos peones.
DOS PRESIONES NECESARIAS.
Solo haciendo un esfuerzo de convencimiento de la necesidad de salir de
Maduro y la presión creíble sobre el factor militar, previamente neutralizando
a los cubanos que los manejan, el panorama puede cambiar positivamente. Nada
fácil esta posibilidad.
Hay que hacer el esfuerzo de
convencer a los partidos de la necesidad de activar la presión interna, razones
sobran, ya está claro que el nuevo CNE es un órgano del ejecutivo, los presos,
los exilados, los graves problemas empezando por la gasolina y el gas. El
camino electoral está cerrado, la escasez de gasolina es un catalizador, lo
sabe el régimen y por eso arrecia su plan de represión brutal y de utilizar la
pandemia como escudo.
Las recetas se reducen a una
negociación gattopardiana para cambiar todo, sin cambiar nada. Los militares
siguen con la sartén por el mango, tal vez intocables en su exacerbada
corrupción, el precio para tener una paz malandra. En nombre de la reconciliación
se podrá cambiar algunos los actores, pero las estructuras se mantendrían.
Muchos dicen que es preferible ese cambio, sin mayores traumas y en el camino enderezar
las cargas con unas elecciones decentes.
Hay una sola verdad, solo tenemos por delante Sangre, sudor y lágrimas.
Amanecerá y veremos.
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