CARMEN LUISA
GÒMEZ ALAYÒN
Ejemplo
de Fe y Amor a Dios en la imagen del prójimo.
Carmen Luisa nació el
19 de agosto del año 1900, hija de Don Eladio Gómez y de Josefa Alayòn, ambos descendientes
de canarios, Eladio como agricultor y comerciante de la Victoria estado Aragua
y Josefa en los Altos Mirandinos y Paracotos. Se casan y establecen su
residencia en el pueblo de San Diego de los Altos, dedicados al cultivo del café.
Esa población nació Carmen Luisa y todos los hijos del matrimonio Gómez Alayòn,
menos ni madre Obdulia Gómez Alayòn, quien nació en Cùa en el año 1921.
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Doña Carmen vestida de negro, acompañada de familiares en una visita al cementerio en 1970 recién muerta mi madre Obdulia Gòmez de Monasterios, |
A finales del año 1918 se mudan a las vegas de Guacamaya, de
la hacienda Buenavista propiedad de Rafael Fonseca a trabajar la agricultura
como medianero y como propietario de la pulpería del caserìo Sabaneta en
el camino entre Cùa y Tàcata.
Muerto Don Eladio se mudan a Cùa. En el 1937 Carmen Gómez fue
elegida por la comisión organizadora del Hospital de Cùa, para ejercer el cargo
de ecónoma del nuevo hospital a quien le dieron el nombre de Dr. Rafael Osìo
Osìo y que funcionaba el las antigua casa de un negocio que llamaban El Tesoro
Escondido (Hoy conocido como la esquina del Ateneo). Doña Carmen ejerció su
cargo de ecónoma del hospital hasta 1961 que fue mudado para una nueva sede en
el camino de Aparay, (hospitalito) hoy en estado de ruinas Frente al hospital construido
recientemente. Fue jubilada por la Gobernación del estado Miranda en 1961
Laboró 24 años administrando el hospital, especialmente la parte alimenticia
del personal y los enfermos hospitalizados.
Doña Carmen fue una mujer piadosa en el buen sentido de la
palabra, su dedicación a la oración, al servicio del prójimo lo hacia dentro de
la mayor humildad, silenciosamente trabajaba por los más necesitados, su lema era
sencillo:” Lo que hace la mano derecha no tiene por saberlo la izquierda” Había
una cosa cierta de la cual fui testigo, por su casa de la calle San José pasaban
muchos necesitados, gente que venía del campo, siempre encontraban en ella un
auxilio y si necesitaban médico y medicinas no se hacía rogar. Su apostolado
era la bondad y dar a los necesitados. De dónde sacaba, mucha gente anónima también
ayudaba, pero reinaba un dar sin figurar.
Un día a mediado de los años 50 apareció un piedra o laja
gris en la casa, si uno la detallaba podía ver con claridad la imagen de una
Virgen con el niño en sus brazos, Ella lo tomó con su característica humildad,
sin aspavientos, le organizó un sencillo pero hermoso altar con manteles de
lino, su velón que jamás le faltaba y una imagen de la Virgen de Coromoto. Sus
amistades y las personas más íntimas visitaban ese sitio con el mayor
recogimiento y oración. Pero no era un lugar de romería, ni una feria de
milagros. No quería publicidad de esa señal de fe, como ella decía. El tiempo pasó
y su vida siempre siguió igual al servicio del prójimo y en su oración. Jamás
quiso hacer de un culto de aquella piedra con el rostro de la Virgen.
En 1977 enfermó gravemente, padecía de las secuelas de una
larga diabetes, murió en la gracia de Dios, en paz y sin quejas el 8 de mayo de
1977, un domingo día de la madre.
Con el tiempo su tumba
en el cementerio de Cùa se convirtió en un lugar muy visitado, por enfermos en
busca de salud, por estudiantes que dejan sus camisas firmadas, sus medallas de
grado. Son creencias que los pueblos
desarrollan cuando encuentran una figura llena de paz y santidad, como Doña
Carmen Gómez, mi querida, recordada y jamás olvidada tía. Lastima que el cementerio
de Cùa sea víctima del vandalismo sacrílego que nos ha invadido en estos
tiempos de decadencia y muchas de los recuerdos han sido robados.
Muchos le dicen “El ánima
milagrosa de Cùa” para mi simplemente mi tía Carmen.
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Su tumba en el cementerio de Cùa. |
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