CÒMO SE PUEDE HACER Y CON QUÈ CONTAMOS


““"Los milagros los hacen los dioses… los hombres son los que, actuando de acuerdo con la circunstancia y fijándose metas claras, conducen la historia”.
                      Rómulo Betancourt.



Los venezolanos padecemos de un estado catastrófico que los expertos llaman “STARVATIÒN”, en castellano inanición, hambruna, privación de alimentos. Grandes capas de la población padecen de ese estado de privación absoluta, por carencia de recursos económicos, dos dólares no alcanzan ni para morirse de hambre, solo para quienes lo ganan. (Salario básico hoy 07-06-2020). El estado de “starvatiòn” otorga por ley natural de supervivencia el derecho a la rebelión, pero al mismo tiempo el estado de privación absoluta inhibe toda vocación de los pueblos a “alzarse”. Lo que indica que una brutal lucha por la supervivencia se traga la posibilidad de una justa rebelión o por lo menos una contundente manifestación de inconformidad que ponga a tambalear al régimen. El hambre es su aliada y para colmo de males la llegada de la pandemia le permite al régimen ejercer un control total de la población justificándola como medida de prevención. Las esperanzas de un cambio bajo estas circunstancias se desvanecen, es evidente que este tipo de dictadura no se cae sola.

Todos los que nos oponemos al régimen y padecemos el azote del colapso de todos los servicios públicos, vampirizados nuestros bolsillos y ahorros por una hiperinflación en crecimiento geométrico, viviendo una destrucción total de toda la infraestructura nacional, incluida la hospitalaria, no hay más 200 UCI activas en todo el país para atender la pandemia. Inmovilizados, no solo por las medidas de contención de la propagación del virus, sino por una paradójica y exclusiva escasez de gasolina en el país con las mayores reservas petroleras, Un privilegio de muy pocos en el mundo. Todos  estamos ,no solo desanimados, desesperanzados, sino que la carga de problemas tan grande nos despoja de ese soplo natural, de ese impulso a una lucha por alcanzar lo que deseamos, se entra en un estado de protesta interna, intima, pero de aceptación tácita, ante lo que parece imposible cambiar, entendemos que el problema ya no depende de nosotros que hay factores que semejan esos carros pegados en un fangal, tratan de salir y se hunden más. Estamos en medio de un tremedal construido por el régimen.

 Esa realidad nos golpea la cara y nos flagelamos con unas preguntas que no tienen una respuesta ¿Dónde está el Bravo pueblo de nuestro himno? ¿Hasta dónde podemos aguantar este infierno? ¿Ni la escasez gasolina es capaz de generar un revolcón y se compara con los estallidos de 1989 que resquebrajaron al recién iniciado segundo período de CAP (1989-1994) Sacudón político - social que también se llevó 40 años de democracia y libertad?
Las cavilaciones de la frustración nos llevan a encontrar parecido con la mengua y el acostumbramiento que padece el pueblo cubano, al ver a muchos de los que padecen las colas venezolanas de la escasez de gasolina, cómodamente instalados jugando dominó y tomándose unas cervecitas. La pasividad es patética y alimenta el desencanto y la desesperanza. Pero al mismo tiempo estamos conscientes que los pueblos para mover su fuerza transformadora necesitan la presencia de factores catalizadores y de un liderazgo identificado con el estado de suma necesidad que padece su pueblo, un liderazgo que, sin renunciar a las enriquecedoras discrepancias, a los diferentes puntos de vista que se puedan tener, acepta como su prioridad, la necesidad urgente e impostergable de salir del régimen. Un liderazgo claro en sus objetivos con una línea política nítida, articulada, impulsada por metas realistas, pero con una condición “sine que non” la cual es tener la autoridad necesaria para alcanzar la convergencia de los diferentes puntos de vista y de enfoques que se puedan tener y concitar la voluntad mayoritaria de todos los venezolanos en el logro de ese objetivo de cambio.

DOS PREGUNTAS.
Pero, observando la dura realidad que tenemos para lograr un liderazgo con esas características expuestas, es como pedir un milagro, nos encontramos de frente con dos preguntas
¿Cómo se puede hacer? y ¿Con qué se cuenta?
Hay posiciones diversas y extremas en la gama de alternativas disponibles desde los que solo consideran que la salida es electoral, democrática y constitucional, hasta quienes consideran que solo con una fuerza respetable y armada se le puede poner fin al régimen Estos dos puntos polarizan y la ganancia es del régimen que mueve todo su esfuerzo en mantener esa polarización extrema para su beneficio.
 La opinión pública internacional que respalda la presidencia interina de Juan Guaidò, incluido los 50 países que desconocen a Maduro se inclinan por una salida electoral, se descarta, por ahora, cualquier intervención armada. Mucho menos apoyar aventuras, que de ante mano se saben intervenidas por agentes infiltrados del régimen.

 En el mapa de lo posible una intervención armada se pone muy cuesta arriba, a menos que los servicios de seguridad de los EE. UU comprueben y convenzan al resto de países que Venezuela se ha convertido en un peligro inminente para la seguridad de Occidente por su relación con el terrorismo islámico. Es una posibilidad, pero no depende en nada de la oposición venezolana.
 Mientras tanto amplios sectores venezolanos siguen soñando con una invasión armada, no organizada por nosotros, sino por una coalición de países, lo cual complica más el panorama.
Los partidarios de la salida electoral se dividen en dos grupos, los que quieren ir a unas elecciones sin importarle una transformación a fondo para adecentar todo el sistema electoral, se conforman con un nuevo CNE nombrado ilegítimamente por el TSJ. Su tesis que el deterioro del régimen es tal dimensión que pierden en cualquier elección. Otro sector opositor acepta elecciones con un cambio de fondo del sistema impuesto perversamente por el régimen. No aceptan al CNE que nombre el TSJ. Los partidos políticos opositores han sido diezmados a golpe de sentencias del TSJ y decisiones del CNE. En unas elecciones próximas ninguna de principales agrupaciones políticas se podría presentar, los principales líderes presos o exilados. Qué tipo de elecciones se pueden hacer bajo ese esquema de represión, solo un parapeto con unos candidatos que ya todo el mundo conoce, pero nadie reconoce como oposición.

Hay que partir de una realidad, ni Maduro, ni los militares, ni Cuba aceptarían ir a unas elecciones que van a perder. Aceptan unas elecciones controladas por ellos, a menos que la presión internacional y el deterioro del país sea de tal dimensión que se rindan y acepten una negociación.
 El deterioro solamente no mueve cambios está demostrado se necesita una estrategia que combine una presión internacional creíble, no simples amenazas o falsos bloqueos, una presión que lastimosamente va a castigar al venezolano común, es un costo que se puede medir y al mismo tiempo una presión interna de un pueblo en pie de lucha, pero el efecto “starvatiòn” y la ausencia de articulación del liderazgo lo frenan. En síntesis, el camino de la épica violenta con el opresor no se vislumbra, ni unas elecciones libres tampoco.
 ¿Qué nos queda?
 La presión es una tenaza con dos mandíbulas (Interna y externa) solo estamos contando con la presión internacional, un solo lado de la tenaza lo cual la hace ineficaz, Todo se reduce a unas negociaciones eternas, donde el régimen gana tiempo y hace reacomodos con sus eternos peones.
 DOS PRESIONES NECESARIAS.
Solo haciendo un esfuerzo de convencimiento de la necesidad de salir de Maduro y la presión creíble sobre el factor militar, previamente neutralizando a los cubanos que los manejan, el panorama puede cambiar positivamente. Nada fácil esta posibilidad.
 Hay que hacer el esfuerzo de convencer a los partidos de la necesidad de activar la presión interna, razones sobran, ya está claro que el nuevo CNE es un órgano del ejecutivo, los presos, los exilados, los graves problemas empezando por la gasolina y el gas. El camino electoral está cerrado, la escasez de gasolina es un catalizador, lo sabe el régimen y por eso arrecia su plan de represión brutal y de utilizar la pandemia como escudo.

 Las recetas se reducen a una negociación gattopardiana para cambiar todo, sin cambiar nada. Los militares siguen con la sartén por el mango, tal vez intocables en su exacerbada corrupción, el precio para tener una paz malandra. En nombre de la reconciliación se podrá cambiar algunos los actores, pero las estructuras se mantendrían. Muchos dicen que es preferible ese cambio, sin mayores traumas y en el camino enderezar las cargas con unas elecciones decentes.
Hay una sola verdad, solo tenemos por delante Sangre, sudor y lágrimas.
 Amanecerá y veremos.









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