HISTORIA CLÌNICA PSIQUIÁTRICA DEL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ A LOS 85 AÑOS DE SU MUERTE.
INTRODUCCIÓN
Quizá
algunas personas, al leer el título de este ensayo, piensen que el autor está
diciendo que el Benemérito fue un loco. Nada de eso. Todo ser humano, por
normal o anormal, por diablo o santo, presenta ante el médico una Historia
Psiquiátrica que debe recogerse. La normalidad absoluta no existe.
Toda
criatura humana, en mayor o en menor grado, desvía su personalidad en una u
en otra forma. Los hombres que han hecho la Historia Universal como Ramsés
II, Alejandro, César, Napoleón, Bolívar o Hitler - para sólo mencionar
algunos Jefes de Estado -han sido personalidades excéntricas a todas luces y,
en su mayoría, personalidades abiertamente anormales. Juan Vicente Gómez no
se escapa de esta regla. Como personaje resaltante de la Historia de
Venezuela, ofrece al Psiquíatra las más obvias fascinantes consideraciones
médico psicológicas - algunas increíblemente contradictorias - para el
estudio de su personalidad.
INFORMANTES
Ofrecen
datos sobre la psicología normal o anormal del Benemérito, en primer lugar,
muchos sujetos de hoy que le conocieron personalmente. Para sólo citar dos
tachirenses, se mencionará al coronel José Teófilo Velasco y al mayor
Santiago Ochoa Briceño. Para el biógrafo y para el Psiquiatra, revisten
importancia fundamental algunos documentos, aunque miles y miles de los
papeles que a él aluden fueron destruidos intencionalmente, citándose en la
primacía de ellos los contenidos en el Archivo Histórico de Miraflores que
acertadamente ha rescatado el doctor Ramón J. Velásquez. Información básica
es, igualmente, la copiosísima bibliografía, la cual aumenta en proporción
geométrica en la medida que se hacen más distantes los tiempos y las pasiones
que pesaron sobre la personalidad del magistrado. De imprescindible necesidad
para la información son los libros de Eleazar López Contreras, José Rafael
Pocaterra, Thomas Rourke, Ramón David León, Alberto Ramírez, Francisco
Herrera Luque, Ramón J. Velásquez, J. Pareja y Paz Soldán, Domingo Alberto
Rangel y Carlos Siso, entre muchísimos más.
MOTIVO DE CONSULTA
Está
Implícito en todo momento en la historia contemporánea de Venezuela y,
especialmente en este 50º Aniversario de la muerte del Benemérito, cuando el
interés del público, de los humanistas, de los escritores y de los
historiadores y políticos afianzan la interrogante sobre la normalidad o
anormalidad de Juan Vicente Gómez.
HISTORIA
FAMILIAR
Desciende
de una raza aventurera y heroica, extravagante y cruel, perversa y mística,
donde la unión concubinaria fue algunas veces norma establecida. Para unos
biógrafos parcializados su apellido es ilustre, de estirpe de conquistadores,
fundadores de ciudades, de próceres y seres con olor a santidad. Estos
áulicos le remontan a Don Gómez, en la época de la Reconquista, que significa
“Señor de vasallos”, y le asignan el escudo de Armas de los Gómez de Orozco,
oriundos de Fuente Ovejuna. Las fundaciones de las ciudades de Bogotá, Tunja,
Pamplona, San Cristóbal y Ocaña están emparentadas con el capitán Pedro Gómez
de Orozco, su antepasado, “soldado extravagante de Pamplona” para usar la
expresión acreditada y seria del padre Fray Pedro de Aguado. Estos biógrafos
adulantes citan eslabón por eslabón toda su prosapia, con parcialidad intencional,
para ocultar las uniones concubinarias y los nacimientos ilegítimos hablan de
“enlaces” sin estampar las partidas de matrimonio Su padre Pedro Cornelio
Gómez procede de José del Rosario García Bustamante que se unió
concubinariamente con María Dolores Gómez. Su tío abuelo, ilegítimo, desde
luego, fue el general Custodio García Rovira, presidente de la Nueva Granada,
prócer y mártir de la Independencia colombiana. Su padre Pedro Cornelio Gómez
pertenecía pues, por nacimiento ilegítimo, a la linajuda familia García Gómez
Bustamante de Bucaramanga, de donde provenía Ana Dolores Gómez Nieto, nacida
en San Antonio del Táchira el 21 de junio de 1815. Esta mujer vivió
amancebada con varios hombres, uno de ellos José Rosario García Bustamante,
de quien tuvo a Pedro Cornelio, padre del Benemérito; a Silverio y a
Fernando, el último de ellos progenitor del cruel y sanguinario Eustoquio
Gómez.
PADRE
Pedro
Cornelio Gómez. Auténtico “Páter
familia rural” de los campos tachirenses. Honesto y trabajador. Rústico y
rico, y hasta con alguna influencia políticas en el Cabildo de San Antonio
del Táchira. Murió relativamente joven, y lo dejó encargado de su extenso
feudo campesino y de la responsabilidad de la familia.
MADRE
Hermenegilda
Chacón Alarcón. Mujer digna, honesta
y fiel. Gómez conservó por ella siempre el afecto del hijo cordillerano y
respetuosos. Era hija de Diego Chacón y María Josefa Alarcón Alvarado, los
dos pertenecientes a antiguas familias tachirenses rurales y acomodadas. Juan
Vicente conservó siempre gran estimación y respeto por su mamá. Cuando en La
Mulera le robaron a ella la máquina de coser, Gómez dijo que si algún día
pudiese acabaría con todos los ladrones de Venezuela. Convertida en la
primera matrona de la República, Gómez esquivó quedarse sólo con ella en los
últimos momentos de su agonía, pues no dejaba de comprender que, al quedarse
los dos solos, ella le pediría, como último de sus deseos, la libertad de
todos los presos políticos, entre ellos los presos de La Rotunda, del
Castillo Libertador de Puerto Cabello y del Castillo San Carlos del Zulia,
cosa que él jamás, podría conceder. Resaltan el orgullo y distinción que
conservaba el dictador para todo lo que llevase el apellido Gómez, como
Eustoquio, Santos Matute, Simón, Evaristo, Aparicio y Fernando. En cambio,
llama la atención el desprecio que tenía el tirano por todo lo que llevase su
apellido materno, pues ningún Chacón pudo surgir durante su largo mandato de
27 años. El epílogo de ese desprecio fueron los trescientos azotes que le
propinó Eustoquio a su pariente, el policía Medardo Chacón, en la Cárcel de
San Cristóbal por el delito de haberle embarazado a su hermana Emilia, ya
entrada en años y cuarentona.
HERMANOS
Apolonia,
Pedro María y Mauro.
Que fallecieron en la infancia. Los hermanos sobrevivientes fueron:
1).-
Indalecia. Tuvo que pulirse para codearse con la alta sociedad de
Caracas, pues era primera dama por obligación. Gozó de su afecto. Casó con el
general José Antonio Martínez Méndez.
2).-
Juan Crisóstomo. -Francachón, alegre, petulante, extrovertido, tentado
por el demonio de la homosexualidad. Murió el 30 de junio de 1923
horriblemente asesinado en el palacio de Miraflores. Unos dicen que por
crimen pasional homosexual. Otros dicen que por intrigas familiares de
Dionisia Bello y Santos Matute Gómez. Este último, hermano medio del dictador
pretendía desposar a una sobina de doña Dionisia. Al parecer, Juancho, el
asesinado había sostenido ciertas relaciones con la citada muchacha.
Advertido Santos Matute del himen roto, rehusó, aborreció el himeneo a todas
luces incestuoso, ocasionando la ira de Dionisia. Sea como fuere, el crimen
costó el destierro a Dionisia Bello.
3).-
Elvira. - Casada con el general Antonio José Cárdenas.
4).-
Regina. - Solterona. Murió señorita a los 98 años. Gozó de gran afecto
y acato del Benemérito. Mujer culta y prudente, supo defender difíciles
situaciones e interceder por los caídos en desgracia.
5).-
Ana. -También murió soltera en los Teques el 28 de enero de 1918
6).-
Pedro César. -Murió soltero en Maracay el 8 de noviembre de 1918 en la
epidemia de la gripe española.
7).-Emilia.
- Casada con el general Francisco Antonio Colmenares Pacheco y fallecida
en Trinidad.
8).
Aníbal. -coronel de la Restauración, campaña en la cual alcanzó la
muerte.
12).-
Santos Matute Gómez, hijo bastardo de Pedro Cornelio y Anastasia
Matute.
PRIMOS
Eustoquio.
- Personalidad francamente
psicopática. No se puede saber a cuántas personas asesinó, fue cruel,
sanguinario, inflexible, desanimado. Gobernó al Táchira como un tirano.
Desterró a 25.000 tachirenses, pero fue valiente como nadie, audaz, atrevido
y con un olímpico desprecio por su propia vida y por la de los demás. A la
hora de la caída y del infortunio, fue el único que supo mantener en alto el
honor de la familia, honor que selló con su sangre y con su muerte el 21 de
diciembre de 1935 en la Gobernación de Caracas.
Evaristo.
- De mirada y procederes siniestros.
Proclive a cualquier maldad. Salvó la vida milagrosamente en el asalto a su
casa en el Barrio San Carlos de San Cristóbal en la revolución estallada el
30 de septiembre de 1920.
Simón.
- Personalidad lombrosiana. Asesino.
Autor del crimen de los ahorcados de Pirineos. Adulante, matón y cobarde.
Festivo y bailarín. Hombres de casas de lenocinio y organizador de fiestas
con músicos en calzoncillos. Tan cruel como libertino. Fue un sátiro.
Raptaba, basado en el poder, tanto a las damas de la sociedad como a
sirvientas del mercado cubierto. Tenía un harén en su casa cerca del Parque
Sucre. Después de almuerzo, en el sabanal del patio, en pleno nudismo, se
hacía corretear por las mujeres para terminar en las más orgiásticas escenas
de cualquier naturaleza. Al albañil Escipión Vargas, sin quererlo, según relató
a este Cronista el profesor Marco Antonio Rivera Useche, le tocó. mientras
arreglaba la cumbrera en su casa, presenciar una de estas escenas. Ser
testigo de tales actos le valió a Escipión ser enviado con grillos al
Castillo San Carlos del Zulia. Vanidoso, petulante, pedigüeño, guardaespaldas
del Benemérito. Terminó de Administrador de un burdel de Caracas donde una
hija suya ejercía el oficio de prostituta, según me relató el mayor Santiago
Ochoa Briceño.
Fernando. -De modales caballeroso, pero
sujeto recargado de afectación, petulancia y voz de mando. Como todos los
Gómez exigía el saludo adulador a su paso. Echaba de tres a cuatro frascos de
colonia antes de meterse en la bañera. Muy exigente en el arreglo de la
barbería. Si no le simpatizaba el barbero, de un templonazo se deshacía del lienzo
y mandaba al barbero a la cárcel. Murió pobre de solemnidad. Leonardo Ruiz
Pineda cuenta en su libro “Ventanas al Mundo” los castigos que, por no
saludarlo, le propinó a Mariano Villamizar en la quebrada Capacha de Rubio.
Mariano era tío paterno de este Cronista.
ATMÓSFERA
HOGAREÑA
Fue
rústica, tranquila, de solaz y sin necesidades. Recibió apoyo de sus padres
quienes le infundieron unión familiar, trabajo, respeto en los negocios y
acato por los compadrazgos. La vida infantil y adolescente transcurrió entre
la escena íntima hogareña y el alboroto de la peonada y campesinos de La
Mulera. Su hogar no fue desdichado porque el padre y la madre se quisieron y
la riqueza y abundancia de bienes materiales le mantuvieron alejado de
angustias y miserias. Esos factores explican la gran seguridad personal, el
nivel formidable de su autoestima y el concepto y sentimiento positivos de sí
mismo que le caracterizó.
CONDICIONES
DE NACIMIENTO
Nació
en la hacienda La Mulera de San Antonio del Táchira, el 24 de Julio de 1857.
Se desconocen los factores perinatales, pero se presume que tuvieron que ser
muy normales, pues jamás dejó sospechar signos de organicidad cerebral. Se
presume, igualmente, que fue lactado abundantemente al seno de la madre, pues
es la tradición tachirense que la parturienta se acueste por cuarenta días
después del parto; que cada día se coma una gallina bien gorda y beba
abundante chocolate de las robustas bolas de cacao que se han tenido listas,
así como se han tenido listos los gruesos garrafones del calentao, bebida
compuesta de miche cachicamo, ramas aromáticas y panela, la cual se llama
“los miaítos del niño”. La abundancia de carne, leche, quesos, huevos y
verduras de La Mulera, permitió una excelente e incomparable alimentación de
la madre durante el embarazo y la lactancia y aseguró un verdadero torrencial
lácteo en el seno de la recién parida lactante.
SINTOMAS
NEUROTICOS INFANTILES
No
fue un niño neurótico. No se han descrito en él rasgos o trastornos de
conducta como los presentó su primo Eustoquio Gómez, dejadez o pereza. Al
contrario, como hijo mayor se fue modelando en la personalidad directriz que
le correspondió asumir.
ESCOLARIDAD
Y FORMACIÓN CULTURAL
Muy
escasa. Para su época el Táchira estaba sumido en gran pobreza y el estudio
era privilegio de una casta muy restringida de las ciudades, las cuales eran,
a su vez, de muy escasos recursos. En San Antonio sólo podían existir a duras
penas Escuelas de Primeras Letras. Las gentes de los campos, así fuesen
acomodadas, tenían grandes inconvenientes para el estudio y para enviar los
niños a la Escuela, No obstante, de niño emprende estudios de instrucción primaria
en la Escuela que regenta el señor Ramón Navarro y luego en la Escuela de un
maestro Villegas o Padilla. Sus condiscípulos en la Escuela Primaria son Juan
Alberto Ramírez, al parecer su hermano natural; Régulo Bustamante, Cesáreo
Serrano, Marcos Antonio Galavís y Manuel Galavís. En la Hacienda La Mulera
existe una Maestra, pero esta preceptora se ocupa más de la educación de las
hermanas. Se llama Braulia Santander. En síntesis, su escolaridad es
precaria, pero no es analfabeto como sus encarnizados detractores le
consideran. Puede tener una educación correspondiente al tercer grado de
educación primaria elemental, que él no cultiva con el estudio propio, pero
que se acrecienta obligatoriamente ante la relación forzada con personas
cultas.
HISTORIA
LABORAL
Es
hacendado, caudillo militar, político y magistrado. Ser dueño de hacienda es
el deleite mayor de su vida. Tener una hacienda, tener el sentido de la
posesión, hacerla incrementar y ahorrar los usufructos le proporciona un gozo
infinito. Por eso traslada, en cierta forma, la capital de Venezuela de
Caracas a la aldea de Maracay, la que forzosamente se transforma en ciudad,
y, en la misma Maracay, se hace construir el Jardín de las Delicias, su
propia residencia, que no es más que una réplica de su hacienda La Mulera de
San Antonio del Táchira. Desde el punto de vista administrativo, llegó a
creer que toda Venezuela era suya. Se apropió de las mejores haciendas,
tierras, sabanas y ganados del país. Administró a Venezuela como si el país
fuese, exclusivamente, una sola hacienda suya.
Como
caudillo militar descolló con ribetes sobresalientes. Llevaba la chispa
inflamante del mando en lo más íntimo y hondo de su personalidad. Al
despertar, aún cuando tardíamente, de su vida rural, se dio cuenta que había nacido
para mandar. Al morir su padre gobernó, con indiscutible autoridad el clan
numeroso y a veces alborotado de La Mulera, teniendo que imponer orden cuando
fuera necesario, incluso al mismo Eustoquio, tan voluntarioso, rebelde, y tan
descarado ante la vida y ante la muerte. Indiscutiblemente que la
personalidad del General Gómez hubiera descollado en cualquier campo donde le
hubiera tocado vivir mandando, así jamás hubiese conocido al general Cipriano
Castro. No había nacido para la anonimia. En cualquier sendero de la vida
hubiera alcanzado un éxito resonante. En una tribu indígena hubiera sido el
Mohán, el Faraute o el Piache. Si hubiera nacido en el siglo XVI, hubiera
sido un gran conquistador, un opulento encomendero o un capitán poblador. Si
hubiera nacido treinta años antes, y no en los Andes sino en los llanos,
hubiera sido un gran caudillo o un acérrimo y sobresaliente enemigo de la
Guerra Federal. Pero como no ocurrió eso, fue la estrella del general
Cipriano Castro la que lo guió, como llevado de la mano, a la más alta cumbre
del poder. En Valera, Castro, suponiendo que pudiera morir en la Guerra
Restauradora, no vaciló en nombrarlo su legítimo heredero o sucesor. Como
caudillo fue herido, pero jamás fue derrotado. Su astro fulgurante sobresalió
luminosamente en treinta y dos combates. La seguridad y el valor fueron
estandartes. Siempre estaba seguro que iba a ganar la pelea. Al comenzar la
Batalla de la Puerta, en 1901, contra los facciosos del general Fernández,
telegrafió a Castro: “Desde luego, le prometo el triunfo”. Ser el vencedor de
la Puerta, el lugar donde había sido derrotado Bolívar, lo llenó de vanidad
militar. Por eso al triunfar en la Puerta se le metió en la cabeza la idea y
la convicción indeclinable que llegaría a ser presidente de la República.
Al
caudillismo militar supo unir su sagacidad política. Como Caudillo pacificó a
Venezuela. Fue el último caudillo. Porque acabó con el bochinche, los jefes
alzados y todo tipo de asonadas. En Ciudad Bolívar, el 21 de Julio de 1903,
le entregó a Castro un país completamente pacificado para su nueva etapa
histórica. Perolo que había hecho, en realidad, no era pacificar el país para
Cipriano Castro, sino pacificarlo para sí mismo, para poder mandar con lemas
de descarado y oprobioso absolutismo durante toda su vida, sin que nadie
osara poderle hacer tambalear de su silla presidencial. Ser hipócrita y
embaucador; pretender trabajar y ser desprendido con los demás, cuando en
realidad lo que está haciendo es trabajar zorruna y taimadamente, en forma pasiva
y subterránea, para sí mismo, para su poder, para sumando, para su opresión,
para su tiranía, para su absolutismo. Eso es uno de los rasgos más
sobresalientes de la personalidad de Juan Vicente Gómez.
Como
político es insuperable, pues sabe manejar la diplomacia, la hipocresía, la
traición y la mentira con sagacidad de genio. Pocos personajes en la historia
de Venezuela han sido tan sagaces, taimados y traidores como el Benemérito.
Se hace el desprendido, el sufrido, el humillado y, casi hasta el esclavo
servil, en la época en que resplandece el astro fulgurante de Cipriano
Castro. Durante la Conjura apelaapesadumbradamente a maniobras psicológicas
rayanas en el llanto y a las lamentaciones, pero, cuando está fuerte en 1908,
da el zarpazo feroz y certero a quien ha sido su más íntimo amigo, su
benefactor, su maestro, su compadre, su comandante, su general, su hermano, a
quien nada menos le debía todo lo que era. Lo que hizo políticamente con
Cipriano Castro lo repitió, en escala menor, con sus subalternos, a quienes
fingía admiración, reputación, respetabilidad y atendibilidad, para luego
hacerles descender hasta los calabozos, a la Rotunda de Caracas, al Castillo
Libertador de Puerto Cabello o al Castillo San Carlos del Zulia, a la miseria
y a la escoria. A su hipocresía y personalidad taimada y zorruna se debió la
estruendosa caída del segundo Vicepresidente Intendente General del Ejército,
así fuese su hijo Vicentico, y la caída de tanto ministro, de tanto secretario,
de tanto Presidente de Estado, de tanto Ministro Plenipotenciario.
Castro
lo había escogido por que había visto en Gómez lo que a él le faltaba, o sea,
control de sí mismo, cautela, sentido administrativo, humildad. Pero lo que
no logró tasar Castro, en toda su extensión, fue la habilidad política de
Gómez, la habilidad que llevaría a su protegido a levantarse contra su
protector omnipotente y destruirlo para siempre, con la finalidad de
apoderarse él de esa omnipotencia. Por su habilidad y astucia política se
mantuvo en el poder durante todo el resto de su larga vida, sin ningún
obstáculo. Por su astucia política atropelló honores, destruyó y violó
virtudes, pisoteó sentimientos familiares, repudió mujeres y desterró a su
hijo. Nada, nada, ni en el mundo exterior, ni en las intimidades de su psicología,
podía sobrepasar a su incontenible ambición de mando, y quien se oponía en su
camino, tenía que deponer sus intentos, o morir.
Como
magistrado, Gómez fue, primeramente, un usurpador, un dictador y un tirano.
La República de Venezuela ha sido “Esclarecida”, por Páez; “Federada” por
Falcón; “Regenerada” por Guzmán Blanco; “Legalizada” por Crespo; “Restaurada”
por Castro y “Rehabilitada” por Gómez. El denominador común de todas las
concepciones, procedimientos y ambiciones de la Rehabilitación Nacional fue
la autocracia. Gómez fue un autócrata que gobernó a Venezuela con plena
autoridad, apareciendo en la historia como el hombre que ha tenido más poder
en la República. Fue su poder tan absolutista como el de José Gaspar
Rodríguez Francia en Paraguay; o como el de Juan Manuel Rosas, el célebre
dictador de la confederación Argentina. Gómez, como Dictador, se opone a
todos sus amigos, a todos sus camaradas, a todos sus émulos, pero, sobre
todo, a todos sus enemigos, a quienes no da tregua de ninguna clase.
Sobrepuja en la personalidad benemérita el carácter de dominador de hombres y
circunstancias. Una de las descripciones más fidedignas la expone Carlos Siso
cuando escribe: “El general Gómez era un completo dictador, de temperamento
autoritario; pero en un sentido muy original. Le gustaba ordenar todo según
su voluntad; que sus subalternos le adivinaran si era posible, que sólo se
hiciese lo que él mandara, pero sus órdenes eran dadas con una naturalidad,
con una sencillez que pasmaba; nada de gritos al estilo de Guzmán Blanco;
nada de violencias como las que usaba el general Castro. La imposición
emanaba de un don extraordinario que fluía de su persona, provista de una
facultad innata para mandar. Hacía sentir el imperio de su facultad
dominadora sin alterarse, con sólo su presencia, con sólo un gesto. A sus
subalternos les tocaba observar cuáles eran sus deseos y, en muchos casos,
cuando daba órdenes de manera confusa, cuál era el verdadero sentido de su
opinión. En su vida privada se revelaba en todos sus actos su educación
campesina, la vida pobre del hombre que ha estado en contacto con la tierra y
que todo tiene que pedírselo a ella. Por eso era conservador, enemigo de las
innovaciones y de los cambios bruscos. Si se le consultaba un proyecto de Ley
o una Reforma, a cada momento interrogaba: “¿Qué objeto tiene eso?” Y si era
algo cuya utilidad y resultado él no pudiera ver claro: “No, no, no, dejemos
eso así; esperemos que sea necesario hacerlo”. Más firme era todavía su
mentalidad conservadora en el orden económico. En la construcción de un
edificio debía aprovecharse algo de lo que se iba a destruir, aunque fuera un
metro de pared o materiales de escaso valor. El general no aceptaba las
reformas impuestas por la necesidad, salvo cuando se trataba de progresos
materiales en lo que era largo su aliento. En lo político tenía como norma
hacer si no lo que le convenía a sus intereses, lo que le produjera un
resultado efectivo. Nada de experimentos, de fantasías, de tanteos o de
complicaciones. Nada que fuera aleatorio cuyos resultados inmediatos o
remotos no pudiera él prever de antemano”
Gómez
sacrificó toda su pasión desmesurada en mandar, lo que le recuerda al
distante, misántropo huraño Felipe II. No existió hombre, ni ministro, ni
amigo, ni mujer que tuviera ascendente efectivo sobre el camino por él
trazado. Su menor deseo era una orden implacable e indiscutible. “Me parece”
equivalía a “Yo ordeno y eso se cumple”. Asombra pensar como un hombre rural
culmina en el dominio personal más tremendo y prolongado que conoce la
historia del país. Porque frente a este hombre no hubo en Venezuela,
absolutamente nunca, ninguna fuerza de control. Su personalidad de magistrado
subyugó, atropelló y avasalló, incluso, a los países extranjeros, los que le
otorgaron las más altas calificaciones, con reverente pleitesía. Tenía la
Orden Piana, dada por el Sumo Pontífice, la Cruz de la Orden de San Mauricio
y Lázaro, firmada por Mussolini y Vittorio Emanuele; fue Caballero de la Gran
Cruz, con la firma de Alfonso XIII; Gran Cruz de la Legión de Honor: Gran
Cruz del León Neerlandés, concedida por su majestad la reina Guillermina;
Gran Cruz Extraordinaria de la orden de Boyacá. Hindenburg le obsequió su
espada y Pershing su pistola. Obtuvo condecoraciones en Suecia, ¡Dinamarca,
Ecuador, Brasil, Chile...! Era doctor Honoris Causa de una Universidad
Homeopática de Colombia. En fin, treinta y cuatro títulos de honor fueron
catalogados en un cuadro, con su retrato. José Antonio Páez, José Tadeo
Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro y Marcos Pérez Jiménez son
pálidos retratos ante la autocracia, el poderío y el absolutismo de Juan
Vicente Gómez. Algo así como lo expresó el Rey sol: “El Estado soy yo”.
HISTORIA
PSICOSEXUAL Y MARITAL
Inició
sus relaciones sexuales a temprana edad, como es propio de los jóvenes
campesinos ricos del Táchira. No presentaba aspecto físico desagradable, y
tuvo buena, muchísima buena suerte con las mujeres. Su lívido fue desbordante
hasta el exceso. ¿Cuántas mujeres poseyó? Eso es tan imposible de calcular
como los crímenes que se cometieron bajo su orden, su complacencia y
responsabilidad. Su único incontenible apetito, era la satisfacción sexual
que practica con la naturalidad y la fuerza de los animales, pues su instinto
sexual de gran apetito y potencia, es, fundamentalmente, primitivo y carente
de todo apego sentimental y de toda espiritualidad. Piensa, egoístamente, en
la satisfacción de sí mismo, asignando un orden secundario a la complacencia
de la pareja, a la que acopla como un animal. Desde la primera vez que tuvo
relaciones sexuales en su adolescencia, le negó a la mujer el deseo de dormir
con él toda la noche, pues pensaba que dormir con una mujer es someterse a
ella, a su comando y dominio. Por ello, una vez obtenido el orgasmo, salta de
la cama y abandona su cubil. Este miedo a ser sometido por una mujer los
revela en el hecho que duerme en cuarto aparte y que nunca, ni siquiera en el
más remoto pensamiento, pensó en casarse. Fue un misógamo empedernido. Ante
la diplomática insinuación del Nuncio de Su Santidad en el sentido de lo
conveniente que sería tomar por esposa a una de las señoras que estaban a su
lado, respondió que, si el matrimonio era tan bueno, ¿por qué el papa no se
había casado? Por ello exhibe una fuerte proclividad al concubinato público,
como la mayoría de sus familiares, por un miedo cerval a las
responsabilidades de la fidelidad y un apego a la inmadurez, a la incultura,
a la desidia, y a la poligamia. Pero es reservado en el sexo, no siendo
pedante y ostentoso en relación con su actividad viril. Su relación con el
sexo femenino está desprovista de toda clase de romanticismo, de
espiritualidad, de tono afectivo. Sencilla y llanamente va a la cama, se
satisface, cumple su misión de fecundísimo semental y se retira del lecho.
Las concubinas que tuvo son incontables y, a veces, en su traslado
procesional de Maracay a Caracas, en el desfile protocolar, van los
automóviles de sus queridas entre los ministros y los Generales. No obstante,
su exagerada poligamia, tuvo algunas uniones concubinarias estables, una con
Dionisia Bello, la que raptó en unas ferias provincianas de San Cristóbal y
la que dejó a su marido por Gómez, y otra con Dolores Amelia Núñez de
Cáceres, hija de un poeta, fundador de la Academia de la Lengua y de la
Academia de la Historia, el que murió sumido por la pena moral ante la
desgracia de la seducción de su hija. Otra unión concubinaria fue con Ana
Josefa Pernía; otra con la Solórzano y otra con Carmen González. En medio de
esta potente y activísima vida sexual, en los telones del subconsciente del
Benemérito se movían las más terribles angustias del complejo de Edipo, con
el horroroso temor al incesto, ancestral en la especie humana. Se hace esta
aseveración, porque desde el punto de vista psicodinámico, así lo revela la
costumbre de suspender las relaciones sexuales con su concubina, cuando la
hija mayor de esta concubina contrae matrimonio. El mismo le contó a su hija
Flor de María, que cuando él la casó con José María Cárdenas, inmediatamente
suspendió las relaciones sexuales con Dionisia, la cual, desde luego, se
enfureció. Del mismo modo cuando casó a su hija Rosa Amelia, inmediatamente
suspendió las relaciones con la mamá de la novia, Dolores Amelia Núñez de
Cáceres, la cual se enfureció aún más, por ser más joven que Dionisia. Pero
su actividad viril no decae a pesar de los años. En 1931 y 1934 Juan Vicente
Gómez sacia su apetito sexual hasta hartarse con dos mujeres, la Rojitas y la
Carmen Rodríguez, así como con “la catalana”. Tanto es su exceso, que los
médicos tienen que advertir moderación. El acepta a regañadientes, y
proporciona a “La Catalana” un marido complaciente. Pero dentro de este marco
de actividad sexual desbordada, de la misogamia y gamofobia, de satiriasis
insaciable, su aversión al matrimonio era su denominador común. Cuando se
rumoró el matrimonio con Dolores Amalia los Gómez Bello delegaron en Flor de
María de Cárdenas el disgusto que esa unión les proporcionaría a ellos, los
hijos de Dionisia. Entonces el general respondió:
-Miga...
¿Cómo van a creer ustedes eso? ¡Eso son rumores de los caraqueños! ¡Chismes
de los caraqueños! Antes de eso yo tenía que casarme con Dionisia. Después
divorciarme y después volverme a casar. Usted no me ve a mí presentando esos
cuadros. No se preocupe que yo sigo solo.
HIJOS
Así
como sus concubinas fueron incontables, nunca se logrará saber cuántos ni quienes
fueron todos los hijos que en numerosísima cantidad llegó a procrear. Algunos
de ellos, incluso, después de los sesenta años. Si se tratara de hacer un
ordenamiento de los más conocidos, se llegaría a la siguiente clasificación:
En
Dionisia engendró a Gonzalo, José Vicente, Flor de María, Alí Augusto,
Servilia, Josefa y Graciela.
En
Dolores Amelia Núñez de Cáceres engendró a Cayetano, Juan Vicente, Florencio,
Rosa Amelia, Belén María, Roberto, Hermenegilda, Cristina, Berta Efigenia y
Juan Crisóstomo.
En
Ana Josefa Pernía engendró a Juan Vicente y Gladys.
En
la Solórzano a Secundino, Juan Vicente y Ana. En Carmen González engendró a
Pedro, Juan Vicente, Teodora y Consuelo. Las progenies más connotadas y más
famosas son las dos primeras. Los hijos de Dionisia, los del clan andino,
resaltaron más por su posición en la política y los altos cargos que
desempeñaron. Los hijos de Dolores Amelia, los del clan caraqueño, se
ocuparon más de la frivolidad, la vanidad y el compinche con los doctores,
intelectuales y sujetos de la alta sociedad de Caracas. Las hijas del
Benemérito casaron con hombres prominentes del centro de la República. Entre
estos yernos figuran Roberto Santana Llamozas, marido de Belén y Ramón
Ignacio Méndez Llamonas, éste a su vez, nieto del general José Antonio Páez y
marido de Rosa Amelia.
A
Gómez se le representa en muchas fotografías como el papá bueno y venerado,
admirablemente prolífico, rodeado amorosamente de sus numerosos vástagos y
nietos. Sin embargo, con algunos de estos hijos, hubo serios conflictos
personales y psicológicos. José Vicente le traicionó con el azuzamiento de
Santos Matute Gómez y Dionisia Bello. El proceso psicodinámico no es otra
casa que el Complejo o conflicto de Edipo, en el cual el hijo quiere
suplantar y matar a su padre. Por esa brecha psicoanalítica se abren las puertas
de la alcoba de Juancho, Gobernador de Caracas y primer vicepresidente de la
República en la madrugada del 29 de junio de 1923. el objeto, visto
claramente, era sustituir el primer vicepresidente por el segundo, o, en
otras palabras, transformar el sistema patriarcal en fraternal, y, en última
instancia, llegar al imperio del sistema matriarcal, en el que Yocasta estaba
representada por Dionisia. Pero el hijo fracasa. Pierde la segunda
Vicepresidencia de la República y pierde la Intendencia General del Ejército;
pierde todos los favores de su padre y es desterrado; muere en Suiza
tuberculoso y diabético y su cadáver es recibido en Venezuela y enterrado por
el Benemérito con la más pasmosa parsimonia y la más inconmovible frialdad.
El
otro hijo que merece un capítulo especial en su biografía es Alí. Si el
general era capaz de un idealismo, se puede decir que amó totalmente a su
hijo Alí Augusto, joven indiscutiblemente de temperamento esquizotímico. Juan
Vicente lo llegó a idealizar. La muerte del coronel Alí Gómez durante la
epidemia de gripe española de 1918, le causó hondos dolores, como hondos
dolores le causó el asesinato de su hermano Juancho, del cual él era el único
en conocer la verdad de los hechos, verdad secreta que él se llevó a la
tumba. Cuando murió Alí Gómez su padre escribió:
“El
durmió muchas veces conmigo; quiero ir a dormir también a su lado. Por ello
construyó para Alí el majestuoso y melancólico mausoleo de Maracay donde,
efectivamente, duerme la eternidad al lado de su hijo bien amado.
ANTECEDENTES
MEDICOS GENERALES
El
general, en sus años de adultez, presenta una salud magnífica, la cual sólo
es quebrantada por su bautismo de fuego en la campaña de Castro contra
Andueza Palacio en 1892 y por la herida de Carúpano. Pero es pletórico, jamás
luce enfermo en esta época, es enérgico y bien dispuesto. De niño, hasta la
edad de doce años, padeció de asma bronquial, heredada por algunos hijos y
nietos. Sufrió de jaquecas pertinaces, a las que supo sobreponerse sin
medicamentos, acto verdaderamente firme de su personalidad. En septiembre de
1899, después de la toma de Valencia, sufrió de disentería. Pero siempre,
como por ahora, su capacidad de recuperación es asombrosa. El 6 de mayo de
1902, durante la guerra de pacificación, recibió una bala en una pierna, la
del lado izquierdo, única que recibió en toda su existencia, cerca de la
ingle, con orificio de salida en la nalga correspondiente, durante la Batalla
de Carúpano. El 13 de septiembre de 1921 se inicia un proceso gripal y la
muerte comienza a pisarle los talones. Los enemigos que lo traicionan son los
procesos mecánicos, metabólicos e infecciosos, con polidipsia, poliuria y
múltiples retenciones de orina. El, sin embargo, campante y sonante, trata de
imponerse a la adversidad de las enfermedades. Pero los secretos y ocultos
mecanismos del metabolismo biológico se niegan a darle tregua. El azúcar y la
ùrea ascienden considerablemente en el torrente circulatorio. En síntesis, el
presidente estaba padeciendo de un adenoma prostático, con una infección
ascendente, que instaló un cuadro renal de glomerulonefritis infecciosa, con
descompensación diabética de extrema gravedad y fiebre muy alta. El cuadro
final de su patología fue el del coma diabético.
PERSONALIDAD
PREVIA
VIDA
SOCIAL
Durante
la adolescencia y juventud sus relaciones no iban más allá de la Mulera, San
Antonio, Cúcuta, San Cristóbal y Rubio. Era medido y reservado, y jamás se
dejó tentar por las extravagancias y aventuras compincharas de Eustoquio.
Gozó de gran reputación como hombre correcto y de trabajo ante las Casas
Alemanas de las ciudades mencionadas, así como ante los Semidey de San
Cristóbal y los caficultores de Rubio. Una señorita Chacón Alvarado, hermana
de doña Hermenegilda, casó con el señor Ezequiel Alarcón, cuyos descendientes
fueron ricos caficultores y miembros de la alta sociedad de Rubio. Se hizo
gran administrador de Cipriano Castro desde 1886 y afianzó su amistad al
secundarle en la campaña contra Andueza Palacio en 1892. Tanta fue la amistad
que dejó los intereses lugareños y acompañó siete años al jefe al destierro.
Luego, por su amistad y compadrazgo con Castro, financió la Revolución
Liberal Restauradora. Castro, fingía él, era su amigo y su compadre. Y Juan
Vicente era el sol de Castro. Pero en los momentos estelares de Castro,
siendo vicepresidente de la República, rehuyó halagos, prebendas, seducciones
de los áulicos y de la alta sociedad de Caracas, y prefirió el silencio, la
rusticidad, la humildad y, si se quiere, el aislamiento. Fue enemigo de las
pompas, derroches, lujos y orgías, en este sentido era lo opuesto a Castro.
Sin embargo, cuando no podía escabullirse, lucía su elegante frac, daba
demostraciones de grandes modales y hasta abría bailes a los acordes de una
polonesa, como le tocó hacerlo en el sarao del 31 de diciembre de 1903 en la
Casa Amarilla, con la esposa del Excelentísimo Embajador dominicano. Sin
embargo, las amistades del general, con contadas excepciones, fueron
superficiales. Fueron, primordialmente, amistades de observación. Si se fingía
amigo de una persona era para observarlo en su más insignificante gesto o
palabra, analizarlo, hacerle la disección psicológica, con su profundo y
certero sentido de estudio humano mientras, lerdo y ladino, se hacía pasar
por el más inculto, por el más palurdo, por el más rústico, por el más
analfabeto. Jamás confió en nadie. Desconfiaba hasta de su propia sombra.
Pero, inteligentemente, ocultaba, como el que más, los ademanes de su
desconfianza. Por los doctores siente gran desconfianza, y los trata amablemente,
pero con zorruna hipocresía. Sin embargo, tanto a ellos, como a los
escritores, humanistas, historiadores y poetas más ilustres, los utiliza en
los congresos, en las secretarías generales, en los ministerios, en las
presidencias de estado y, sobre todo, en las Embajadas y Consulados, en donde
van a ejercer funciones de espionaje contra otros venezolanos. Este
retraimiento, este hermetismo personal, en relación con ese núcleo social en
que se desenvuelve, lo implanta como un patrón en Venezuela. Al país lo
divide entre amigos y enemigos, siendo buenos los primeros y malos los
segundos, y correspondiéndoles a éstos la cárcel, el destierro o la
persecución y, por el contrario, la privanza, el auge social o el éxito
económico para los primeros. Pero abrió un tercer cause social: “El de
convertirse en un espectador sordo y mudo ante la tragedia nacional.”Asiló el
intelecto liquidando todos los medios de información y expresión de la
opinión pública, y, del mismo modo, aisló al país de todo contacto de las corrientes
de cultura universal:” Cortó el conocimiento, estudio y discusión de los
grandes temas sociales y políticos, dando ocasión así a la formación de una
clase directora de mentalidad aldeana, pacata, asustadiza, incapacitada para
comprender y resolver las necesidades de Venezuela en los nuevos tiempos.
Si
en su ámbito inicial se fuera a señalar a sus amigos íntimos, a sus más
allegados, éstos serían el taimado y zorruno indio Eloy Tarazona, Leopoldo
Baptista, don Antonio Pimentel, el pintoresco e ilustre presbítero Carlos
Borges, Rafael María Velasco, Pedro García, Vicencio Pérez Soto, José Gil
Fortoul y su tío el doctor José Rosario García solamente entre unos cuantos
que no son muchos. Eloy Tarazona, su perro faldero, indio puro boyacense,
impenetrable, silencioso, ladino, fue como un ministro del Interior a tiempo
completo para analizar los instintos de todo el mundo. Dormía en el suelo
junto a su puerta, y probaba antes todo alimento destinado al general. El
doctor José Rosario García “Zorro Reinoso”, era un hábil político que trató
de envolverlo, embaucarlo, tejiendo siempre la intriga. Disfrutó de gran
posición y aparente ascendencia ante el general, pero, como todo el que
maquinaba en contra de él, cayó en desgracia. El hecho le mereció el
siguiente concepto del Benemérito
-Me
admiro que el doctor García, que ha leído tantos libros y se ha quemado las
pestañas estudiando, no sea capaz de interpretar mis sentimientos.
El
padre Carlos Borges disfrutó de su amistad. Gómez, que no creía en los curas,
le sobrellevaba su vida, a lapsos apóstata y licenciosa y a lapsos mística y santificante.
Lo escogió, como el más capaz, para el discurso de inauguración de la Casa
Natal, pero cuando el gobierno del Perú solicitó que enviase al ilustre y
elocuente sacerdote para el discurso de orden de la Batalla de Ayacucho,
frustró al gran clérigo y poeta, pues dijo que allá se iba a servir mucha
champaña, y que él, conociendo al padre Carlos Borges, no iba a permitir que
Venezuela presentara una comedia de borrachera.
Un
hombre de absoluta confianza del dictador fue don Antonio Pimentel. Era
antiguo peón de Guacara y sujeto rico cuando los andinos llegaron al poder.
En el momento en que Castro, intrigadamente aconsejado, exigió a los
conspiradores de la conjura el pago inmediato de ganados e impuestos, Antonio
Pimentel facilitó a Juan Vicente la suma de cuatrocientos mil bolívares sin
recibo, sin intereses, sin condiciones y sin plazo. La gratitud de Gómez fue
eterna. El doctor Leopoldo Baptista, trujillano, gozó de gran aprecio durante
una larga temporada de la dictadura. Inteligente, alma y nervio de la
traición de 1908 contra Castro, intrigante, ambicioso, trató de engañar a Gómez,
pero se engañó a sí mismo y cayó. El doctor Francisco Baptista Galindo,
hombre honesto, rectilíneo, noble y con magnánimo corazón, estuvo muy cerca
de él y logró temperar muchas durezas y crueldades. Su muerte prematura,
quizá por envenenamiento, privó a Venezuela del viraje de la tiranía hacia
una mejor benevolencia. Por lo demás, compadres rurales, compadres andinos,
mujeres y hombres desposeídos fueron sus amigos a quienes prodigó atención y
generosidad. Una amistad muy importante para él, a pesar de las intrigas del
doctor José Rosario García, fue la de Eleazar López Contreras, hábil,
protagonista del refrán “Un tirito al gobierno y otro a la revolución”,
prudente, instruido, con sentido de nobleza y renovación, y quien fue el
delfín elegido para sucederle más allá de la muerte.
Su
vida social transcurría en la visita a sus haciendas, en las reuniones con
los áulicos en el Hotel Jardín de Maracay y en los paseos por los jardines de
su casa de las Delicias.
ACTIVIDADES
E INTERESES INTELECTUALES
Nunca
se preocupó por ilustrarse, y siempre se burló de los patiquines y los
discurseadores, Se sentía feliz al mostrarse rústico, campesino, como el
primer agricultor y el primer criador de Venezuela. Aunque se hacía leer
libros como “Doña Bárbara” y alguna tal o cual biografía suya tanto por sus
secretarios como por otros áulicos en sus remansos de las Delicias. Los
ordeños, las riñas de gallos y las corridas de toros valían para él más que
las visitas a todas las bibliotecas y a todos los museos del mundo. De noche
a veces asistía al cine y se hacía leer los títulos por Antonio Pimentel. Era
muy aficionado a los noticiarios. No obstante, esta simplicidad, ni el más
avisado psicólogo hubiera podido adivinar jamás en aquel hombre campesino las
ocultas potencialidades psíquicas que un día le entregarían, de por vida, al
dominio absoluto de Venezuela. Sintió gran desprecio por los letrados, a
pesar de saber manejarlos y oírlos, y no obstante saber consultarlos, para
luego de manera intuitiva y pragmática, desoírlos, rechazarlos, o decirles,
con fría pero fulminante mirada, que estaban fuera de su esfera afectiva. La
Universidad de Hamburgo le distinguió con el doctorado Honoris Causa, título
que recibió con el mismo interés con que se recibe un costal lleno de
repollos. Jamás pronunció un discurso. El 20 de diciembre de 1908, en los
balcones de la Casa Amarilla sólo dijo: - El pueblo está tranquilo.
TEMPERAMENTO
Sin
la menor intención de catalogarlo dentro del marco de la enfermedad afectiva,
su temperamento se muestra con cierta proclividad ciclotímica. En uno de sus
arrebatos de sano entusiasmo raptó a Dionisia Bello en una Feria de San
Cristóbal. En muchas ocasiones su humor es chispeante y salpicado de
hilaridad a su manera. Gusta captar a través de don Antonio Pimentel los
chistes que la sátira caraqueña suele elaborar en su contra. Su fuerza y
seguridad, en determinadas circunstancias, pudieron ribetearlo entre la
personalidad maníaca, como en la Batalla de La Puerta: “Seré presidente de
Venezuela”, o como ante el majestuoso Orinoco: “Como que dios existe tomaré a
Ciudad Bolívar”. Pero a veces el dictador luce lento, taciturno y
bradipsíquico. La muerte de Alí y el asesinato de Juancho le hacen
experimentar ondas depresivas en el temperamento, lo mismo que la traición de
su hijo Vicentico.
Al
contrario de su compadre Cipriano Castro, que es extrovertido, emotivo y
violento, Juan Vicente Gómez es introvertido, menos emocional y nada
impulsivo. Por eso nunca deja conocer sus expresiones y sentimientos. Sólo se
permite traslucir al público aquellas emociones que le convienen y es muy
lento en sus resoluciones. Sorprende en su personalidad la calma con que
espera el desarrollo de los sucesos, para no adelantarse y juzgarlos cuando
los puede enfocar y apreciar en toda su magnitud. Sorprende la paciencia con
que espera el momento oportuno para resolver una situación, o para caer sobre
el adversario o sobre el amigo desleal en forma discreta, de manera que no se
vean sus intenciones sino cuando la víctima esté en sus garras. Zamarro,
taimado, zorruno, alevoso, se le ha comparado con el caimán, que parece una
estatua inmóvil de piedra milenaria para un repentino engullir. Ello ocurre
porque su carácter se ha formado a través de la lucha en que le envolvió la
vida campesina, aislada, pobre, primitiva, y más aún en la región de la
frontera, donde las invasiones revolucionarias han sido constantes y en donde
el menor descuido se ha pagado con la vida. Su facultad de observación,
enormemente desarrollada, está constantemente en acecho, y lo ha convertido,
como a todos los caudillos populares de Venezuela, por iletrados que hayan
sido, en psicólogos magistrales, en psicólogos por excelencia de su pueblo,
con un sentido de realidad extraordinario y con un profundo conocimiento de
los hombres. Ningún presidente de la república de Venezuela, a excepción del
Libertador Simón Bolívar, lo ha aventajado en la posesión de esta facultad
innata. No era impulsivo, era paciente, perseverante, pero cuando se
requería, saltaba como un felino y actuaba con inusitada rapidez. Su voluntad
es indiscutible, y logra las metas que se propone. Los más altos de sus
objetivos son el poder y la paz pública, los que constituyen la razón de su
política.
Desde
el primer momento, en las alturas del gobierno, se reveló en él lo zorruno y
taimado de su carácter. Gómez sufre infinitas humillaciones de Castro, pero
esas humillaciones se amortiguan en la suavidad de una sonrisa. Castro ofende
a Gómez, pero esas ofensas se embotan en la impasibilidad del compadre.
Castro quien puso en ridículo a Gómez, pero los cálculos de Gómez se
sobrepusieron al ridículo. Toleró a Castro la ingratitud. Su cautela fue
superior al escozor del amor propio. Era urgente inspirar confianza en aquel
déspota que tenía que morirse o tenía que ausentarse, para conseguir la gran
herencia, la cual no era otra que la administración de su despotismo. Por eso
se sometió a las burlas, a las ofensas, al ridículo para que Castro pensara:
“el General Gómez no se disgusta, luego no me guarda rencor”. Ante la
inminencia de su viaje al exterior, don Cipriano sentenció:” Don Juan es el
mismo hombre sano y bruto de la Mulera. - “Y fue bajo esta convicción, como
Castro le dejó la Presidencia, para que el hombre sano y bruto de La Mulera
se alzara con el santo y la limosna. Gómez, pues, tiene la lentitud, pero
también la seguridad de los animales de presa. También de ellos posee la
fuerza y la crueldad. Y del mismo modo, de ellos, tiene una enorme
disposición para el arte de disimular y de engañar. Temperamentalmente, Gómez
era un hombre callado, pero no triste. Por el cerco de piedra de su carácter,
entre el cual resguardaba herméticamente su personalidad, brotaba,
controlada, lo que a él le convenía, esto es la surgente alegría festiva.
STANDARS
MORALES
Sin
detenerse a contemplar que él era el responsable de todas las crueldades, de
todos los dolores, de todas las injusticias, veló por la honestidad, la
justicia y la lucha contra el crimen. Persiguió implacablemente el ladronismo
y la delincuencia. Fue buen pagador desde el tiempo en que negociaba con los
alemanes del Táchira y el Norte de Santander. No despreció a la gente humilde
que había conocido en sus mocedades cuando era el amo absoluto de Venezuela.
Velaba porque sus súbditos cumplieran sus compromisos de honor, y abogó por
las mujeres desamparadas, abandonadas o engañadas. Consideró la religión y a
Dios a su manera. Practicaba ferozmente el celibato y, si por él hubiera
sido, todos los hombres y mujeres de Venezuela deberían vivir en concubinato.
No se le puede llamar ateo, porque no existen bases sólidas para ello, pero
tuvo mucho de eso, pese a sus rezos a la Virgen del Carmen, pese a sus rezos
a Santa Rita de Casia y pese a sus frecuentes visitas para orar en la Iglesia
de Maracay. Precisamente ante Santa Rita de Casia se arrodilló y oró como
ante la abogada de los imposibles, en compañía de Juan Alberto Ramírez,
cuando resolvió deponer a Eustoquio del mando del Táchira. A los sacerdotes
los llamaba peyorativamente “los curitas”, y su relación con ellos oscilaba
entre las tertulias con Carlos Borges, la prisión o destierro del padre
Mendoza del Valle o de Monseñor Montes de Oca, las prebendas, las canonjías,
las dádivas, los ascensos merecidos o inmerecidos o el arsénico de Nereo
Pacheco en las ergástulas de la Rotunda. Apadrinó por rito católico muchos
niños y muchos matrimonios de amigos y oficiales de larga vida concubinaria.
Respetó sacrosantamente – cuando le convenía – los compadrazgos. Se creyó, a
su manera, asistido por la Divina Providencia y escogido para hacer el bien,
pues siempre solía repetir que los buenos eran sus amigos. No obstante, se
negó rotundamente a recibir los sacramentos antes de morir, y cualquier
afirmación que se haga en sentido contrario carece de fundamentases escueta y
solamente es enunciada por componendas. En sí, la cuenta que tuvo que
entregar a Dios tuvo que ser muy terrible.
Acompasando
la moral a la política, su sistema de gobierno fue etiquetado con el lema
“Unión, paz y trabajo”, del cual se sentía muy complacido y orgulloso. Este
lema se inspira, en algo, en sus estándares morales como magistrado y como
político. Cuatro cosas son necesarias de ser mencionadas en este sentido. En
primer lugar, fue el pacificador de Venezuela algunos lo han llamado por ello
“el gran loquero”, porque acabó con la locura de los alzamientos y de los
caudillos. Trajo la paz y unificó a Venezuela, pues comprendió que sólo con
la paz podía crearse un país útil, laborioso, próspero y decente. A ello
consagró todos sus esfuerzos militares hasta culminar en la toma de Ciudad
Bolívar. En segundo lugar, dio a Venezuela la independencia económica. Se
sentía abrumado por las deudas que pesaban sobre su patria en el extranjero,
y por el peligro que ello representaba para la consolidación de la soberanía
nacional. El regalo que hizo a Bolívar en el Centenario de su muerte fue el
pago de toda la deuda, tanto interna como externa. Venezuela no quedó
debiendo un centavo en el exterior, y la cancelación de la deuda interna se
empezó a realizar de acuerdo con el plan adoptado por el Gobierno Nacional.
En tercer lugar, hizo una magnífica laboren el establecimiento de la vialidad
nacional. Los lugares más apartados de la república acortaron sus distancias
y se vieron abiertos al desarrollo. Los estados de la montaña se incorporaron
al centro con la gran carretera trasandina inaugurada el 24 de Julio de 1925.
En cuarto lugar, hay que reconocer que Juan Vicente Gómez fue, con una serie
de actuaciones trascendentales, el organizador de la república. Con una serie
de actos transformó su personalidad de caudillo militaren verdadero
estadista. Su amor por Venezuela fue demostrado, entre sus múltiples maneras,
por el cuidado de sus numerosas haciendas y su oposición inquebrantable a
venderle a “los musiús” ni siquiera un palmo del terreno nacional.
HABITOS
Nació,
creció y vivió sus años mozos en el campo, en el ambiente desolado y rural,
en la heredad paterna, siendo las distracciones suyas las simples de un
campesino tachirense y constituyendo los acontecimientos trascendentales de
su vida las feria y fiestas populares de San Cristóbal, Rubio, San Antonio y
Cúcuta. Ya en plenitud del poder escogió a Maracay como su residencia
habitual, con las miras continuar siendo un campesino para siempre. Escoge a
Maracay no sólo porque allí puede vivir una vida campesina, rodeada de
magníficos campos para la ceba de ganado, donde podía encontrar reses y
bestias por todas partes, sino porque fuera de la ciudad, y aún dentro de
ella misma, podía estar en continuo contacto con campesinos, hablando el
leguaje del campo y compartiendo las emociones del campo. Fue un jinete
consumado y se sentía orgulloso de ello. Gustaba hacerse retratar de a
caballo, mientras lucía un uniforme y una pose francamente kaiserianos.
Siempre campesino y humilde, mantuvo en su casa, a lo largo de todo su
dominio, su sencillez casi aséptica. Su habitación no podía ser más simple:
una cama de hierro, una mesa de noche, dos sillas de vaqueta como las que
había en La Mulera, una mesita para escribir y unas vitelas de la Virgen del
Carmen y Santa Rita de Casia. Todo su lujo era una hamaca. Austero se
mostraba, siempre con la austeridad humana de los campesinos. Luce sencillo,
siempre de polainas, casaca lisa, verde oliva, bien aseguradas las
condecoraciones. No prueba el alcohol, pues desde joven ha sido abstemio y
enemigo de las francachelas y alborotos a los que están tan acostumbrados la
mayor parte de sus parientes. Su comida es simple y campesina. Carne asada,
yuca, sancocho, frijoles negros, pabellones, caldos cuajados o pizca andina,
hallacas y morcillas. No puede jamás faltar la arepa en su mesa. Siente
fascinación por las riñas de gallos y corridas de toros. Hace emocionantes
apuestas. Los grandes haces del toreo le ofrendan en el circo de Maracay la
muerte de la furiosa bestia y, si la faena ha sido buena, él regala al
matador “la hallaca de oro”, o sea, un sobre con billetes de mil bolívares.
ESTADO
MENTAL
CONDUCTA
GENERAL
La
mente y la psicología de este individuo están contenidas, a simple vista, en
un hombre completo. Es alto, mide 1,78 y pesa 81 kilos. Es de pesados
párpados, abotagados y romboidales; de risa sardónica, lento en el hablar, de
pocas palabras. Sus manos son delicadas y pequeñas y usa llevarlas enguantadas.
- Sus piernas son relativamente cortas. El tronco es de robusta solidez. Su
facie es severamente senil después de 1930 y ya, dentro del féretro, henchido
por la nefrosis y la saponificación tanática, recobra el aspecto pletórico de
los cuarenta. Su cabello es muy renegrido, lo mismo que sus mostachos, hasta
1933, en que ambos encanecen. Su frente luce ancha sobre sus ojos en marcados
por la pesadez de sus párpados superiores. Ojos vivaces, bola adiposa en la
barbilla y labios gruesos y carnosos sin displasia y sin sobra de mucosas
moradas. Tiende, a pesar de su estatura, al tipo pícnico. Su cara es
redondeada, ancha, y de contorno suave la mandíbula inferior, vista de
frente, aparenta ser más ancha y estar reforzada por la acumulación de grasa
en las partes laterales. Después de los setenta años comienza a usar lentes
contra la presbicia y revela aspecto tifoso, pelo al rape, mirada asiática y
conjunto mongoloide. Vista entonces su imagen, en esta forma, parece más el
caporal de una hacienda que el presidente de la República. Pero revela
vitalidad. Y revelarse como un individuo bien integrado interiormente,
equilibrado, austero, sobrio, calculador y prudente. Es comedido, no obstante,
su inclinación a la venganza e incontrolable y desmesurado afán de poder y de
riqueza. Sabe controlar con firme equilibrio sus emociones y sabe adaptarse a
las mentes circunstancias. Se da a la vida tranquila, al trabajo silencioso,
al trabajo monástico de las cosas domésticas y familiares. Su poder de domino
es tal, que hace que el país se entregue a esta caracterología, a un estado
sobrio y seco en el que no tiene lugar la extravagancia. Dentro de este
estado mental, se da por sentada la ausencia de psicosis, y dentro de este
mismo estado mental se afianzan dos rasgos primordiales: la paciencia y la
desconfianza. Es escrupuloso, frío y resuelto, su risa es opaca y lenta, y en
ella se aprecia el desprecio que los dictadores sienten por los restantes
seres humanos. Teutónico consigo mismo y con el mundo, siempre vive el
principio de la realidad. Nunca sucumbe los panegíricos. Deja traslucir una
simplicidad y una estulticia tan aparentes, que con esa ardid psicológica
confunde a todos los adversarios, así como a sus endiosadores y a sus
enemigos. Ante su impasibilidad se estrellan todos los intentos.
LENGUAJE
Se
sume en monólogos, en los que percibe una mente lúcida y fría de abismales
alcances. Su lenguaje es formado por una charla insustancial, sobre asuntos
triviales, en tertulias y paseos. En estos momentos se muestra renuente a
tratar asuntos de importancia política, los cuales sólo aborda cuando él cree
oportuno hacerlo. Sorprenden en su lenguaje las interjecciones muchas veces
extrañas, pero que envuelven averiguaciones y le aclaran sospechas y dudas.
Su lenguaje demuestra a un hombre impasible, sereno y sobrio, tanto, que un
actor consumado no pudiera representar mejor el drama del momento. Incluso,
en sus ratos de expansión y cordialidad, de charla intrascendente, revela su
afecto o jovialidad, pero manteniendo siempre las distancias. Nunca levanta
la voz, así como tampoco acostumbra hacerlo con sus subalternos. Su
reacciones se conocen en la expresión de su cara y en el gesto que hace con
la cabeza echándola para atrás y erigiendo el busto: “Ummjú.. Anjáa”, va
repitiendo siempre. Su lenguaje hablado hace uso de muy pocos verbos. Sus
oraciones son cortas, y luego pasan a ser un estribillo cuyo remate es: “Sí
señor, sí señor. ¿Cómo le parece?”. Tal es su lenguaje montañés, traducido a
la gramática y semántica vigente por los operadores del régimen. Usa
silogismos sentenciosos pero rudimentarios. Por ejemplo: - ¡El amigo Román
Delgado Chalbaud......que allá en La Rotunda está mejor que afuera, porque
allá no le pasa nada; y si lo suelto, ¡al salir se me alza!
En
el lenguaje escrito son significativas su disgrafía y su disortografía. Apoya
los pronombres en las preposiciones y escasean los signos de puntuación a no
ser el tajante punto y aparte. Nunca se ve en sus escritos un signo de interrogación
o de admiración. En su lenguaje tanto verbal como escrito repite y repite un
silogismo obsesivo: -Yo no quiero la Presidencia de la República, pero quiero
que me nombren Comandante en Jefe del Ejército.
También
usa en las dos formas del lenguaje muchos modismos andinos.
DELIRIOS
Y MALAS INERPRETACIONES
Sin
entrar en el campo de las psicosis sufre de una desmesurada megalomanía, de
un delirio de grandeza. Si la divina Providencia existe, es para haber hecho
de él un predestinado. Por ello ningún título le satisface tanto como el de
Benemérito, puesto que ha sido escogido por Dios para hacer el bien. Por eso
los que no están con él son malos, muy malos, y se hacen acreedores a los más
infamantes y crueles castigos. Casi llega sentirse inmortal. En los papeles
que se le encuentran en Las Delicias ha escrito. “Viviré cien años”. Vive
como si no fuera a morir, y piensa que si muere será de presidente.
Su
desconfianza en lo que atañe a las riquezas es casi delirante. Experimenta la
espontánea desconfianza del labriego ante lo cosmopolita y lo foráneo, y por
ello tiene toda su fortuna en el país. No guardan siquiera un dólar en los
bancos extranjeros. No puede ocultar sus ideas paranoides, y tales ideas las
expresa desde la Conjura. El principal persecutor en su delirio es el general
Cipriano Castro. Por este delirio de persecución azotó, estranguló, y
desterró inmisericorde y cruelmente a muchos ciudadanos de Venezuela. Por
este delirio de persecución mantuvo, como feroz cancerbero, al general
Eustoquio Gómez en el Táchira, puesto que el Táchira era peligrosísima puerta
de entrada para los exilados al país, especialmente para don Cipriano. Por
este delirio de persecución formó el Concejo Federal de Gobierno, para
convertir a los perseguidores en súbditos controlados. Su firmeza de ideas es
casi delirante, casi, porque lo delirante es una irrealidad que no se cumple,
pero en el caso de Juan Vicente Gómez, como en el caso de Bolívar, los
delirios se convierten en la más estruendosa realidad. Ejemplo de ello son
sus sentencias tajantes: “En La Puerta, supe que sería presidente de la
República”, “Como que Dios existe tomaré a Ciudad Bolívar”.
Su
parangón con el Libertador es, igualmente, delirante. El 24 de Julio, fecha
de su nacimiento, y del nacimiento de Bolívar lo celebra con desbordamientos
patrióticos delirantes. La historia y el destino se encargaron de sellar,
halagadoramente, este delirio de grandeza, proporcionándole la muerte el
mismo día de la muerte del Libertador Simón Bolívar.
PERCEPCIÓN
Usaba
una estrategia de percepción mediante su inteligencia. El sabía estudiar y
aprendía a conocer todos los hombres, pero no se dejaba estudiar ni se daba a
conocer por nadie. Del General Cipriano Castro para abajo nadie conoció a
Gómez; y el trágico error de sus enemigos consistió en empeñarse éstos en
suponer que lo tenían en sus manos y que lo podían manejar a su antojo porque
lo consideraban rústico, simple y de poca monta. No se detuvieron a pensar que,
bajo su camisa de Sancho, se ha dicho, se ocultaba la cota de hierro de los
implacables y feroces conquistadores españoles.
El
General Gómez tiene un sexto sentido para captar a los hombres, enfocar el
alcance de los acontecimientos y escoger la oportunidad en que debe
intervenir determinadamente. Es una especie de percepción extra sensorial que
le permite captar los más recónditos pensamientos de sus interlocutores,
analizar sus facetas positivas y negativas y formarse un juicio rápido y
certero sobre ellos. Detecta la argucia y el engaño al instante y siente la
falsedad o veracidad de los sentimientos. Es tan grande el dominio que tiene
sobre sí mismo y sobre los demás que se convierte en captador de hombres y
voluntades y en amo absoluto de las circunstancias
FENÓMENOSOBSESIVOSCOMPULSIVOS
La
obsesión es una idea persistente. La compulsión es el impulso indetenible a
ejecutar un acto. Dos ideas obsesivas hay que señalar en la historia
psiquiátrica del General. Una es la obsesión por el poder y otra es la
obsesión por la riqueza. Su ambición de mando es incontrolable, y todo aquel
que ose interponerse en su camino va derecho con cadenas y grillos, a la
prisión o a la miseria, al hambre, al destierro, o a la muerte. La otra idea
obsesiva es la de la riqueza material. A lo largo de su vida todo lo va
programando, compulsivamente, para hacerse a una fortuna fabulosa, y para
llegar a ser, prácticamente, el dueño de Venezuela. Todo lo que le gusta pasa
a ser su patrimonio, y, por encima de todas las cosas, le gustan las
haciendas, los pastos, los ganados y las concesiones petroleras. Era ya rico
antes de la aventura política, pero luego usó la autoridad para centuplicar a
lo increíble sus haberes. La sola Hacienda El Trompillo cerca de Valencia,
fue comprada por 35 millones de bolívares. A su muerte se sostuvo que era el
hombre más rico de Sudamérica y llegó a calcularse su fortuna en 200 millones
de dólares. Las regalías petroleras le produjeron 17 millones. Su liquidez en
el Banco de Venezuela era de 8 millones de bolívares. Gómez tenía 30 hatos en
los cuales pastaban para 1930 300.000 reses. Total, 30 millones. En Aragua
poseía 9 haciendas. Las empresas agro industriales le valían 50 millones. Era
el dueño del 13.1 % de todas las riquezas acumuladas en Venezuela.
RASGOS PSICOPATICOS
Hay
varios rasgos psicopáticos en la personalidad del general. Si por rasgos
psicopáticos se define el hacer el daño, el causar dolor a las personas y a
la sociedad; el repetir estas acciones hasta acumular un curricular vitae
recargado, el no enmendarse a pesar de las advertencias y el no experimentar
remordimiento por el daño causado, hay que admitir que una parte de la
personalidad de Juan Vicente Gómez era, indudablemente, psicopática. ¿Cuántos
dolores, cuántas miserias, cuántas desgracias, cuántos asesinatos se
cometieron en su nombre, por su culpa y por sus órdenes tan sólo los muros
gruesos, impenetrables, mugrientos y nauseabundos de la Rotunda, el Castillo
Libertador, el Castillo San Carlos, la Cárcel de las Tres Torres y la Cárcel
de San Cristóbal, entre muchos otros sitios de infamia y de dolor, ¿saben la
verdad sobre todo esto y miles y miles de cosas? En La Rotunda de Caracas
tenía al más criminal y lombrosiano de los hombres, a Nereo Pacheco. En San
Cristóbal mantenía a Eustoquio. Esos hombres cometieron muchos crímenes,
pero... en última instancia... ¿Quién era el responsable? ¿Quién tenía que
responder por las torturas, por los vergazos, por los azotes, por el hambre,
por el frío de estos antros? ¿Quién podía responder por las muertes que se
sucedían por centenares y que quedaban en el anonimato de estas terroríficas
ergástulas? ¿Quién respondía por los grillos, por las cadenas, por las
esposas, por las ataduras? ¿Quién respondía por los cuerpos hinchados,
adoloridos, podridos, llenos de gusanos, cuyos pedazos se desprendían, caían
al suelo en las prisiones y eran pasto de los perros hambrientos? ¿Y quién
respondía por los atropellos, por los raptos, por las seducciones, por las
violaciones y bacanales como las protagonizadas por Simón Gómez? ¿No se
requiere tener algunos rasgos psicopáticos para ser el autor de estas cosas,
para ordenarlas, mantenerlas por años indefinidos y, lo que es peor,
permanecer olímpica y fríamente impasible ante ellas? Y todo lo hacía el
general sólo ante la idea terrible de que le quitaran el poder y las
riquezas, o ante la idea paranoide de que sus enemigos se le alzaran o que
los exilados regresaran, especialmente el general Cipriano Castro. ¿Era esto
una justificación? ¿Se podía justificar, sin la intervención de un trastorno
psicopático, este proceder de crueldades que se prolongó, irremediablemente,
durante los veintiséis años más espantosos que registra la historia reciente
de Venezuela?
MEMORIA
Poseía
excelente memoria, no para retener lecturas y versos, pero sí para mantener
en ella todos los acontecimientos que iban teniendo lugar durante el proceso
de su mandato. La Mulera, el destierro, la Restauración, la conjura y los
restantes sucesos de su vida le eran tan frescos que nunca se le vio titubear
en una reunión social o política ante el recuerdo de un personaje o un hecho.
Cuando el general Juan Antonio González hizo preso al general Juan Pablo
Peñaloza, se paró de su asiento y dijo:
ORIENTACIÓN
Está
orientado en tiempo, lugar y persona a perfección. Tanto, que sabe dónde debe
estar y dónde no es conveniente permanecer; con cuáles personas debe
aparentar atenciones en determinados momentos y con cuáles no.
INFORMACIÓN GENERAL
Por
sus esbirros, espías, Presidentes de Estado y jefes de las prisiones tiene
perfecta cuenta de lo que ocurre en el país. Está al día de todo
conocimiento. El sistema telegráfico funciona día y noche a tiempo completo.
Una vez producidas, es el poseedor de todas las noticias. Los embajadores,
Cónsules y espías del extranjero le tienen, igualmente, informado sobre las
intenciones de los exilados. Por la prensa que se hace leer, y por los
noticiarios, a los que es muy adicto en las reuniones de cinema, obtiene una
información del mundo exterior, especialmente de la Guerra Mundial, drama
trágico de la humanidad en el que no quiere ver a Venezuela como integrante.
INTELIGENCIA
No
fue sometido a ninguna prueba psicométrica, pero de haberse realizado,
hubiera arrojado un puntaje muy alto en la escala de la inteligencia, si no
en los ítems que miden la capacidad verbal, sí en los ítems que miden la
capacidad para enfrentarse a las demandas simbólicas, el nivel general de
información, la memoria reciente, el raciocinio y la capacidad de realizar
ciertas tareas psicomotoras y perceptivas, así como en todo lo relacionado
con la ejecución. En sí, la inteligencia de Juan Vicente Gómez está
catalogada como una inteligencia superior.
INSIGHT
Y JUICIO
No
está perturbado o confundido sobre sí mismo. Siempre sabe a cabalidad lo que
le ocurre, lo que se mueve en las interioridades de su personalidad y lo que
está maquinando su pensamiento para averiguar las situaciones, sacar la mejor
partida y mantenerse eternamente en el poder. La capacidad para juzgarse a sí
mismo está intacta. El sabe lo que él es.
FORMULACION
DIAGNOSTICA
Difícil
tarea para el psiquiatra es la ubicación diagnóstica de Juan Vicente Gómez.
Se trata de una personalidad con muchos rasgos anormales. El intento
diagnóstico, sea siguiendo el criterio de la Organización Mundial de la
Salud, sea a la luz calificadora de la Asociación Psiquiátrica
Norteamericana, no es nada fácil. Lo que parece más seguro y cauteloso es
hacer el diagnóstico por descarte. En este sentido, hay que afirmar,
definitivamente, la ausencia de psicosis. Hablando en términos que puede
entender todo el mundo, el general Juan Vicente Gómez, de acuerdo a los
postulados de la Psiquiatría, no estaba loco. Al revisar sus características
clínicas de comportamiento, también queda asentada, en forma categórica, la
ausencia de neurosis. El general no fue, básicamente, un neurótico. Queda
pues, entre los grandes capítulos de la psiquiatría que lo pueden envolver,
el capítulo de los desórdenes de la personalidad y, dentro de este capítulo,
las áreas de las personalidades anormales y el área de los trastornos
psicopáticos. ¿En cuál de estas últimas áreas puede incluirse al general Juan
Vicente Gómez? Al apelar a estos enfoques, la psiquiatría no puede trazar una
línea exacta y nítida entre un trastorno y otro. Con esto, se quiere decir
que los dos trastornos se sobreponen en la inmensa mayoría de los casos. Esto
significa que muchas personalidades anormales muestran trastornos
psicopáticos sobrepuestos, y que muchos psicópatas muestran, igualmente
sobrepuestos, trastornos correspondientes a las personalidades anormales. De
esta sobre posición habla muy claro el famoso médico criminólogo inglés
Michael Craft en su libro “PsichopathicDisorders”. Michael Craft, incluso,
dibuja un triángulo con todos los espectros correspondientes a los trastornos
psíquicos, y contamina el espectro de un área con los trastornos francos de
otra banda del psiquismo. Traducidas estas consideraciones a favor del
general Juan Vicente Gómez, puede decirse que él tenía una personalidad mixta,
en la que cabían rasgos de personalidad anormal y rasgos psicopáticos. Entre
los rasgos de personalidad anormal había rasgos de personalidad maníaca y
signos de personalidad obsesiva. En el área psicopática que se sobreponía a
esa personalidad anormal, se señala los rasgos de crueldad, intención abierta
de hacer el mal, ausencia de consideración y afecto hacia las demás personas
y falta de remordimiento ante el daño ocasionado. El general Juan Vicente
Gómez presentaba, por tanto, una personalidad anormal mixta, y más allá de
ese diagnóstico tan generalizado no puede avanzar la psiquiatría. Las
personalidades neuróticas sufren ellas mismas y hacen sufrir a los demás.
Pero ese no era el caso del general. El general Gómez, fundamentalmente, hizo
sufrir a los demás, fue un azote para el país, y fue un azote para la
historia. Por ello su personalidad no se ubica en el campo de las psicosis,
ni en el campo de las neurosis, sino en el campo de las personalidades
anormales y en el campo de los trastornos psicopáticos.
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Vicente Gómez, Camino del Poder. -Luis Cordero Velásquez
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y las Fuerzas Vivas. -Luis Cordero Velásquez
36).-Un
Hombre...Un País. - Aldemar Lovera. 1984
37).-Mi
compadre. Fernando González. 1980
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