DE LA CHINA NOS LLEGÒ UN VIRUS.
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LLAMAR LAS COSAS POR SU NOMBRE: VIRUS CHINO. |
El virus nos hace entender en letra de bolero que: “La vida tiene sentido
porque existe la muerte”. Es una inmensa verdad con el aire de la filosofía de Agustín
Lara.
Unas 700.000 vidas arrastran cada año el virus del Sida; 400.000 el de la
hepatitis C. Las fiebres hemorrágicas causadas por el Ébola han dejado unas
20.000 muertes hasta los momentos. La toxina de la viruela terminó con la
existencia de millones de personas hasta que se erradicó en el año 1980. El
síntoma respiratorio que genera el virus de la gripe provoca unos 650.000
fallecimientos cada año. Y ahora el miasma del coronavirus que nos persigue con
la guadaña de la muerte dejando sobre el planeta miles de fallecimientos.
La muerte está allí siempre esperando, solo que no la hacemos visible, como
ha ocurrido con el virus que se les escapó a los comunistas chinos. 650 mil
personas mueren por gripe cada año y no lo notamos, la autopsia solo dice
"paro respiratorio" En su mayoría adultos mayores. Cuantos millones
muere en accidentes automovilísticos provocados por imprudencias o el licor,
parece que esa trágica estadística no genera reflexiones, ni arrepentimientos,
pues cada año aumentan las muertes por causa de fallas humanas atribuidas a los
autos.
Muy pocos tienen conciencia de los
millones de virus que pueden pulular en el aire acondicionado de un avión, de
una oficina pública, pues muy pocos usan tapa boca. Millones de virus, bacterias y hongos nos dan
la bienvenida en la manija de una puerta o de un pasamanos, para no hablar del elemento
más contaminado el puerco dinero, especialmente los billetes. La obligatoriedad
de lavarse las manos cada momento debería ser la norma, desinfectar autos,
zapatos, un nuevo mercado de innovaciones y emprendimientos se hace presente. Por
ejemplo, un aparato para desinfectar zapatos, carteras, cachuchas, lentes.
Cuadrillas para hacer lo mismo en oficinas, autos públicos y privados, asesores,
escuelas hospitales. Un nuevo negocio masivo de asepsia está por aparecer en el
mercado.
Claro está, sin llegar al extremo de locura
del magnate de la aviación Howard Robard Hughes, Jr. comportamiento que estuvo
motivado en gran medida por padecer de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).Se lavaba las manos cada rato y se mantenía aislado para no contagiarse. El general
Juan Vicente Gómez, presidente de la República por 27 años (1909-1935) sufrió la
perdida de dos hermanos y de su hijo predilecto Alì Gómez por efectos de la
peste conocida como “Gripe española”, en 1918, aunque su origen también es asiático.
Tal fue el impacto que recibió el general Gómez con la muerte de sus queridos
familiares que su vida cambió para siempre. Usó guantes de cuero protectores
importados de Alemania el resto de su vida, su mano derecha en protección doméstica,
el famoso “indio” Tarazona, se ocupaba de mantenerlos desinfectados, se
cambiaba guantes varias veces al día y como Gómez era un hombre de dichos cortos
decía: “Aquí se puede enfermar y morir todo el mundo, menos yo, porque ese día
nos “Fuñimos” todos”. Así fue, pues a su muerte, no por un virus, el 17 de
diciembre de 1935, el gomecismo se acabó y especialmente su familia quedó en la
ruina total, pues le despojaron de todos los bienes y se tuvieron que exiliar.
Sobre estos
momentos tan confusos se esparce un estremecimiento angustioso en todos los
sectores, ya que la pandemia que nos aflige no distingue, como en otras épocas,
de clase sociales, donde la pobreza, la falta de servicios hospitalarios y las
míseras viviendas, eran el foco perfecto en que los contagios hacían su labor
más hendida. Si el virus es un invento de los comunistas chinos, como
afirman algunos que creen en la conspiración, es un virus fabricado con fines específicos,
primero sacar de circulación a unos cuantos millones de seres humanos que vivimos
de una pensión, la carga más pesada de los sistemas de seguridad social, especialmente
en Europa y en EE.UU. El virus se inclina por la clase media y alta, los viajeros,
pero los más pobres parecen que están inmunizados, especialmente la gente de la
calle, los que viven debajo de puentes. Es algo extraño, hay que estudiar la
estadística para corroborar esta posibilidad.
No
hace mucho tiempo aún, la medicina se limitaba a hacer sangrías y colocar
lavativas, algo que actualmente ha quedado en buena parte del planeta en el
recuerdo. Nunca más cierto que la ciencia médica ha avanzado una barbaridad, y
para bien, sin embargo, aparecen de vez en cuando, pestes como el Sida, el ébola
o la gripe con sus variantes que nos recuerdan que no somos dioses, somos hijos
de Dios y la muerte nos espera.
Hoy nos hallamos angustiados ante ese avance enloquecedor que nos enfrenta a
una calamidad inconmensurable. La cifra de víctimas diarias del virus nos
ofrece a un contexto muy duro como Guayaquil, Nueva York, Madrid o Milán, El sufrimiento
se esparce cual marabunta (hormigas asesinas) entre todas los humanos, no es simplemente
una pandemia, es una PESTE, como la conocieron y padecieron nuestros abuelos.
Eso de “pan demia” suena para muchos a una nueva panadería, pero la palabra
peste produce terror. Asì se le debrìa llamar.
La
pandemia exterminadora llegó, nos está golpeando con toda su fuerza, Lo dice la
Biblia, los libros sagrados, las predicciones: “Nadie le gana al destino” No
podemos confundirnos, esto también pasará, pero como siempre LA VIDA JAMÀS SERÀ
LA MISMA y muchos tendrán una historia que contarles a sus nietos, al lograr sobrevivir
al virus que nos vino del Oriente.
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