UN PACTO POR LA ÈTICA Y LA TRANSPARENCIA ES URGENTE.





RECOMPONER EL TEJIDO SOCIAL REQUIERE UN PACTO POR LA ÈTICA.
Somos testigos cómo en los últimos meses el delito que ahoga a los venezolanos se ha desbordado por las fronteras, ya el malandraje no tiene que robar a la interior por la miseria que padecemos y busca nuevos horizontes destruyendo el buen nombre de los venezolanos ganados con esfuerzo y honradez en tierras hermanas.
 Todo es el resultado de una crisis que se llevó por delante a la economía pero que permitió que brotaran como un volcán todos los antivalores que tenemos en nuestro subconsciente colectivo.
 La cuestión empieza en una mala praxis del hogar cuando el ejemplo que reciben las nuevas generaciones no es nada edificante, se impone una formación para sobrevivir en el barrio dominado por los pranes, la jungla de cemento, violenta y cruel donde el muchacho de bien, responsable, estudioso y educado produce risas y burlas, se le dice “hijo de papá” porque tiene esa rareza que tener un padre responsable y una familia que responde por él. Cuando lo generalizado es la familia destruida o la ausencia de familia. De allí parten todos los problemas, una sociedad sin una familia responsable no tiene futuro, pero los revolucionarios en sus teorías devastadoras tienen como prioridad, entre otros proyectos demoledores, acabar con la familia porque, según ellos, es un resabio burgués, solo el Estado está llamado, no a educar, sino a adoctrinar y llenarle la cabeza de odios, resentimientos y antivalores a las nuevas generaciones. Al nuevo hombre revolucionario, el sueño del marxismo ramplón.

 Por esa razón no debe causarnos extrañeza el estado de descomposición ética que padecemos hoy, ni la cantidad de delincuentes que exportamos para nuestra vergüenza.
Necesitamos librarnos de los potenciadores de nuestras taras y lacras sociales, poner fin a la destrucción y reencontrarnos con nuestros valores ancestrales, con nuestra rica herencia histórico cultural, es urgente quitar el velo de odio a nuestros próceres, apartar la procacidad en las palabras, en la música, en el baile, en la vida no es cuestión de ser pacatos, sino decentes.
Liberarnos de la devastación material, del descuadernamiento institucional impuesto por el chavismo, pero necesitamos un ·” Pacto por la ética” que abarque lo público y lo privado. Un pacto por el respeto a las leyes, por el cumplimiento de las normas, aspectos tan simples como respetar los semáforos. Un pacto por el cuidado de los principios fundamentales para poder desterrar tantos males. Un pacto por la revalorización del trabajo, por el destierro de la viveza criolla, por abominar el esa práctica perversa generada por la necesidad que llaman “bachaquerismo”, la especulación vulgar.  Aborrecer la tendencia ancestral por el saqueo y el irrespeto a la propiedad privada. Esa nefasta practica del robo menor generalizado, hay empleados que se roban hasta la pasta de diente en las casas donde trabajan. Todos estos males sociales potenciados por el hambre y la necesidad, pero jamás justificados.

La ética y la transparencia es lo que puede unir a los venezolanos en un objetivo común que supone actuaciones transparentes de todos los integrantes de la sociedad y del Estado. Es un pacto de supervivencia y una necesidad de recomponer la nación.  Nuestra sociedad necesita la adopción de estándares éticos comunes que contribuyan a prevenir y mitigar los riesgos de la corrupción que hizo metástasis durante estos 20 años. Debe ser el verdadero compromiso más allá de la práctica  política para que su interés sea aplicar la ley, cumplirla, vivirla y hacerla efectiva, para que nuestra actuación  pública y privada sea  transparente, para que las fórmulas transformadoras castiguen la cultura del incumplimiento; para que la confianza pública y privada en la palabra empeñada vuelva a ser el mayor atributo de una persona y genere el reforzamiento de ese Areté de los griegos, del prestigio personal, tan poco visible en muchos conciudadanos.

Finalmente, una frase de Albert Cortina Ramos para tener en cuenta: “No hay futuro sin ética. No hay ética sin estrategia. No hay estrategia sin gobierno. No hay gobierno sin liderazgo. Y lo más importante: El liderazgo ha de ser humanista”. Ese es nuestro desafío si queremos el renacer de Venezuela. Solventar nuestros problemas económicos requiere de un esfuerzo muy grande, pero recomponer la ruptura del tejido social y sustituir la siembra y cosecha de antivalores por una ética social es todavía más urgente y requiere el concurso de todos los venezolanos de buena fe. Sobre todo, el ejemplo del liderazgo nacional.


Aretè: Término griego con el que se designaba la excelencia de alguien o de algo y que, especialmente desde los sofista y Platón, y luego también por Aristóteles, fue utilizado con el significado de virtud.


Comentarios