HISTORIA MÈDICO PSIQUIATRICA DEL GENERAL JUAN V. GÒMEZ



             GENERAL JUAN  VICENTE GÒMEZ






Autor:Dr. Josè Joaquin .
Villamizar Molina
Médico Psiquiatra

Cronista Emèrito de San Cristòbal Estado Tàchira.










HISTORIA CLÌNICA PSIQUIÁTRICA DEL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ A LOS 85 AÑOS DE SU MUERTE.
INTRODUCCIÓN

Quizá algunas personas, al leer el título de este ensayo, piensen que el autor está diciendo que el Benemérito fue un loco. Nada de eso. Todo ser humano, por normal o anormal, por diablo o santo, presenta ante el médico una Historia Psiquiátrica que debe recogerse. La normalidad absoluta no existe.
Toda criatura humana, en mayor o en menor grado, desvía su personalidad en una u en otra forma. Los hombres que han hecho la Historia Universal como Ramsés II, Alejandro, César, Napoleón, Bolívar o Hitler - para sólo mencionar algunos Jefes de Estado -han sido personalidades excéntricas a todas luces y, en su mayoría, personalidades abiertamente anormales. Juan Vicente Gómez no se escapa de esta regla. Como personaje resaltante de la Historia de Venezuela, ofrece al Psiquíatra las más obvias fascinantes consideraciones médico psicológicas - algunas increíblemente contradictorias - para el estudio de su personalidad.

INFORMANTES
Ofrecen datos sobre la psicología normal o anormal del Benemérito, en primer lugar, muchos sujetos de hoy que le conocieron personalmente. Para sólo citar dos tachirenses, se mencionará al coronel José Teófilo Velasco y al mayor Santiago Ochoa Briceño. Para el biógrafo y para el Psiquiatra, revisten importancia fundamental algunos documentos, aunque miles y miles de los papeles que a él aluden fueron destruidos intencionalmente, citándose en la primacía de ellos los contenidos en el Archivo Histórico de Miraflores que acertadamente ha rescatado el doctor Ramón J. Velásquez. Información básica es, igualmente, la copiosísima bibliografía, la cual aumenta en proporción geométrica en la medida que se hacen más distantes los tiempos y las pasiones que pesaron sobre la personalidad del magistrado. De imprescindible necesidad para la información son los libros de Eleazar López Contreras, José Rafael Pocaterra, Thomas Rourke, Ramón David León, Alberto Ramírez, Francisco Herrera Luque, Ramón J. Velásquez, J. Pareja y Paz Soldán, Domingo Alberto Rangel y Carlos Siso, entre muchísimos más.
MOTIVO DE CONSULTA
Está Implícito en todo momento en la historia contemporánea de Venezuela y, especialmente en este 50º Aniversario de la muerte del Benemérito, cuando el interés del público, de los humanistas, de los escritores y de los historiadores y políticos afianzan la interrogante sobre la normalidad o anormalidad de Juan Vicente Gómez.

HISTORIA FAMILIAR
Desciende de una raza aventurera y heroica, extravagante y cruel, perversa y mística, donde la unión concubinaria fue algunas veces norma establecida. Para unos biógrafos parcializados su apellido es ilustre, de estirpe de conquistadores, fundadores de ciudades, de próceres y seres con olor a santidad. Estos áulicos le remontan a Don Gómez, en la época de la Reconquista, que significa “Señor de vasallos”, y le asignan el escudo de Armas de los Gómez de Orozco, oriundos de Fuente Ovejuna. Las fundaciones de las ciudades de Bogotá, Tunja, Pamplona, San Cristóbal y Ocaña están emparentadas con el capitán Pedro Gómez de Orozco, su antepasado, “soldado extravagante de Pamplona” para usar la expresión acreditada y seria del padre Fray Pedro de Aguado. Estos biógrafos adulantes citan eslabón por eslabón toda su prosapia, con parcialidad intencional, para ocultar las uniones concubinarias y los nacimientos ilegítimos hablan de “enlaces” sin estampar las partidas de matrimonio Su padre Pedro Cornelio Gómez procede de José del Rosario García Bustamante que se unió concubinariamente con María Dolores Gómez. Su tío abuelo, ilegítimo, desde luego, fue el general Custodio García Rovira, presidente de la Nueva Granada, prócer y mártir de la Independencia colombiana. Su padre Pedro Cornelio Gómez pertenecía pues, por nacimiento ilegítimo, a la linajuda familia García Gómez Bustamante de Bucaramanga, de donde provenía Ana Dolores Gómez Nieto, nacida en San Antonio del Táchira el 21 de junio de 1815. Esta mujer vivió amancebada con varios hombres, uno de ellos José Rosario García Bustamante, de quien tuvo a Pedro Cornelio, padre del Benemérito; a Silverio y a Fernando, el último de ellos progenitor del cruel y sanguinario Eustoquio Gómez.
PADRE
Pedro Cornelio Gómez. Auténtico “Páter familia rural” de los campos tachirenses. Honesto y trabajador. Rústico y rico, y hasta con alguna influencia políticas en el Cabildo de San Antonio del Táchira. Murió relativamente joven, y lo dejó encargado de su extenso feudo campesino y de la responsabilidad de la familia.
MADRE
Hermenegilda Chacón Alarcón. Mujer digna, honesta y fiel. Gómez conservó por ella siempre el afecto del hijo cordillerano y respetuosos. Era hija de Diego Chacón y María Josefa Alarcón Alvarado, los dos pertenecientes a antiguas familias tachirenses rurales y acomodadas. Juan Vicente conservó siempre gran estimación y respeto por su mamá. Cuando en La Mulera le robaron a ella la máquina de coser, Gómez dijo que si algún día pudiese acabaría con todos los ladrones de Venezuela. Convertida en la primera matrona de la República, Gómez esquivó quedarse sólo con ella en los últimos momentos de su agonía, pues no dejaba de comprender que, al quedarse los dos solos, ella le pediría, como último de sus deseos, la libertad de todos los presos políticos, entre ellos los presos de La Rotunda, del Castillo Libertador de Puerto Cabello y del Castillo San Carlos del Zulia, cosa que él jamás, podría conceder. Resaltan el orgullo y distinción que conservaba el dictador para todo lo que llevase el apellido Gómez, como Eustoquio, Santos Matute, Simón, Evaristo, Aparicio y Fernando. En cambio, llama la atención el desprecio que tenía el tirano por todo lo que llevase su apellido materno, pues ningún Chacón pudo surgir durante su largo mandato de 27 años. El epílogo de ese desprecio fueron los trescientos azotes que le propinó Eustoquio a su pariente, el policía Medardo Chacón, en la Cárcel de San Cristóbal por el delito de haberle embarazado a su hermana Emilia, ya entrada en años y cuarentona.

HERMANOS
Apolonia, Pedro María y Mauro. Que fallecieron en la infancia. Los hermanos sobrevivientes fueron:
1).- Indalecia. Tuvo que pulirse para codearse con la alta sociedad de Caracas, pues era primera dama por obligación. Gozó de su afecto. Casó con el general José Antonio Martínez Méndez.
2).- Juan Crisóstomo. -Francachón, alegre, petulante, extrovertido, tentado por el demonio de la homosexualidad. Murió el 30 de junio de 1923 horriblemente asesinado en el palacio de Miraflores. Unos dicen que por crimen pasional homosexual. Otros dicen que por intrigas familiares de Dionisia Bello y Santos Matute Gómez. Este último, hermano medio del dictador pretendía desposar a una sobina de doña Dionisia. Al parecer, Juancho, el asesinado había sostenido ciertas relaciones con la citada muchacha. Advertido Santos Matute del himen roto, rehusó, aborreció el himeneo a todas luces incestuoso, ocasionando la ira de Dionisia. Sea como fuere, el crimen costó el destierro a Dionisia Bello.
3).- Elvira. - Casada con el general Antonio José Cárdenas.
4).- Regina. - Solterona. Murió señorita a los 98 años. Gozó de gran afecto y acato del Benemérito. Mujer culta y prudente, supo defender difíciles situaciones e interceder por los caídos en desgracia.
5).- Ana. -También murió soltera en los Teques el 28 de enero de 1918
6).- Pedro César. -Murió soltero en Maracay el 8 de noviembre de 1918 en la epidemia de la gripe española.
7).-Emilia. - Casada con el general Francisco Antonio Colmenares Pacheco y fallecida en Trinidad.
8). Aníbal. -coronel de la Restauración, campaña en la cual alcanzó la muerte.
12).- Santos Matute Gómez, hijo bastardo de Pedro Cornelio y Anastasia Matute.
PRIMOS
Eustoquio. - Personalidad francamente psicopática. No se puede saber a cuántas personas asesinó, fue cruel, sanguinario, inflexible, desanimado. Gobernó al Táchira como un tirano. Desterró a 25.000 tachirenses, pero fue valiente como nadie, audaz, atrevido y con un olímpico desprecio por su propia vida y por la de los demás. A la hora de la caída y del infortunio, fue el único que supo mantener en alto el honor de la familia, honor que selló con su sangre y con su muerte el 21 de diciembre de 1935 en la Gobernación de Caracas.
Evaristo. - De mirada y procederes siniestros. Proclive a cualquier maldad. Salvó la vida milagrosamente en el asalto a su casa en el Barrio San Carlos de San Cristóbal en la revolución estallada el 30 de septiembre de 1920.
Simón. - Personalidad lombrosiana. Asesino. Autor del crimen de los ahorcados de Pirineos. Adulante, matón y cobarde. Festivo y bailarín. Hombres de casas de lenocinio y organizador de fiestas con músicos en calzoncillos. Tan cruel como libertino. Fue un sátiro. Raptaba, basado en el poder, tanto a las damas de la sociedad como a sirvientas del mercado cubierto. Tenía un harén en su casa cerca del Parque Sucre. Después de almuerzo, en el sabanal del patio, en pleno nudismo, se hacía corretear por las mujeres para terminar en las más orgiásticas escenas de cualquier naturaleza. Al albañil Escipión Vargas, sin quererlo, según relató a este Cronista el profesor Marco Antonio Rivera Useche, le tocó. mientras arreglaba la cumbrera en su casa, presenciar una de estas escenas. Ser testigo de tales actos le valió a Escipión ser enviado con grillos al Castillo San Carlos del Zulia. Vanidoso, petulante, pedigüeño, guardaespaldas del Benemérito. Terminó de Administrador de un burdel de Caracas donde una hija suya ejercía el oficio de prostituta, según me relató el mayor Santiago Ochoa Briceño.
Fernando. -De modales caballeroso, pero sujeto recargado de afectación, petulancia y voz de mando. Como todos los Gómez exigía el saludo adulador a su paso. Echaba de tres a cuatro frascos de colonia antes de meterse en la bañera. Muy exigente en el arreglo de la barbería. Si no le simpatizaba el barbero, de un templonazo se deshacía del lienzo y mandaba al barbero a la cárcel. Murió pobre de solemnidad. Leonardo Ruiz Pineda cuenta en su libro “Ventanas al Mundo” los castigos que, por no saludarlo, le propinó a Mariano Villamizar en la quebrada Capacha de Rubio. Mariano era tío paterno de este Cronista.
ATMÓSFERA HOGAREÑA
Fue rústica, tranquila, de solaz y sin necesidades. Recibió apoyo de sus padres quienes le infundieron unión familiar, trabajo, respeto en los negocios y acato por los compadrazgos. La vida infantil y adolescente transcurrió entre la escena íntima hogareña y el alboroto de la peonada y campesinos de La Mulera. Su hogar no fue desdichado porque el padre y la madre se quisieron y la riqueza y abundancia de bienes materiales le mantuvieron alejado de angustias y miserias. Esos factores explican la gran seguridad personal, el nivel formidable de su autoestima y el concepto y sentimiento positivos de sí mismo que le caracterizó.
CONDICIONES DE NACIMIENTO
Nació en la hacienda La Mulera de San Antonio del Táchira, el 24 de Julio de 1857. Se desconocen los factores perinatales, pero se presume que tuvieron que ser muy normales, pues jamás dejó sospechar signos de organicidad cerebral. Se presume, igualmente, que fue lactado abundantemente al seno de la madre, pues es la tradición tachirense que la parturienta se acueste por cuarenta días después del parto; que cada día se coma una gallina bien gorda y beba abundante chocolate de las robustas bolas de cacao que se han tenido listas, así como se han tenido listos los gruesos garrafones del calentao, bebida compuesta de miche cachicamo, ramas aromáticas y panela, la cual se llama “los miaítos del niño”. La abundancia de carne, leche, quesos, huevos y verduras de La Mulera, permitió una excelente e incomparable alimentación de la madre durante el embarazo y la lactancia y aseguró un verdadero torrencial lácteo en el seno de la recién parida lactante.

SINTOMAS NEUROTICOS INFANTILES
No fue un niño neurótico. No se han descrito en él rasgos o trastornos de conducta como los presentó su primo Eustoquio Gómez, dejadez o pereza. Al contrario, como hijo mayor se fue modelando en la personalidad directriz que le correspondió asumir.
ESCOLARIDAD Y FORMACIÓN CULTURAL
Muy escasa. Para su época el Táchira estaba sumido en gran pobreza y el estudio era privilegio de una casta muy restringida de las ciudades, las cuales eran, a su vez, de muy escasos recursos. En San Antonio sólo podían existir a duras penas Escuelas de Primeras Letras. Las gentes de los campos, así fuesen acomodadas, tenían grandes inconvenientes para el estudio y para enviar los niños a la Escuela, No obstante, de niño emprende estudios de instrucción primaria en la Escuela que regenta el señor Ramón Navarro y luego en la Escuela de un maestro Villegas o Padilla. Sus condiscípulos en la Escuela Primaria son Juan Alberto Ramírez, al parecer su hermano natural; Régulo Bustamante, Cesáreo Serrano, Marcos Antonio Galavís y Manuel Galavís. En la Hacienda La Mulera existe una Maestra, pero esta preceptora se ocupa más de la educación de las hermanas. Se llama Braulia Santander. En síntesis, su escolaridad es precaria, pero no es analfabeto como sus encarnizados detractores le consideran. Puede tener una educación correspondiente al tercer grado de educación primaria elemental, que él no cultiva con el estudio propio, pero que se acrecienta obligatoriamente ante la relación forzada con personas cultas.
HISTORIA LABORAL
Es hacendado, caudillo militar, político y magistrado. Ser dueño de hacienda es el deleite mayor de su vida. Tener una hacienda, tener el sentido de la posesión, hacerla incrementar y ahorrar los usufructos le proporciona un gozo infinito. Por eso traslada, en cierta forma, la capital de Venezuela de Caracas a la aldea de Maracay, la que forzosamente se transforma en ciudad, y, en la misma Maracay, se hace construir el Jardín de las Delicias, su propia residencia, que no es más que una réplica de su hacienda La Mulera de San Antonio del Táchira. Desde el punto de vista administrativo, llegó a creer que toda Venezuela era suya. Se apropió de las mejores haciendas, tierras, sabanas y ganados del país. Administró a Venezuela como si el país fuese, exclusivamente, una sola hacienda suya.
Como caudillo militar descolló con ribetes sobresalientes. Llevaba la chispa inflamante del mando en lo más íntimo y hondo de su personalidad. Al despertar, aún cuando tardíamente, de su vida rural, se dio cuenta que había nacido para mandar. Al morir su padre gobernó, con indiscutible autoridad el clan numeroso y a veces alborotado de La Mulera, teniendo que imponer orden cuando fuera necesario, incluso al mismo Eustoquio, tan voluntarioso, rebelde, y tan descarado ante la vida y ante la muerte. Indiscutiblemente que la personalidad del General Gómez hubiera descollado en cualquier campo donde le hubiera tocado vivir mandando, así jamás hubiese conocido al general Cipriano Castro. No había nacido para la anonimia. En cualquier sendero de la vida hubiera alcanzado un éxito resonante. En una tribu indígena hubiera sido el Mohán, el Faraute o el Piache. Si hubiera nacido en el siglo XVI, hubiera sido un gran conquistador, un opulento encomendero o un capitán poblador. Si hubiera nacido treinta años antes, y no en los Andes sino en los llanos, hubiera sido un gran caudillo o un acérrimo y sobresaliente enemigo de la Guerra Federal. Pero como no ocurrió eso, fue la estrella del general Cipriano Castro la que lo guió, como llevado de la mano, a la más alta cumbre del poder. En Valera, Castro, suponiendo que pudiera morir en la Guerra Restauradora, no vaciló en nombrarlo su legítimo heredero o sucesor. Como caudillo fue herido, pero jamás fue derrotado. Su astro fulgurante sobresalió luminosamente en treinta y dos combates. La seguridad y el valor fueron estandartes. Siempre estaba seguro que iba a ganar la pelea. Al comenzar la Batalla de la Puerta, en 1901, contra los facciosos del general Fernández, telegrafió a Castro: “Desde luego, le prometo el triunfo”. Ser el vencedor de la Puerta, el lugar donde había sido derrotado Bolívar, lo llenó de vanidad militar. Por eso al triunfar en la Puerta se le metió en la cabeza la idea y la convicción indeclinable que llegaría a ser presidente de la República.
Al caudillismo militar supo unir su sagacidad política. Como Caudillo pacificó a Venezuela. Fue el último caudillo. Porque acabó con el bochinche, los jefes alzados y todo tipo de asonadas. En Ciudad Bolívar, el 21 de Julio de 1903, le entregó a Castro un país completamente pacificado para su nueva etapa histórica. Perolo que había hecho, en realidad, no era pacificar el país para Cipriano Castro, sino pacificarlo para sí mismo, para poder mandar con lemas de descarado y oprobioso absolutismo durante toda su vida, sin que nadie osara poderle hacer tambalear de su silla presidencial. Ser hipócrita y embaucador; pretender trabajar y ser desprendido con los demás, cuando en realidad lo que está haciendo es trabajar zorruna y taimadamente, en forma pasiva y subterránea, para sí mismo, para su poder, para sumando, para su opresión, para su tiranía, para su absolutismo. Eso es uno de los rasgos más sobresalientes de la personalidad de Juan Vicente Gómez.
Como político es insuperable, pues sabe manejar la diplomacia, la hipocresía, la traición y la mentira con sagacidad de genio. Pocos personajes en la historia de Venezuela han sido tan sagaces, taimados y traidores como el Benemérito. Se hace el desprendido, el sufrido, el humillado y, casi hasta el esclavo servil, en la época en que resplandece el astro fulgurante de Cipriano Castro. Durante la Conjura apelaapesadumbradamente a maniobras psicológicas rayanas en el llanto y a las lamentaciones, pero, cuando está fuerte en 1908, da el zarpazo feroz y certero a quien ha sido su más íntimo amigo, su benefactor, su maestro, su compadre, su comandante, su general, su hermano, a quien nada menos le debía todo lo que era. Lo que hizo políticamente con Cipriano Castro lo repitió, en escala menor, con sus subalternos, a quienes fingía admiración, reputación, respetabilidad y atendibilidad, para luego hacerles descender hasta los calabozos, a la Rotunda de Caracas, al Castillo Libertador de Puerto Cabello o al Castillo San Carlos del Zulia, a la miseria y a la escoria. A su hipocresía y personalidad taimada y zorruna se debió la estruendosa caída del segundo Vicepresidente Intendente General del Ejército, así fuese su hijo Vicentico, y la caída de tanto ministro, de tanto secretario, de tanto Presidente de Estado, de tanto Ministro Plenipotenciario.
Castro lo había escogido por que había visto en Gómez lo que a él le faltaba, o sea, control de sí mismo, cautela, sentido administrativo, humildad. Pero lo que no logró tasar Castro, en toda su extensión, fue la habilidad política de Gómez, la habilidad que llevaría a su protegido a levantarse contra su protector omnipotente y destruirlo para siempre, con la finalidad de apoderarse él de esa omnipotencia. Por su habilidad y astucia política se mantuvo en el poder durante todo el resto de su larga vida, sin ningún obstáculo. Por su astucia política atropelló honores, destruyó y violó virtudes, pisoteó sentimientos familiares, repudió mujeres y desterró a su hijo. Nada, nada, ni en el mundo exterior, ni en las intimidades de su psicología, podía sobrepasar a su incontenible ambición de mando, y quien se oponía en su camino, tenía que deponer sus intentos, o morir.


Como magistrado, Gómez fue, primeramente, un usurpador, un dictador y un tirano. La República de Venezuela ha sido “Esclarecida”, por Páez; “Federada” por Falcón; “Regenerada” por Guzmán Blanco; “Legalizada” por Crespo; “Restaurada” por Castro y “Rehabilitada” por Gómez. El denominador común de todas las concepciones, procedimientos y ambiciones de la Rehabilitación Nacional fue la autocracia. Gómez fue un autócrata que gobernó a Venezuela con plena autoridad, apareciendo en la historia como el hombre que ha tenido más poder en la República. Fue su poder tan absolutista como el de José Gaspar Rodríguez Francia en Paraguay; o como el de Juan Manuel Rosas, el célebre dictador de la confederación Argentina. Gómez, como Dictador, se opone a todos sus amigos, a todos sus camaradas, a todos sus émulos, pero, sobre todo, a todos sus enemigos, a quienes no da tregua de ninguna clase. Sobrepuja en la personalidad benemérita el carácter de dominador de hombres y circunstancias. Una de las descripciones más fidedignas la expone Carlos Siso cuando escribe: “El general Gómez era un completo dictador, de temperamento autoritario; pero en un sentido muy original. Le gustaba ordenar todo según su voluntad; que sus subalternos le adivinaran si era posible, que sólo se hiciese lo que él mandara, pero sus órdenes eran dadas con una naturalidad, con una sencillez que pasmaba; nada de gritos al estilo de Guzmán Blanco; nada de violencias como las que usaba el general Castro. La imposición emanaba de un don extraordinario que fluía de su persona, provista de una facultad innata para mandar. Hacía sentir el imperio de su facultad dominadora sin alterarse, con sólo su presencia, con sólo un gesto. A sus subalternos les tocaba observar cuáles eran sus deseos y, en muchos casos, cuando daba órdenes de manera confusa, cuál era el verdadero sentido de su opinión. En su vida privada se revelaba en todos sus actos su educación campesina, la vida pobre del hombre que ha estado en contacto con la tierra y que todo tiene que pedírselo a ella. Por eso era conservador, enemigo de las innovaciones y de los cambios bruscos. Si se le consultaba un proyecto de Ley o una Reforma, a cada momento interrogaba: “¿Qué objeto tiene eso?” Y si era algo cuya utilidad y resultado él no pudiera ver claro: “No, no, no, dejemos eso así; esperemos que sea necesario hacerlo”. Más firme era todavía su mentalidad conservadora en el orden económico. En la construcción de un edificio debía aprovecharse algo de lo que se iba a destruir, aunque fuera un metro de pared o materiales de escaso valor. El general no aceptaba las reformas impuestas por la necesidad, salvo cuando se trataba de progresos materiales en lo que era largo su aliento. En lo político tenía como norma hacer si no lo que le convenía a sus intereses, lo que le produjera un resultado efectivo. Nada de experimentos, de fantasías, de tanteos o de complicaciones. Nada que fuera aleatorio cuyos resultados inmediatos o remotos no pudiera él prever de antemano”
Gómez sacrificó toda su pasión desmesurada en mandar, lo que le recuerda al distante, misántropo huraño Felipe II. No existió hombre, ni ministro, ni amigo, ni mujer que tuviera ascendente efectivo sobre el camino por él trazado. Su menor deseo era una orden implacable e indiscutible. “Me parece” equivalía a “Yo ordeno y eso se cumple”. Asombra pensar como un hombre rural culmina en el dominio personal más tremendo y prolongado que conoce la historia del país. Porque frente a este hombre no hubo en Venezuela, absolutamente nunca, ninguna fuerza de control. Su personalidad de magistrado subyugó, atropelló y avasalló, incluso, a los países extranjeros, los que le otorgaron las más altas calificaciones, con reverente pleitesía. Tenía la Orden Piana, dada por el Sumo Pontífice, la Cruz de la Orden de San Mauricio y Lázaro, firmada por Mussolini y Vittorio Emanuele; fue Caballero de la Gran Cruz, con la firma de Alfonso XIII; Gran Cruz de la Legión de Honor: Gran Cruz del León Neerlandés, concedida por su majestad la reina Guillermina; Gran Cruz Extraordinaria de la orden de Boyacá. Hindenburg le obsequió su espada y Pershing su pistola. Obtuvo condecoraciones en Suecia, ¡Dinamarca, Ecuador, Brasil, Chile...! Era doctor Honoris Causa de una Universidad Homeopática de Colombia. En fin, treinta y cuatro títulos de honor fueron catalogados en un cuadro, con su retrato. José Antonio Páez, José Tadeo Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Cipriano Castro y Marcos Pérez Jiménez son pálidos retratos ante la autocracia, el poderío y el absolutismo de Juan Vicente Gómez. Algo así como lo expresó el Rey sol: “El Estado soy yo”.



HISTORIA PSICOSEXUAL Y MARITAL
Inició sus relaciones sexuales a temprana edad, como es propio de los jóvenes campesinos ricos del Táchira. No presentaba aspecto físico desagradable, y tuvo buena, muchísima buena suerte con las mujeres. Su lívido fue desbordante hasta el exceso. ¿Cuántas mujeres poseyó? Eso es tan imposible de calcular como los crímenes que se cometieron bajo su orden, su complacencia y responsabilidad. Su único incontenible apetito, era la satisfacción sexual que practica con la naturalidad y la fuerza de los animales, pues su instinto sexual de gran apetito y potencia, es, fundamentalmente, primitivo y carente de todo apego sentimental y de toda espiritualidad. Piensa, egoístamente, en la satisfacción de sí mismo, asignando un orden secundario a la complacencia de la pareja, a la que acopla como un animal. Desde la primera vez que tuvo relaciones sexuales en su adolescencia, le negó a la mujer el deseo de dormir con él toda la noche, pues pensaba que dormir con una mujer es someterse a ella, a su comando y dominio. Por ello, una vez obtenido el orgasmo, salta de la cama y abandona su cubil. Este miedo a ser sometido por una mujer los revela en el hecho que duerme en cuarto aparte y que nunca, ni siquiera en el más remoto pensamiento, pensó en casarse. Fue un misógamo empedernido. Ante la diplomática insinuación del Nuncio de Su Santidad en el sentido de lo conveniente que sería tomar por esposa a una de las señoras que estaban a su lado, respondió que, si el matrimonio era tan bueno, ¿por qué el papa no se había casado? Por ello exhibe una fuerte proclividad al concubinato público, como la mayoría de sus familiares, por un miedo cerval a las responsabilidades de la fidelidad y un apego a la inmadurez, a la incultura, a la desidia, y a la poligamia. Pero es reservado en el sexo, no siendo pedante y ostentoso en relación con su actividad viril. Su relación con el sexo femenino está desprovista de toda clase de romanticismo, de espiritualidad, de tono afectivo. Sencilla y llanamente va a la cama, se satisface, cumple su misión de fecundísimo semental y se retira del lecho. Las concubinas que tuvo son incontables y, a veces, en su traslado procesional de Maracay a Caracas, en el desfile protocolar, van los automóviles de sus queridas entre los ministros y los Generales. No obstante, su exagerada poligamia, tuvo algunas uniones concubinarias estables, una con Dionisia Bello, la que raptó en unas ferias provincianas de San Cristóbal y la que dejó a su marido por Gómez, y otra con Dolores Amelia Núñez de Cáceres, hija de un poeta, fundador de la Academia de la Lengua y de la Academia de la Historia, el que murió sumido por la pena moral ante la desgracia de la seducción de su hija. Otra unión concubinaria fue con Ana Josefa Pernía; otra con la Solórzano y otra con Carmen González. En medio de esta potente y activísima vida sexual, en los telones del subconsciente del Benemérito se movían las más terribles angustias del complejo de Edipo, con el horroroso temor al incesto, ancestral en la especie humana. Se hace esta aseveración, porque desde el punto de vista psicodinámico, así lo revela la costumbre de suspender las relaciones sexuales con su concubina, cuando la hija mayor de esta concubina contrae matrimonio. El mismo le contó a su hija Flor de María, que cuando él la casó con José María Cárdenas, inmediatamente suspendió las relaciones sexuales con Dionisia, la cual, desde luego, se enfureció. Del mismo modo cuando casó a su hija Rosa Amelia, inmediatamente suspendió las relaciones con la mamá de la novia, Dolores Amelia Núñez de Cáceres, la cual se enfureció aún más, por ser más joven que Dionisia. Pero su actividad viril no decae a pesar de los años. En 1931 y 1934 Juan Vicente Gómez sacia su apetito sexual hasta hartarse con dos mujeres, la Rojitas y la Carmen Rodríguez, así como con “la catalana”. Tanto es su exceso, que los médicos tienen que advertir moderación. El acepta a regañadientes, y proporciona a “La Catalana” un marido complaciente. Pero dentro de este marco de actividad sexual desbordada, de la misogamia y gamofobia, de satiriasis insaciable, su aversión al matrimonio era su denominador común. Cuando se rumoró el matrimonio con Dolores Amalia los Gómez Bello delegaron en Flor de María de Cárdenas el disgusto que esa unión les proporcionaría a ellos, los hijos de Dionisia. Entonces el general respondió:
-Miga... ¿Cómo van a creer ustedes eso? ¡Eso son rumores de los caraqueños! ¡Chismes de los caraqueños! Antes de eso yo tenía que casarme con Dionisia. Después divorciarme y después volverme a casar. Usted no me ve a mí presentando esos cuadros. No se preocupe que yo sigo solo.
HIJOS
Así como sus concubinas fueron incontables, nunca se logrará saber cuántos ni quienes fueron todos los hijos que en numerosísima cantidad llegó a procrear. Algunos de ellos, incluso, después de los sesenta años. Si se tratara de hacer un ordenamiento de los más conocidos, se llegaría a la siguiente clasificación:
En Dionisia engendró a Gonzalo, José Vicente, Flor de María, Alí Augusto, Servilia, Josefa y Graciela.
En Dolores Amelia Núñez de Cáceres engendró a Cayetano, Juan Vicente, Florencio, Rosa Amelia, Belén María, Roberto, Hermenegilda, Cristina, Berta Efigenia y Juan Crisóstomo.
En Ana Josefa Pernía engendró a Juan Vicente y Gladys.
En la Solórzano a Secundino, Juan Vicente y Ana. En Carmen González engendró a Pedro, Juan Vicente, Teodora y Consuelo. Las progenies más connotadas y más famosas son las dos primeras. Los hijos de Dionisia, los del clan andino, resaltaron más por su posición en la política y los altos cargos que desempeñaron. Los hijos de Dolores Amelia, los del clan caraqueño, se ocuparon más de la frivolidad, la vanidad y el compinche con los doctores, intelectuales y sujetos de la alta sociedad de Caracas. Las hijas del Benemérito casaron con hombres prominentes del centro de la República. Entre estos yernos figuran Roberto Santana Llamozas, marido de Belén y Ramón Ignacio Méndez Llamonas, éste a su vez, nieto del general José Antonio Páez y marido de Rosa Amelia.
A Gómez se le representa en muchas fotografías como el papá bueno y venerado, admirablemente prolífico, rodeado amorosamente de sus numerosos vástagos y nietos. Sin embargo, con algunos de estos hijos, hubo serios conflictos personales y psicológicos. José Vicente le traicionó con el azuzamiento de Santos Matute Gómez y Dionisia Bello. El proceso psicodinámico no es otra casa que el Complejo o conflicto de Edipo, en el cual el hijo quiere suplantar y matar a su padre. Por esa brecha psicoanalítica se abren las puertas de la alcoba de Juancho, Gobernador de Caracas y primer vicepresidente de la República en la madrugada del 29 de junio de 1923. el objeto, visto claramente, era sustituir el primer vicepresidente por el segundo, o, en otras palabras, transformar el sistema patriarcal en fraternal, y, en última instancia, llegar al imperio del sistema matriarcal, en el que Yocasta estaba representada por Dionisia. Pero el hijo fracasa. Pierde la segunda Vicepresidencia de la República y pierde la Intendencia General del Ejército; pierde todos los favores de su padre y es desterrado; muere en Suiza tuberculoso y diabético y su cadáver es recibido en Venezuela y enterrado por el Benemérito con la más pasmosa parsimonia y la más inconmovible frialdad.
El otro hijo que merece un capítulo especial en su biografía es Alí. Si el general era capaz de un idealismo, se puede decir que amó totalmente a su hijo Alí Augusto, joven indiscutiblemente de temperamento esquizotímico. Juan Vicente lo llegó a idealizar. La muerte del coronel Alí Gómez durante la epidemia de gripe española de 1918, le causó hondos dolores, como hondos dolores le causó el asesinato de su hermano Juancho, del cual él era el único en conocer la verdad de los hechos, verdad secreta que él se llevó a la tumba. Cuando murió Alí Gómez su padre escribió:
“El durmió muchas veces conmigo; quiero ir a dormir también a su lado. Por ello construyó para Alí el majestuoso y melancólico mausoleo de Maracay donde, efectivamente, duerme la eternidad al lado de su hijo bien amado.
ANTECEDENTES MEDICOS GENERALES
El general, en sus años de adultez, presenta una salud magnífica, la cual sólo es quebrantada por su bautismo de fuego en la campaña de Castro contra Andueza Palacio en 1892 y por la herida de Carúpano. Pero es pletórico, jamás luce enfermo en esta época, es enérgico y bien dispuesto. De niño, hasta la edad de doce años, padeció de asma bronquial, heredada por algunos hijos y nietos. Sufrió de jaquecas pertinaces, a las que supo sobreponerse sin medicamentos, acto verdaderamente firme de su personalidad. En septiembre de 1899, después de la toma de Valencia, sufrió de disentería. Pero siempre, como por ahora, su capacidad de recuperación es asombrosa. El 6 de mayo de 1902, durante la guerra de pacificación, recibió una bala en una pierna, la del lado izquierdo, única que recibió en toda su existencia, cerca de la ingle, con orificio de salida en la nalga correspondiente, durante la Batalla de Carúpano. El 13 de septiembre de 1921 se inicia un proceso gripal y la muerte comienza a pisarle los talones. Los enemigos que lo traicionan son los procesos mecánicos, metabólicos e infecciosos, con polidipsia, poliuria y múltiples retenciones de orina. El, sin embargo, campante y sonante, trata de imponerse a la adversidad de las enfermedades. Pero los secretos y ocultos mecanismos del metabolismo biológico se niegan a darle tregua. El azúcar y la ùrea ascienden considerablemente en el torrente circulatorio. En síntesis, el presidente estaba padeciendo de un adenoma prostático, con una infección ascendente, que instaló un cuadro renal de glomerulonefritis infecciosa, con descompensación diabética de extrema gravedad y fiebre muy alta. El cuadro final de su patología fue el del coma diabético.
PERSONALIDAD PREVIA
VIDA SOCIAL
Durante la adolescencia y juventud sus relaciones no iban más allá de la Mulera, San Antonio, Cúcuta, San Cristóbal y Rubio. Era medido y reservado, y jamás se dejó tentar por las extravagancias y aventuras compincharas de Eustoquio. Gozó de gran reputación como hombre correcto y de trabajo ante las Casas Alemanas de las ciudades mencionadas, así como ante los Semidey de San Cristóbal y los caficultores de Rubio. Una señorita Chacón Alvarado, hermana de doña Hermenegilda, casó con el señor Ezequiel Alarcón, cuyos descendientes fueron ricos caficultores y miembros de la alta sociedad de Rubio. Se hizo gran administrador de Cipriano Castro desde 1886 y afianzó su amistad al secundarle en la campaña contra Andueza Palacio en 1892. Tanta fue la amistad que dejó los intereses lugareños y acompañó siete años al jefe al destierro. Luego, por su amistad y compadrazgo con Castro, financió la Revolución Liberal Restauradora. Castro, fingía él, era su amigo y su compadre. Y Juan Vicente era el sol de Castro. Pero en los momentos estelares de Castro, siendo vicepresidente de la República, rehuyó halagos, prebendas, seducciones de los áulicos y de la alta sociedad de Caracas, y prefirió el silencio, la rusticidad, la humildad y, si se quiere, el aislamiento. Fue enemigo de las pompas, derroches, lujos y orgías, en este sentido era lo opuesto a Castro. Sin embargo, cuando no podía escabullirse, lucía su elegante frac, daba demostraciones de grandes modales y hasta abría bailes a los acordes de una polonesa, como le tocó hacerlo en el sarao del 31 de diciembre de 1903 en la Casa Amarilla, con la esposa del Excelentísimo Embajador dominicano. Sin embargo, las amistades del general, con contadas excepciones, fueron superficiales. Fueron, primordialmente, amistades de observación. Si se fingía amigo de una persona era para observarlo en su más insignificante gesto o palabra, analizarlo, hacerle la disección psicológica, con su profundo y certero sentido de estudio humano mientras, lerdo y ladino, se hacía pasar por el más inculto, por el más palurdo, por el más rústico, por el más analfabeto. Jamás confió en nadie. Desconfiaba hasta de su propia sombra. Pero, inteligentemente, ocultaba, como el que más, los ademanes de su desconfianza. Por los doctores siente gran desconfianza, y los trata amablemente, pero con zorruna hipocresía. Sin embargo, tanto a ellos, como a los escritores, humanistas, historiadores y poetas más ilustres, los utiliza en los congresos, en las secretarías generales, en los ministerios, en las presidencias de estado y, sobre todo, en las Embajadas y Consulados, en donde van a ejercer funciones de espionaje contra otros venezolanos. Este retraimiento, este hermetismo personal, en relación con ese núcleo social en que se desenvuelve, lo implanta como un patrón en Venezuela. Al país lo divide entre amigos y enemigos, siendo buenos los primeros y malos los segundos, y correspondiéndoles a éstos la cárcel, el destierro o la persecución y, por el contrario, la privanza, el auge social o el éxito económico para los primeros. Pero abrió un tercer cause social: “El de convertirse en un espectador sordo y mudo ante la tragedia nacional.”Asiló el intelecto liquidando todos los medios de información y expresión de la opinión pública, y, del mismo modo, aisló al país de todo contacto de las corrientes de cultura universal:” Cortó el conocimiento, estudio y discusión de los grandes temas sociales y políticos, dando ocasión así a la formación de una clase directora de mentalidad aldeana, pacata, asustadiza, incapacitada para comprender y resolver las necesidades de Venezuela en los nuevos tiempos.
Si en su ámbito inicial se fuera a señalar a sus amigos íntimos, a sus más allegados, éstos serían el taimado y zorruno indio Eloy Tarazona, Leopoldo Baptista, don Antonio Pimentel, el pintoresco e ilustre presbítero Carlos Borges, Rafael María Velasco, Pedro García, Vicencio Pérez Soto, José Gil Fortoul y su tío el doctor José Rosario García solamente entre unos cuantos que no son muchos. Eloy Tarazona, su perro faldero, indio puro boyacense, impenetrable, silencioso, ladino, fue como un ministro del Interior a tiempo completo para analizar los instintos de todo el mundo. Dormía en el suelo junto a su puerta, y probaba antes todo alimento destinado al general. El doctor José Rosario García “Zorro Reinoso”, era un hábil político que trató de envolverlo, embaucarlo, tejiendo siempre la intriga. Disfrutó de gran posición y aparente ascendencia ante el general, pero, como todo el que maquinaba en contra de él, cayó en desgracia. El hecho le mereció el siguiente concepto del Benemérito
-Me admiro que el doctor García, que ha leído tantos libros y se ha quemado las pestañas estudiando, no sea capaz de interpretar mis sentimientos.
El padre Carlos Borges disfrutó de su amistad. Gómez, que no creía en los curas, le sobrellevaba su vida, a lapsos apóstata y licenciosa y a lapsos mística y santificante. Lo escogió, como el más capaz, para el discurso de inauguración de la Casa Natal, pero cuando el gobierno del Perú solicitó que enviase al ilustre y elocuente sacerdote para el discurso de orden de la Batalla de Ayacucho, frustró al gran clérigo y poeta, pues dijo que allá se iba a servir mucha champaña, y que él, conociendo al padre Carlos Borges, no iba a permitir que Venezuela presentara una comedia de borrachera.
Un hombre de absoluta confianza del dictador fue don Antonio Pimentel. Era antiguo peón de Guacara y sujeto rico cuando los andinos llegaron al poder. En el momento en que Castro, intrigadamente aconsejado, exigió a los conspiradores de la conjura el pago inmediato de ganados e impuestos, Antonio Pimentel facilitó a Juan Vicente la suma de cuatrocientos mil bolívares sin recibo, sin intereses, sin condiciones y sin plazo. La gratitud de Gómez fue eterna. El doctor Leopoldo Baptista, trujillano, gozó de gran aprecio durante una larga temporada de la dictadura. Inteligente, alma y nervio de la traición de 1908 contra Castro, intrigante, ambicioso, trató de engañar a Gómez, pero se engañó a sí mismo y cayó. El doctor Francisco Baptista Galindo, hombre honesto, rectilíneo, noble y con magnánimo corazón, estuvo muy cerca de él y logró temperar muchas durezas y crueldades. Su muerte prematura, quizá por envenenamiento, privó a Venezuela del viraje de la tiranía hacia una mejor benevolencia. Por lo demás, compadres rurales, compadres andinos, mujeres y hombres desposeídos fueron sus amigos a quienes prodigó atención y generosidad. Una amistad muy importante para él, a pesar de las intrigas del doctor José Rosario García, fue la de Eleazar López Contreras, hábil, protagonista del refrán “Un tirito al gobierno y otro a la revolución”, prudente, instruido, con sentido de nobleza y renovación, y quien fue el delfín elegido para sucederle más allá de la muerte.
Su vida social transcurría en la visita a sus haciendas, en las reuniones con los áulicos en el Hotel Jardín de Maracay y en los paseos por los jardines de su casa de las Delicias.
ACTIVIDADES E INTERESES INTELECTUALES
Nunca se preocupó por ilustrarse, y siempre se burló de los patiquines y los discurseadores, Se sentía feliz al mostrarse rústico, campesino, como el primer agricultor y el primer criador de Venezuela. Aunque se hacía leer libros como “Doña Bárbara” y alguna tal o cual biografía suya tanto por sus secretarios como por otros áulicos en sus remansos de las Delicias. Los ordeños, las riñas de gallos y las corridas de toros valían para él más que las visitas a todas las bibliotecas y a todos los museos del mundo. De noche a veces asistía al cine y se hacía leer los títulos por Antonio Pimentel. Era muy aficionado a los noticiarios. No obstante, esta simplicidad, ni el más avisado psicólogo hubiera podido adivinar jamás en aquel hombre campesino las ocultas potencialidades psíquicas que un día le entregarían, de por vida, al dominio absoluto de Venezuela. Sintió gran desprecio por los letrados, a pesar de saber manejarlos y oírlos, y no obstante saber consultarlos, para luego de manera intuitiva y pragmática, desoírlos, rechazarlos, o decirles, con fría pero fulminante mirada, que estaban fuera de su esfera afectiva. La Universidad de Hamburgo le distinguió con el doctorado Honoris Causa, título que recibió con el mismo interés con que se recibe un costal lleno de repollos. Jamás pronunció un discurso. El 20 de diciembre de 1908, en los balcones de la Casa Amarilla sólo dijo: - El pueblo está tranquilo.
TEMPERAMENTO
Sin la menor intención de catalogarlo dentro del marco de la enfermedad afectiva, su temperamento se muestra con cierta proclividad ciclotímica. En uno de sus arrebatos de sano entusiasmo raptó a Dionisia Bello en una Feria de San Cristóbal. En muchas ocasiones su humor es chispeante y salpicado de hilaridad a su manera. Gusta captar a través de don Antonio Pimentel los chistes que la sátira caraqueña suele elaborar en su contra. Su fuerza y seguridad, en determinadas circunstancias, pudieron ribetearlo entre la personalidad maníaca, como en la Batalla de La Puerta: “Seré presidente de Venezuela”, o como ante el majestuoso Orinoco: “Como que dios existe tomaré a Ciudad Bolívar”. Pero a veces el dictador luce lento, taciturno y bradipsíquico. La muerte de Alí y el asesinato de Juancho le hacen experimentar ondas depresivas en el temperamento, lo mismo que la traición de su hijo Vicentico.
Al contrario de su compadre Cipriano Castro, que es extrovertido, emotivo y violento, Juan Vicente Gómez es introvertido, menos emocional y nada impulsivo. Por eso nunca deja conocer sus expresiones y sentimientos. Sólo se permite traslucir al público aquellas emociones que le convienen y es muy lento en sus resoluciones. Sorprende en su personalidad la calma con que espera el desarrollo de los sucesos, para no adelantarse y juzgarlos cuando los puede enfocar y apreciar en toda su magnitud. Sorprende la paciencia con que espera el momento oportuno para resolver una situación, o para caer sobre el adversario o sobre el amigo desleal en forma discreta, de manera que no se vean sus intenciones sino cuando la víctima esté en sus garras. Zamarro, taimado, zorruno, alevoso, se le ha comparado con el caimán, que parece una estatua inmóvil de piedra milenaria para un repentino engullir. Ello ocurre porque su carácter se ha formado a través de la lucha en que le envolvió la vida campesina, aislada, pobre, primitiva, y más aún en la región de la frontera, donde las invasiones revolucionarias han sido constantes y en donde el menor descuido se ha pagado con la vida. Su facultad de observación, enormemente desarrollada, está constantemente en acecho, y lo ha convertido, como a todos los caudillos populares de Venezuela, por iletrados que hayan sido, en psicólogos magistrales, en psicólogos por excelencia de su pueblo, con un sentido de realidad extraordinario y con un profundo conocimiento de los hombres. Ningún presidente de la república de Venezuela, a excepción del Libertador Simón Bolívar, lo ha aventajado en la posesión de esta facultad innata. No era impulsivo, era paciente, perseverante, pero cuando se requería, saltaba como un felino y actuaba con inusitada rapidez. Su voluntad es indiscutible, y logra las metas que se propone. Los más altos de sus objetivos son el poder y la paz pública, los que constituyen la razón de su política.
Desde el primer momento, en las alturas del gobierno, se reveló en él lo zorruno y taimado de su carácter. Gómez sufre infinitas humillaciones de Castro, pero esas humillaciones se amortiguan en la suavidad de una sonrisa. Castro ofende a Gómez, pero esas ofensas se embotan en la impasibilidad del compadre. Castro quien puso en ridículo a Gómez, pero los cálculos de Gómez se sobrepusieron al ridículo. Toleró a Castro la ingratitud. Su cautela fue superior al escozor del amor propio. Era urgente inspirar confianza en aquel déspota que tenía que morirse o tenía que ausentarse, para conseguir la gran herencia, la cual no era otra que la administración de su despotismo. Por eso se sometió a las burlas, a las ofensas, al ridículo para que Castro pensara: “el General Gómez no se disgusta, luego no me guarda rencor”. Ante la inminencia de su viaje al exterior, don Cipriano sentenció:” Don Juan es el mismo hombre sano y bruto de la Mulera. - “Y fue bajo esta convicción, como Castro le dejó la Presidencia, para que el hombre sano y bruto de La Mulera se alzara con el santo y la limosna. Gómez, pues, tiene la lentitud, pero también la seguridad de los animales de presa. También de ellos posee la fuerza y la crueldad. Y del mismo modo, de ellos, tiene una enorme disposición para el arte de disimular y de engañar. Temperamentalmente, Gómez era un hombre callado, pero no triste. Por el cerco de piedra de su carácter, entre el cual resguardaba herméticamente su personalidad, brotaba, controlada, lo que a él le convenía, esto es la surgente alegría festiva.
STANDARS MORALES
Sin detenerse a contemplar que él era el responsable de todas las crueldades, de todos los dolores, de todas las injusticias, veló por la honestidad, la justicia y la lucha contra el crimen. Persiguió implacablemente el ladronismo y la delincuencia. Fue buen pagador desde el tiempo en que negociaba con los alemanes del Táchira y el Norte de Santander. No despreció a la gente humilde que había conocido en sus mocedades cuando era el amo absoluto de Venezuela. Velaba porque sus súbditos cumplieran sus compromisos de honor, y abogó por las mujeres desamparadas, abandonadas o engañadas. Consideró la religión y a Dios a su manera. Practicaba ferozmente el celibato y, si por él hubiera sido, todos los hombres y mujeres de Venezuela deberían vivir en concubinato. No se le puede llamar ateo, porque no existen bases sólidas para ello, pero tuvo mucho de eso, pese a sus rezos a la Virgen del Carmen, pese a sus rezos a Santa Rita de Casia y pese a sus frecuentes visitas para orar en la Iglesia de Maracay. Precisamente ante Santa Rita de Casia se arrodilló y oró como ante la abogada de los imposibles, en compañía de Juan Alberto Ramírez, cuando resolvió deponer a Eustoquio del mando del Táchira. A los sacerdotes los llamaba peyorativamente “los curitas”, y su relación con ellos oscilaba entre las tertulias con Carlos Borges, la prisión o destierro del padre Mendoza del Valle o de Monseñor Montes de Oca, las prebendas, las canonjías, las dádivas, los ascensos merecidos o inmerecidos o el arsénico de Nereo Pacheco en las ergástulas de la Rotunda. Apadrinó por rito católico muchos niños y muchos matrimonios de amigos y oficiales de larga vida concubinaria. Respetó sacrosantamente – cuando le convenía – los compadrazgos. Se creyó, a su manera, asistido por la Divina Providencia y escogido para hacer el bien, pues siempre solía repetir que los buenos eran sus amigos. No obstante, se negó rotundamente a recibir los sacramentos antes de morir, y cualquier afirmación que se haga en sentido contrario carece de fundamentases escueta y solamente es enunciada por componendas. En sí, la cuenta que tuvo que entregar a Dios tuvo que ser muy terrible.

Acompasando la moral a la política, su sistema de gobierno fue etiquetado con el lema “Unión, paz y trabajo”, del cual se sentía muy complacido y orgulloso. Este lema se inspira, en algo, en sus estándares morales como magistrado y como político. Cuatro cosas son necesarias de ser mencionadas en este sentido. En primer lugar, fue el pacificador de Venezuela algunos lo han llamado por ello “el gran loquero”, porque acabó con la locura de los alzamientos y de los caudillos. Trajo la paz y unificó a Venezuela, pues comprendió que sólo con la paz podía crearse un país útil, laborioso, próspero y decente. A ello consagró todos sus esfuerzos militares hasta culminar en la toma de Ciudad Bolívar. En segundo lugar, dio a Venezuela la independencia económica. Se sentía abrumado por las deudas que pesaban sobre su patria en el extranjero, y por el peligro que ello representaba para la consolidación de la soberanía nacional. El regalo que hizo a Bolívar en el Centenario de su muerte fue el pago de toda la deuda, tanto interna como externa. Venezuela no quedó debiendo un centavo en el exterior, y la cancelación de la deuda interna se empezó a realizar de acuerdo con el plan adoptado por el Gobierno Nacional. En tercer lugar, hizo una magnífica laboren el establecimiento de la vialidad nacional. Los lugares más apartados de la república acortaron sus distancias y se vieron abiertos al desarrollo. Los estados de la montaña se incorporaron al centro con la gran carretera trasandina inaugurada el 24 de Julio de 1925. En cuarto lugar, hay que reconocer que Juan Vicente Gómez fue, con una serie de actuaciones trascendentales, el organizador de la república. Con una serie de actos transformó su personalidad de caudillo militaren verdadero estadista. Su amor por Venezuela fue demostrado, entre sus múltiples maneras, por el cuidado de sus numerosas haciendas y su oposición inquebrantable a venderle a “los musiús” ni siquiera un palmo del terreno nacional.
HABITOS
Nació, creció y vivió sus años mozos en el campo, en el ambiente desolado y rural, en la heredad paterna, siendo las distracciones suyas las simples de un campesino tachirense y constituyendo los acontecimientos trascendentales de su vida las feria y fiestas populares de San Cristóbal, Rubio, San Antonio y Cúcuta. Ya en plenitud del poder escogió a Maracay como su residencia habitual, con las miras continuar siendo un campesino para siempre. Escoge a Maracay no sólo porque allí puede vivir una vida campesina, rodeada de magníficos campos para la ceba de ganado, donde podía encontrar reses y bestias por todas partes, sino porque fuera de la ciudad, y aún dentro de ella misma, podía estar en continuo contacto con campesinos, hablando el leguaje del campo y compartiendo las emociones del campo. Fue un jinete consumado y se sentía orgulloso de ello. Gustaba hacerse retratar de a caballo, mientras lucía un uniforme y una pose francamente kaiserianos. Siempre campesino y humilde, mantuvo en su casa, a lo largo de todo su dominio, su sencillez casi aséptica. Su habitación no podía ser más simple: una cama de hierro, una mesa de noche, dos sillas de vaqueta como las que había en La Mulera, una mesita para escribir y unas vitelas de la Virgen del Carmen y Santa Rita de Casia. Todo su lujo era una hamaca. Austero se mostraba, siempre con la austeridad humana de los campesinos. Luce sencillo, siempre de polainas, casaca lisa, verde oliva, bien aseguradas las condecoraciones. No prueba el alcohol, pues desde joven ha sido abstemio y enemigo de las francachelas y alborotos a los que están tan acostumbrados la mayor parte de sus parientes. Su comida es simple y campesina. Carne asada, yuca, sancocho, frijoles negros, pabellones, caldos cuajados o pizca andina, hallacas y morcillas. No puede jamás faltar la arepa en su mesa. Siente fascinación por las riñas de gallos y corridas de toros. Hace emocionantes apuestas. Los grandes haces del toreo le ofrendan en el circo de Maracay la muerte de la furiosa bestia y, si la faena ha sido buena, él regala al matador “la hallaca de oro”, o sea, un sobre con billetes de mil bolívares.

ESTADO MENTAL
CONDUCTA GENERAL
La mente y la psicología de este individuo están contenidas, a simple vista, en un hombre completo. Es alto, mide 1,78 y pesa 81 kilos. Es de pesados párpados, abotagados y romboidales; de risa sardónica, lento en el hablar, de pocas palabras. Sus manos son delicadas y pequeñas y usa llevarlas enguantadas. - Sus piernas son relativamente cortas. El tronco es de robusta solidez. Su facie es severamente senil después de 1930 y ya, dentro del féretro, henchido por la nefrosis y la saponificación tanática, recobra el aspecto pletórico de los cuarenta. Su cabello es muy renegrido, lo mismo que sus mostachos, hasta 1933, en que ambos encanecen. Su frente luce ancha sobre sus ojos en marcados por la pesadez de sus párpados superiores. Ojos vivaces, bola adiposa en la barbilla y labios gruesos y carnosos sin displasia y sin sobra de mucosas moradas. Tiende, a pesar de su estatura, al tipo pícnico. Su cara es redondeada, ancha, y de contorno suave la mandíbula inferior, vista de frente, aparenta ser más ancha y estar reforzada por la acumulación de grasa en las partes laterales. Después de los setenta años comienza a usar lentes contra la presbicia y revela aspecto tifoso, pelo al rape, mirada asiática y conjunto mongoloide. Vista entonces su imagen, en esta forma, parece más el caporal de una hacienda que el presidente de la República. Pero revela vitalidad. Y revelarse como un individuo bien integrado interiormente, equilibrado, austero, sobrio, calculador y prudente. Es comedido, no obstante, su inclinación a la venganza e incontrolable y desmesurado afán de poder y de riqueza. Sabe controlar con firme equilibrio sus emociones y sabe adaptarse a las mentes circunstancias. Se da a la vida tranquila, al trabajo silencioso, al trabajo monástico de las cosas domésticas y familiares. Su poder de domino es tal, que hace que el país se entregue a esta caracterología, a un estado sobrio y seco en el que no tiene lugar la extravagancia. Dentro de este estado mental, se da por sentada la ausencia de psicosis, y dentro de este mismo estado mental se afianzan dos rasgos primordiales: la paciencia y la desconfianza. Es escrupuloso, frío y resuelto, su risa es opaca y lenta, y en ella se aprecia el desprecio que los dictadores sienten por los restantes seres humanos. Teutónico consigo mismo y con el mundo, siempre vive el principio de la realidad. Nunca sucumbe los panegíricos. Deja traslucir una simplicidad y una estulticia tan aparentes, que con esa ardid psicológica confunde a todos los adversarios, así como a sus endiosadores y a sus enemigos. Ante su impasibilidad se estrellan todos los intentos.
LENGUAJE
Se sume en monólogos, en los que percibe una mente lúcida y fría de abismales alcances. Su lenguaje es formado por una charla insustancial, sobre asuntos triviales, en tertulias y paseos. En estos momentos se muestra renuente a tratar asuntos de importancia política, los cuales sólo aborda cuando él cree oportuno hacerlo. Sorprenden en su lenguaje las interjecciones muchas veces extrañas, pero que envuelven averiguaciones y le aclaran sospechas y dudas. Su lenguaje demuestra a un hombre impasible, sereno y sobrio, tanto, que un actor consumado no pudiera representar mejor el drama del momento. Incluso, en sus ratos de expansión y cordialidad, de charla intrascendente, revela su afecto o jovialidad, pero manteniendo siempre las distancias. Nunca levanta la voz, así como tampoco acostumbra hacerlo con sus subalternos. Su reacciones se conocen en la expresión de su cara y en el gesto que hace con la cabeza echándola para atrás y erigiendo el busto: “Ummjú.. Anjáa”, va repitiendo siempre. Su lenguaje hablado hace uso de muy pocos verbos. Sus oraciones son cortas, y luego pasan a ser un estribillo cuyo remate es: “Sí señor, sí señor. ¿Cómo le parece?”. Tal es su lenguaje montañés, traducido a la gramática y semántica vigente por los operadores del régimen. Usa silogismos sentenciosos pero rudimentarios. Por ejemplo: - ¡El amigo Román Delgado Chalbaud......que allá en La Rotunda está mejor que afuera, porque allá no le pasa nada; y si lo suelto, ¡al salir se me alza!
En el lenguaje escrito son significativas su disgrafía y su disortografía. Apoya los pronombres en las preposiciones y escasean los signos de puntuación a no ser el tajante punto y aparte. Nunca se ve en sus escritos un signo de interrogación o de admiración. En su lenguaje tanto verbal como escrito repite y repite un silogismo obsesivo: -Yo no quiero la Presidencia de la República, pero quiero que me nombren Comandante en Jefe del Ejército.
También usa en las dos formas del lenguaje muchos modismos andinos.
DELIRIOS Y MALAS INERPRETACIONES
Sin entrar en el campo de las psicosis sufre de una desmesurada megalomanía, de un delirio de grandeza. Si la divina Providencia existe, es para haber hecho de él un predestinado. Por ello ningún título le satisface tanto como el de Benemérito, puesto que ha sido escogido por Dios para hacer el bien. Por eso los que no están con él son malos, muy malos, y se hacen acreedores a los más infamantes y crueles castigos. Casi llega sentirse inmortal. En los papeles que se le encuentran en Las Delicias ha escrito. “Viviré cien años”. Vive como si no fuera a morir, y piensa que si muere será de presidente.
Su desconfianza en lo que atañe a las riquezas es casi delirante. Experimenta la espontánea desconfianza del labriego ante lo cosmopolita y lo foráneo, y por ello tiene toda su fortuna en el país. No guardan siquiera un dólar en los bancos extranjeros. No puede ocultar sus ideas paranoides, y tales ideas las expresa desde la Conjura. El principal persecutor en su delirio es el general Cipriano Castro. Por este delirio de persecución azotó, estranguló, y desterró inmisericorde y cruelmente a muchos ciudadanos de Venezuela. Por este delirio de persecución mantuvo, como feroz cancerbero, al general Eustoquio Gómez en el Táchira, puesto que el Táchira era peligrosísima puerta de entrada para los exilados al país, especialmente para don Cipriano. Por este delirio de persecución formó el Concejo Federal de Gobierno, para convertir a los perseguidores en súbditos controlados. Su firmeza de ideas es casi delirante, casi, porque lo delirante es una irrealidad que no se cumple, pero en el caso de Juan Vicente Gómez, como en el caso de Bolívar, los delirios se convierten en la más estruendosa realidad. Ejemplo de ello son sus sentencias tajantes: “En La Puerta, supe que sería presidente de la República”, “Como que Dios existe tomaré a Ciudad Bolívar”.
Su parangón con el Libertador es, igualmente, delirante. El 24 de Julio, fecha de su nacimiento, y del nacimiento de Bolívar lo celebra con desbordamientos patrióticos delirantes. La historia y el destino se encargaron de sellar, halagadoramente, este delirio de grandeza, proporcionándole la muerte el mismo día de la muerte del Libertador Simón Bolívar.
PERCEPCIÓN
Usaba una estrategia de percepción mediante su inteligencia. El sabía estudiar y aprendía a conocer todos los hombres, pero no se dejaba estudiar ni se daba a conocer por nadie. Del General Cipriano Castro para abajo nadie conoció a Gómez; y el trágico error de sus enemigos consistió en empeñarse éstos en suponer que lo tenían en sus manos y que lo podían manejar a su antojo porque lo consideraban rústico, simple y de poca monta. No se detuvieron a pensar que, bajo su camisa de Sancho, se ha dicho, se ocultaba la cota de hierro de los implacables y feroces conquistadores españoles.
El General Gómez tiene un sexto sentido para captar a los hombres, enfocar el alcance de los acontecimientos y escoger la oportunidad en que debe intervenir determinadamente. Es una especie de percepción extra sensorial que le permite captar los más recónditos pensamientos de sus interlocutores, analizar sus facetas positivas y negativas y formarse un juicio rápido y certero sobre ellos. Detecta la argucia y el engaño al instante y siente la falsedad o veracidad de los sentimientos. Es tan grande el dominio que tiene sobre sí mismo y sobre los demás que se convierte en captador de hombres y voluntades y en amo absoluto de las circunstancias
FENÓMENOSOBSESIVOSCOMPULSIVOS
La obsesión es una idea persistente. La compulsión es el impulso indetenible a ejecutar un acto. Dos ideas obsesivas hay que señalar en la historia psiquiátrica del General. Una es la obsesión por el poder y otra es la obsesión por la riqueza. Su ambición de mando es incontrolable, y todo aquel que ose interponerse en su camino va derecho con cadenas y grillos, a la prisión o a la miseria, al hambre, al destierro, o a la muerte. La otra idea obsesiva es la de la riqueza material. A lo largo de su vida todo lo va programando, compulsivamente, para hacerse a una fortuna fabulosa, y para llegar a ser, prácticamente, el dueño de Venezuela. Todo lo que le gusta pasa a ser su patrimonio, y, por encima de todas las cosas, le gustan las haciendas, los pastos, los ganados y las concesiones petroleras. Era ya rico antes de la aventura política, pero luego usó la autoridad para centuplicar a lo increíble sus haberes. La sola Hacienda El Trompillo cerca de Valencia, fue comprada por 35 millones de bolívares. A su muerte se sostuvo que era el hombre más rico de Sudamérica y llegó a calcularse su fortuna en 200 millones de dólares. Las regalías petroleras le produjeron 17 millones. Su liquidez en el Banco de Venezuela era de 8 millones de bolívares. Gómez tenía 30 hatos en los cuales pastaban para 1930 300.000 reses. Total, 30 millones. En Aragua poseía 9 haciendas. Las empresas agro industriales le valían 50 millones. Era el dueño del 13.1 % de todas las riquezas acumuladas en Venezuela.
RASGOS PSICOPATICOS
Hay varios rasgos psicopáticos en la personalidad del general. Si por rasgos psicopáticos se define el hacer el daño, el causar dolor a las personas y a la sociedad; el repetir estas acciones hasta acumular un curricular vitae recargado, el no enmendarse a pesar de las advertencias y el no experimentar remordimiento por el daño causado, hay que admitir que una parte de la personalidad de Juan Vicente Gómez era, indudablemente, psicopática. ¿Cuántos dolores, cuántas miserias, cuántas desgracias, cuántos asesinatos se cometieron en su nombre, por su culpa y por sus órdenes tan sólo los muros gruesos, impenetrables, mugrientos y nauseabundos de la Rotunda, el Castillo Libertador, el Castillo San Carlos, la Cárcel de las Tres Torres y la Cárcel de San Cristóbal, entre muchos otros sitios de infamia y de dolor, ¿saben la verdad sobre todo esto y miles y miles de cosas? En La Rotunda de Caracas tenía al más criminal y lombrosiano de los hombres, a Nereo Pacheco. En San Cristóbal mantenía a Eustoquio. Esos hombres cometieron muchos crímenes, pero... en última instancia... ¿Quién era el responsable? ¿Quién tenía que responder por las torturas, por los vergazos, por los azotes, por el hambre, por el frío de estos antros? ¿Quién podía responder por las muertes que se sucedían por centenares y que quedaban en el anonimato de estas terroríficas ergástulas? ¿Quién respondía por los grillos, por las cadenas, por las esposas, por las ataduras? ¿Quién respondía por los cuerpos hinchados, adoloridos, podridos, llenos de gusanos, cuyos pedazos se desprendían, caían al suelo en las prisiones y eran pasto de los perros hambrientos? ¿Y quién respondía por los atropellos, por los raptos, por las seducciones, por las violaciones y bacanales como las protagonizadas por Simón Gómez? ¿No se requiere tener algunos rasgos psicopáticos para ser el autor de estas cosas, para ordenarlas, mantenerlas por años indefinidos y, lo que es peor, permanecer olímpica y fríamente impasible ante ellas? Y todo lo hacía el general sólo ante la idea terrible de que le quitaran el poder y las riquezas, o ante la idea paranoide de que sus enemigos se le alzaran o que los exilados regresaran, especialmente el general Cipriano Castro. ¿Era esto una justificación? ¿Se podía justificar, sin la intervención de un trastorno psicopático, este proceder de crueldades que se prolongó, irremediablemente, durante los veintiséis años más espantosos que registra la historia reciente de Venezuela?
MEMORIA
Poseía excelente memoria, no para retener lecturas y versos, pero sí para mantener en ella todos los acontecimientos que iban teniendo lugar durante el proceso de su mandato. La Mulera, el destierro, la Restauración, la conjura y los restantes sucesos de su vida le eran tan frescos que nunca se le vio titubear en una reunión social o política ante el recuerdo de un personaje o un hecho. Cuando el general Juan Antonio González hizo preso al general Juan Pablo Peñaloza, se paró de su asiento y dijo:
  • Anjhaaaaá… ¿Entonces el hijo hizo preso a su papá?

ORIENTACIÓN
Está orientado en tiempo, lugar y persona a perfección. Tanto, que sabe dónde debe estar y dónde no es conveniente permanecer; con cuáles personas debe aparentar atenciones en determinados momentos y con cuáles no.
INFORMACIÓN GENERAL
Por sus esbirros, espías, Presidentes de Estado y jefes de las prisiones tiene perfecta cuenta de lo que ocurre en el país. Está al día de todo conocimiento. El sistema telegráfico funciona día y noche a tiempo completo. Una vez producidas, es el poseedor de todas las noticias. Los embajadores, Cónsules y espías del extranjero le tienen, igualmente, informado sobre las intenciones de los exilados. Por la prensa que se hace leer, y por los noticiarios, a los que es muy adicto en las reuniones de cinema, obtiene una información del mundo exterior, especialmente de la Guerra Mundial, drama trágico de la humanidad en el que no quiere ver a Venezuela como integrante.
INTELIGENCIA
No fue sometido a ninguna prueba psicométrica, pero de haberse realizado, hubiera arrojado un puntaje muy alto en la escala de la inteligencia, si no en los ítems que miden la capacidad verbal, sí en los ítems que miden la capacidad para enfrentarse a las demandas simbólicas, el nivel general de información, la memoria reciente, el raciocinio y la capacidad de realizar ciertas tareas psicomotoras y perceptivas, así como en todo lo relacionado con la ejecución. En sí, la inteligencia de Juan Vicente Gómez está catalogada como una inteligencia superior.
INSIGHT Y JUICIO
No está perturbado o confundido sobre sí mismo. Siempre sabe a cabalidad lo que le ocurre, lo que se mueve en las interioridades de su personalidad y lo que está maquinando su pensamiento para averiguar las situaciones, sacar la mejor partida y mantenerse eternamente en el poder. La capacidad para juzgarse a sí mismo está intacta. El sabe lo que él es.
FORMULACION DIAGNOSTICA
Difícil tarea para el psiquiatra es la ubicación diagnóstica de Juan Vicente Gómez. Se trata de una personalidad con muchos rasgos anormales. El intento diagnóstico, sea siguiendo el criterio de la Organización Mundial de la Salud, sea a la luz calificadora de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana, no es nada fácil. Lo que parece más seguro y cauteloso es hacer el diagnóstico por descarte. En este sentido, hay que afirmar, definitivamente, la ausencia de psicosis. Hablando en términos que puede entender todo el mundo, el general Juan Vicente Gómez, de acuerdo a los postulados de la Psiquiatría, no estaba loco. Al revisar sus características clínicas de comportamiento, también queda asentada, en forma categórica, la ausencia de neurosis. El general no fue, básicamente, un neurótico. Queda pues, entre los grandes capítulos de la psiquiatría que lo pueden envolver, el capítulo de los desórdenes de la personalidad y, dentro de este capítulo, las áreas de las personalidades anormales y el área de los trastornos psicopáticos. ¿En cuál de estas últimas áreas puede incluirse al general Juan Vicente Gómez? Al apelar a estos enfoques, la psiquiatría no puede trazar una línea exacta y nítida entre un trastorno y otro. Con esto, se quiere decir que los dos trastornos se sobreponen en la inmensa mayoría de los casos. Esto significa que muchas personalidades anormales muestran trastornos psicopáticos sobrepuestos, y que muchos psicópatas muestran, igualmente sobrepuestos, trastornos correspondientes a las personalidades anormales. De esta sobre posición habla muy claro el famoso médico criminólogo inglés Michael Craft en su libro “PsichopathicDisorders”. Michael Craft, incluso, dibuja un triángulo con todos los espectros correspondientes a los trastornos psíquicos, y contamina el espectro de un área con los trastornos francos de otra banda del psiquismo. Traducidas estas consideraciones a favor del general Juan Vicente Gómez, puede decirse que él tenía una personalidad mixta, en la que cabían rasgos de personalidad anormal y rasgos psicopáticos. Entre los rasgos de personalidad anormal había rasgos de personalidad maníaca y signos de personalidad obsesiva. En el área psicopática que se sobreponía a esa personalidad anormal, se señala los rasgos de crueldad, intención abierta de hacer el mal, ausencia de consideración y afecto hacia las demás personas y falta de remordimiento ante el daño ocasionado. El general Juan Vicente Gómez presentaba, por tanto, una personalidad anormal mixta, y más allá de ese diagnóstico tan generalizado no puede avanzar la psiquiatría. Las personalidades neuróticas sufren ellas mismas y hacen sufrir a los demás. Pero ese no era el caso del general. El general Gómez, fundamentalmente, hizo sufrir a los demás, fue un azote para el país, y fue un azote para la historia. Por ello su personalidad no se ubica en el campo de las psicosis, ni en el campo de las neurosis, sino en el campo de las personalidades anormales y en el campo de los trastornos psicopáticos.
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