EL
RELATIVISMO MORAL.
Si no hay una sanción moral para los pillos
esa sociedad está perdida. Más allá de lo legal, de leyes ,de los jueces y
tribunales esta la ética social.
Cuando un líder le dice a sus seguidores que
formen parte de un saqueo colectivo, de un despojo a un comercio, a una empresa,
pero que a la hora de votar les niegue el voto a los promotores del
saqueo y se le otorgue a ellos es una
falta de principios. Participar masivamente en el “raspado de tarjetas” para
obtener dólares baratos y criticar las políticas económicas del régimen es un
contrasentido, Sacar un carnet de la patria para recibir bonos especiales y
prebendas del régimen, considerándose opositor
es una flaqueza moral y quien lo promueva está equivocado y causa un gran daño.
La
ética pública es un conjunto de valores que comparte una sociedad moralmente
pluralista y no se puede confundir con lo legal. Para ser ético en lo público,
no basta ser legal; se necesita prudencia, ejercer el criterio, el juicio para
discernir, el valor para disentir, para ser insumiso y saber decir no, cuando
la conciencia avisa. Tampoco “es un arma arrojadiza ni munición destinada a
pegarle buenos cañonazos al prójimo en su propia estima”, acusando de corruptos
sin ver la viga en su ojo. como bien lo dijo Fernando Savater en Ética para Amador,
aunque a uno le den ganas.
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Tenemos
un dicho que refleja ese relativismo. “A nadie le amarga lo dulce”, pocos
estamos dispuestos a ir a contracorriente cuando en una autopista se voltea un camión
cargado de harina pan y todos se aprovechan, es aceptar que se puede, pero no
se debe hacer. Cuando las autoridades encargadas de poner freno son las
primeras en participar y auspiciar los hechos, se crea un falso dilema Si las autoridades
lo hacen, por qué no debo yo hacerlo.
El
hambre de hoy sirve para justificar todo, desde el robo, pasando por la prostitución,
el crimen, el saqueo, todo se le permite a quien es pobre.
¿Hay una ética especial para los pobres?
Un raterismo miserable de robarse un pedazo jabón, un champú , una pasta de dientes, un
bombillo o un poco de sal, hasta llegar al absurdo total surrealista de robar el
aceite en uso del carter de un auto. Eso es anomia.
La miseria va creando nuevas formas de comportamiento
y nuevos patrones de tolerancia Aquella
historia de quien se encontró una cartera llena de dinero y la devuelve parece
un pasado muy lejano de una sociedad idílica
que ya desapareció. Estamos en la selva de cemento, donde el más vivo traga más
harina. Pero qué muros vamos a tener que
nos pongan a salvo de nosotros mismos, cuál es el límite de nuestro comportamiento.
Podemos llegar a ser ratas o santos frente
a un mismo hecho.
Será
que “robar poquito” es bueno en una
sociedad donde el desmadre de la corrupción es lo normal, y al hambre pangruelica
de los bienes y el dinero público de gente poderosa no tiene limitaciones, ni retraimiento. Desde las altas esferas del poder hasta el último
uniformado en una alcabala es una hemorragia de corrupción Si las policías, ni la justicia funcionan se puede llegar al linchamiento, lo
vemos a cada rato
¿Entonces
el crimen si paga en una sociedad en descomposición?
A
los pillos de cuello blanco la historia los absuelve y no existe, ni tribunal,
ni sanción social para ellos y el famoso “roba gallinas” si paga y es señalado.
No es cuestión de resentimiento o demagogia. Es simplemente una verdad cruel de una sociedad retorcida.
Los
venezolanos no vamos a recomponer el
rumbo esperando milagros, ni mesías, mucho menos vamos a una ética desde la putrefacción
social, de ese esperpento que llaman el nuevo hombre de la utopía comunista. Hay
que tener presente que solo nos puede
salvar el pequeño acto cotidiano de abstenernos de corromper lo que tocamos.
Se necesita más
principios que rijan nuestra vida y menos cazadores de corruptos. Menos señaladores de oficio. Como dice el evangelio “Quien
esté libre de pecado que lance la primera piedra”. No es que somos buenos por naturaleza y el
capitalismo o la sociedad nos corrompen, como afirman los roussonianos y los
comunistas. Simplemente somos muy vulnerables a nuestras propias tendencias y
solo con unos principios éticos sólidos, aceptados y practicados podemos tener
una sociedad decente.
Es necesario que toda la sociedad ponga de
moda la honestidad, que desprecie al corrupto, que los gobiernos tengan como
lema “Cero tolerancia a la corrupción”, que las leyes apliquen castigos ejemplarizantes
a quien se le pruebe en justo juicio su participación en hechos calificados
como aprovechamiento del patrimonio público o actos de corrupción
La corrupción
es imposible eliminarla en su totalidad,
forma parte de la naturaleza humana, pero la sociedad, el Estado y los
ciudadanos debemos combatirla sin pausa
para reducirla a los niveles menos dañinos. Es como una peste, se necesita
aseo, profilaxis y combate para reducirla a su mínima expresión y apenas se
baja guardia reaparecen los focos y si es el Estado en su totalidad el primer promotor de la corrupción, la sociedad
puede sucumbir, tal como está pasando en la Venezuela de hoy.
Al terminar la invasión de roedores se debe armar y aplicar un pacto por la ética y la transparencia.
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