Delincuencia y corrupción, dos caras de la misma moneda.


NO SOLO ES UNA CRISIS ECONÒMICA, ES LA DESTRUCCIÒN DEL TEJIDO Y DEL CAPITAL SOCIAL.





No es suficiente salir del Maduro hay que trabajar muy duro en lo ético social para que las medidas económicas puedan dar resultados positivos.

 Los venezolanos padecemos un cúmulo de males tan complicados que van más allá de ubicaciones de izquierda o de derecha, es algo más que una revolución de corte radical socialista o comunista. No corresponde exactamente, pero se aproxima a los planteamientos teóricos de Francis Fukuyama en su trilogía de libros (El Fin de la Historia, Confianza y la Gran Ruptura) Estamos viviendo un estado de crispación material, social y moral, representado por un empobrecimiento violento de estos tres aspectos fundamentales en la vida de nuestra sociedad. Se consumió en un festín de irresponsabilidades el capital económico generado por la producción petrolera y por el trabajo acumulado por cuatro generaciones. Pero no solo padecemos un empobrecimiento material por un manejo inadecuado y corrupto, padecemos de una destrucción del capital social, es decir el conjunto de valores o normas informales compartidos en una sociedad, como la tolerancia, la cooperación, la solidaridad, la hermandad, las buenas maneras de urbanidad, ese es el lubricante que permite que funcione eficientemente nuestras relaciones como grupo social.  Padecemos de un estado anomia, de cierta amoralidad donde todo parece igual, todo se justifica con la pobreza.

 El capital social no se puede cuantificar como los activos de una empresa, ni como los depósitos bancarios, ni como los billetes de la cartera, se puede medir por índices, datos estadísticos que nos indican los niveles de delincuencia, de corrupción, de crímenes que puede soportar una sociedad. Datos que nos indican el comportamiento de la familia como institución base de la sociedad (Matrimonios, divorcios, disfuncionalidad, nacimientos, violencia intra familiar). También hay que tomar estadísticas que nos indican el grado de confianza de los ciudadanos en las instituciones como las iglesias, el Estado, los militares, los partidos, los políticos, las elecciones, incluso el diálogo como instrumento para resolver conflictos. Hoy las encuestas indican que no hay confianza en ninguna institución, la gente desconfía del voto, porque lo han prostituido. No cree en partidos, ni en políticos. Vivimos en la desconfianza de todos contra todos.

 Nuestras estadísticas no son nada alentadoras, sin entrar a las cifras de la hiperinflación y el deterioro de la economía el incremento de la delincuencia y la corrupción es uno de los mayores del mundo. Las rupturas familiares por divorcios y por abandono  y de los que se van del país solos y se olvidan de la familia, el aumento alarmante de la violencia intrafamiliar, de mujeres golpeadas y muertas, el creciente  número de niños abandonados, sin posibilidad de recibir una  escolaridad es superior al resto del Continente. Son todos síntomas de una descomposición inducida para destruir la sociedad. La desconfianza de la ciudadanía en las instituciones es un denominador común. Son tantos los golpes y desengaños recibidos que no se cree en nadie.
 La suma de estos factores nos indica el grado de deterioro de nuestro capital social. Si estamos quebrados en lo económico, la crisis socio moral es reveladora de nuestro profundo deterioro como nación.
 Estamos atravesando un complejo periodo de déficit en lo económico, social y moral. Ese tiene que ser el verdadero enfoque para la búsqueda de la solución; no es solamente un problema político, ni es solo un problema de mal manejo de la economía.  Estamos en presencia de la ruptura y desaparición del tejido social que une, que amarra la estructura de la nación. Ese es el más grave problema. La crisis económica es muy dura pero se puede superar con la aplicación de las medidas ya estudiadas por los economistas, pero si no se hacen conjuntamente con lo social y moral la solución puede traer nuevos fracasos, debe ser integral, holística.

 Hay que cortar el nudo gordiano para iniciar un proceso de reconstrucción nacional en esos tres aspectos fundamentales. El primer paso es disminuir la corrupción, no hay forma de salir adelante si cambiamos unos corruptos por otros. Debemos apartar el poder del Estado en el manejo de la economía, quitar el exorbitante poder que tienen los militares en la economía venezolana, todos han fracasado en los cargos que ejercen, solo se han enriquecido de manera vulgar y descarada, sin importarle el origen del dinero, lo mismo de una comisión que de una ruta de narcos. Hay que ampliar el poder ciudadano, la transparencia en la contratación. Si queremos mejorar el ingreso del trabajador venezolano debemos abrir la economía a la producción. Sin producción no hay posibilidad de subir los salarios, es un proceso a mediano y largo plazo, no es un decreto como se pueden mejorar los ingresos, es trabajando generando riqueza. Al mejorar el nivel de ingreso y frenar la corrupción los niveles de la delincuencia empiezan a bajar, no es la represión policial sola, ni aplicar la pena de muerte con cuerpos de seguridad que juzgan y condenan a muerte libremente, sin ley. Esas medidas son tan corruptas y criminales y está demostrado que no funciona, solo el control policial sometido a la ley y el mejoramiento de la sociedad contribuyen a frenar los índices del delito
Las instituciones deben cumplir sus funciones, los tribunales aplicar la ley libre del control político y mafioso, esas medidas devuelven la confianza perdida. Los políticos deben dar ejemplo de honestidad y austeridad, evitar el nefasto tráfico de influencia, transparencia en todos los procesos de la administración pública. Los partidos deben convertirse en instrumento y no en fin. Evitar el financiamiento de campañas por una contraprestación en contratos. Hay que favorecer el empoderamiento de la sociedad civil.
 Es necesario centrar las políticas en la familia. Fortalecer los ingresos para la familia. Si es necesario aplicar subsidios y las ayudas sociales debe ser a las familias más débiles, con el fin de fortalecerlas, básicamente en los procesos de educación, salud, recreación y viviendas. Siempre con un enfoque de provisionalidad, sin nombres ni apellidos del gobernante, para hacerse propaganda. Ayudas institucionales que duren mientras se mejoran las condiciones de vida de la familia y su objetivo es servir de apalancamiento para superar un estado de pobreza provisional, no como hoy que la ayuda es para mantener y aumentar la pobreza social.

 Son múltiples las medidas a tomar, pero el enfoque debe ser bajo el concepto de la productividad, del desarrollo de la familia, de la instauración de una ética social que hemos perdido.

 Trabajo + familia+ ética. Suena conservador y de derecha, pero eso es lo que necesitamos si queremos tener ciudadanos y una república de verdad, no la caricatura vergonzosa de hoy.








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